Quizá esto resulte decepcionante para más
de un cubano: la mayor refinería azucarera del mundo no se encontraba en la isla
sino en Brooklyn, en Williamsburg para ser exactos.
Confieso que, por mi parte, jamás se me
habría ocurrido. Se dedica a contemplar y lamentarse de la montaña
rusa del Coney Island, mira hacia el mar y cree descubrir el periscopio de un
submarino nazi y deja pasar la gran oportunidad de coincidir en algo con
nosotros los cubanos, de formar parte de ese otro dulce abismo, el verdadero.
Porque no se trataba de una fábrica
perdida en medio del monte ni a unas cuantas millas de un pueblo polvoriento. Domino
Sugar Factory ha sido una de las edificaciones más emblemáticas de la línea
costera de Brooklyn durante más de un siglo. El letrero amarillo con el nombre
—de 40 pies de alto— aún se puede leer desde Manhattan, y estuvo en
funcionamiento hasta 2004.
(En la actualidad la firma Domino
pertenece a Fanjul Corp., el conglomerado de los hermanos Fanjul, nacidos en
Cuba: Alfonso “Alfy" Fanjul, José “Pepe" Fanjul, Alexander Fanjul y
Andrés Fanjul).
El
dulce Norte
Cuando en 1776 las trece colonias se
independizan de Gran Bretaña, ya en Nueva York existían numerosos centrales
azucareros, que se encontraban en manos de empresarios y familias de la
localidad.
Por entonces los hermanos William y
Frederick Havemeyer, inmigrantes ingleses, establecieron su negocio azucarero en
la ciudad, que era uno de los centros principales de refinamiento y producción
de azúcar de Norteamérica.
En 1856 se construyeron las edificaciones
originales de lo que con los años sería la Domino Sugar Factory. Para 1870 ya
estaban procesando la mitad del azúcar que se consumía en Estados Unidos.
El negocio resultó tan exitoso que en
mayo de 1896, la American Sugar Refinery Company —como se llamó originalmente
lo que luego sería la Domino Sugar Factory— se convirtió en una de las 12
firmas originales que integraron el Promedio Industrial Dow Jones.
Desde todas las regiones del mundo, los
barcos traían el azúcar para ser procesada en Brooklyn,
Conociendo esto no es difícil comprender
que Wall Street se opusiera a que EE.UU. le declarara la guerra a España e
interviniera en Cuba. El temor local frente al aumento de una posible
competencia inmediata.
Refinando
azúcar en este siglo
Luego de protagonizar una de las huelgas
más largas en la historia de Nueva York —que comenzó en 2000 y se extendió
durante 20 meses, en que 250 trabajadores protestaron por los bajos salarios y
las condiciones laborales—, la Domino Sugar Factory cerró sus puertas en 2004 —lo
que dejó sin trabajo a 225 empleados— tras haber estado produciendo azúcar
durante 148 años.
Del conjunto de edificaciones, tres
fueron declaradas monumentos históricos en 2007, entre ellos el exterior del
edificio central de la refinería, que ahora será convertido en un sitio de
oficinas. Un plan para urbanizar la zona recibió el apoyo del Concejo de la
Ciudad de Nueva York en 2010.
Ahora la revista The New
Yorker publica una fotos de la Domino Sugar Factory, tomadas en 2012
por David Allee, que tuvo acceso a los 90,000 pies cuadrados del complejo
Domino.
Allee fotografió el lugar durante más de
un año. Dice que aunque las imágenes no pueden dar el olor del sitio —“a
natilla catalana mezclado con moho y podredumbre”— espera comunicar algo de su
complicada historia.
“Está la prueba obvia y el residuo físico
del proceso desordenado, caótico y aparentemente violento del refinamiento de
azúcar”, según le dijo a Jessie Wender en The New
Yorker.
Dentro de esos espacios cerrados —propios
de una prisión— había también “un sentido visceral de que el trabajo que se
llevaba a cabo allí constituía una tortura” y “al mismo tiempo todo estaba
literalmente cubierto de azúcar”.
Para alguien que de niño conoció el olor
característico de un central por dentro y por fuera, esta
descripción no solo es precisa sino también, en el recuerdo, algo
escalofriante.