viernes, 2 de mayo de 2014

La muerte del cronista, musical


Falleció en La Habana el músico Juan Formell, informó el diario Granma. Tenía 71 años. En Cuba había recibido el Premio Nacional de Música 2003 y en fecha reciente, en Estados Unidos, se le otorgó el Grammy Latino a la Excelencia. Su música es muy popular en todo el continente americano.
Formell, compositor, arreglista y director de la famosa orquesta de música popular cubana Los Van Van, no solo fue un célebre artista. En un momento se llegó a afirmar que su popularidad rivalizaba con la de Fidel Castro, y que este último sería recordado como el gobernante de la isla durante la época de Formell. El juicio no solo resultó una exageración sino también irónico: una vez más, Castro sobrevive a un famoso de su tiempo, más joven.
Varios fueron los méritos musicales de Formell, pero voy a señalar dos: renovó el formato instrumental de la orquesta de charanga francesa, modernizó sus sonoridades y aportó una dinámica nueva a una música y un tipo de agrupación en franca decadencia, que se sostenía solo por el apoyo gubernamental. En ese entonces, el gobierno de Castro estaba interesado en evitar la influencia de la música extranjera, especialmente entre los jóvenes. Ya lo había hecho con Pello El Afrokán y su “ritmo” mozambique, de corta duración, y lo seguía desarrollando con el empecinamiento en mantener vivas toda una serie de agrupaciones de sonido gastado, que en circunstancias normales hubieran desaparecido desde hacía tiempo, y producto de esa política era el estancamiento de la clave cubana en un modo repetitivo que subsistía por la carencia de mejores opciones y la necesidad autóctona del cubano de preferir el baile entre otras formas de recreación y también —de nuevo— por la limitación a la hora de elegir en que pasar el tiempo libre. Formell cambió ese panorama, para beneficio de los cubanos.
El otro mérito de Formell que me interesa destacar fue que asumió la tarea del trovador tradicional y se convirtió en cronista de su tiempo, sobre todo de La Habana.
Nunca fue un cronista inocente, desde el nombre de la agrupación que creó —Los Van Van, en alusión a la consigna “Los diez millones van”, de la fracasada cosecha azucarera de 1970— hasta su actitud como artista y sus declaraciones públicas; en última instancia siempre fue embajador, a veces de forma sumisa, otras con mayor independencia, no solo de Cuba sino del gobierno de la isla.

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