Manuel Cuesta Morúa no nació a comienzos
del pasado siglo. Tampoco en Rusia. Ni en su infancia conoció las grandes
estepas, la colectivización forzosa, los enormes esfuerzos por industrializar
el país. No es un ciudadano soviético, ese país
inexistente.
Sin embargo, ha sido acusado en Cuba, su
patria, de un delito de la época estalinista:
“Difusión de Noticias Falsas contra la Paz Internacional”.
Ante acusación tan grave, y si uno
desconoce lo que en realidad pasa en Cuba —algo no muy difícil de que suceda debido a la confusión internacional imperante—, lo primero es pensar que se
trata de un conspirador peligroso, un agitador exaltado o un personaje taimado
y siniestro.
Ocurre todo lo contrario. Cuesta Morúa es
el más pacífico de los opositores cubanos, un hombre tranquilo de hablar
pausado y convincente, que expone sus ideas sobre lo que considera debe ser el
futuro democrático de Cuba sin gritos ni aspavientos. Tiene una trayectoria
clara, no se le conocen trastiendas y se puede estar de acuerdo o no en lo que
dice, pero él lo dice sin ocultar nada, sin mentir y sin motivos ocultos.
Sucede además de que Cuesta Morúa es
escritor, analista político y su actividad fundamental es el planteamiento y la
discusión de ideas.
Sólo agregar un detalle: su pensamiento
es socialdemócrata, por lo que muchos en Miami recurren a las viejas categorías
y lo encasillan como “izquierdista”. Y algo más: es negro.
Yoani Sánchez se ha convertido en la voz
más popular en el exterior del activismo ciudadano que busca el establecimiento
de una sociedad civil en Cuba, con un discurso que combina el uso de las nuevas
tecnologías con su visión generacional sobre la isla. Es, simplemente, una
bloguera. Puede considerarse una activista. Si se le llama disidente en la
prensa extranjera es como un recurso facilista, por recurrir a un concepto
conocido para sustituir una frase más larga.
Sánchez ha logrado caminar por la delgada
línea de la expresión de sus dudas y problemas —que son los de la mayoría de
los cubanos— sin caer en el discurso político contrarrevolucionario tradicional.
Cuesta Morúa y Sánchez no tienen que
compartir las mismas ideas y visiones en todo lo relacionado con lo que ocurre
en Cuba y el resto del mundo. Pero a ambos los une el interés y la pasión por
divulgar la verdad y el buscar cambios pacíficos en la isla. Ese delito, lo
cometen a diario.
A Cuesta Morúa se le aplicó una medida
cautelar, que lo obliga a presentarse todos los martes en una estación policial,
hasta el día presumible en que se le celebre juicio (aún no se ha fijado fecha).
¿De qué se le acusa? Pues simplemente de intentar celebrar un Foro Alternativo
a la II Cumbre de la CELAC. Algo que se hace rutinariamente, en cualquier parte
del mundo, cuando se lleva a cabo una cumbre de presidentes. Un tipo de evento
que precisamente el gobierno cubano ha alentado y financiado en otros países.
Yoani Sánchez acaba de crear algo que
también cualquiera hace a diario, desde la comodidad del hogar: crear un portal
—creo que, de momento, llamarlo periódico es un poco exagerado— para divulgar
información. Aún no ha sido acusada de nada, pero una sentencia se decretó a
las pocas horas de salida del sitio en internet: quienes viven en la isla no
pueden ver la página; para las computadoras de la isla no existe. Ha sido
bloqueada.
Lo curioso en ambos casos es que tanto es
ridícula la acusación contra Cuesta Morúa como artero el bloqueo al nuevo
portal dirigido por Sánchez, 14ymedio.
En este último caso, la solución no ha sido la simple censura sino una forma
que intenta ser sutil, pero es igualmente burda: el portal ha sido hackeado, y los usuarios que desde la isla
intentan acceder al mismo son redireccionados a Yoanislandia.com, una página dedicada a difamar a Sánchez.
Eso, en Cuba, no se hace sin la autorización
del gobierno, pero La Habana ha decidido crear un compás de espera: ver la
reacción internacional al hecho y medir sus consecuencias. Analizar en la
práctica lo “dañina” que se puede considerar la información suministrada. Es
posible que esta situación cambie en el futuro o en cualquier momento*.
Sólo que con este hecho convirtieron en
noticia no solo la salida del portal, sino también su bloqueo. Las
consideraciones sobre la calidad de la información brindada quedan para otro
momento.
Tacañería de un Estado que no admite la
menor manifestación de independencia, donde la función opositora ha
evolucionado de un enfrentamiento radical al desacuerdo, la disidencia y la
simple búsqueda de una vida propia. El gobierno de Cuba sigue sin permitir la
menor apertura, no sólo de un espacio político sino de información
independiente. Mientras algunos métodos represivos cambian de táctica —detenciones
por varias horas, advertencias—, el mecanismo de terror se mantiene
inalterable.
*El bloqueo o hacheo fue eliminado aproximadamente el sábado por la noche y el domingo ya los residentes de la isla podían entrar en el sitio. Esta columna fue escrita el jueves pasado y enviada al periódico el viernes. La edición del lunes, en lo que respecta a las páginas de "Opiniones" queda lista ese día.
Esta es mi columna semanal, que aparece en la edición de El Nuevo Herald del lunes 26 de mayo de 2014.
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