miércoles, 25 de junio de 2014

Y ahí estará


Tras 55 años del llamado "proceso revolucionario", la capital cubana representa la más tenaz resistencia a la transformación que por otra parte ha vivido todo el país.
La Habana permanece como una referencia a una época desaparecida para siempre y al mismo tiempo es el centro político de las decisiones futuras.
A la vez que han resultado inútiles los intentos de humillarla, reducir su valor como centro cultural y político de la isla, y de llevar a cabo una venganza iniciada el primero de enero de 1959 de disminuir su importancia, tampoco puede hablarse de un avance de la ciudad —más allá de algunos edificios, sobre todo hoteles para visitantes extranjeros, obras meritorias de reconstrucción del centro histórico, que por otra parte han estado acompañadas de un aprovechamiento monetario de sones para turistas y decorados para viajeros ilusos— que permita hablar hoy de una Habana distinta a la que existía cuando las tropas campesinas entraron a la ciudad, dispuestas a convertir al sitio en sus cuarteles de invierno o de verano; campamento de descanso y entrenamiento guerrillero; cantera desde la cual estudiantes, soldados y profesionales revolucionarios saldrían para llevar los ideales fidelistas al resto de la nación y el mundo.
A lo largo de los años La Habana ha admitido —con renuencia y entusiasmo— a guajiros analfabetos y toscos; jóvenes campesinas que llegaron para aprender corte y costura y no quisieron volver a sus pueblos de origen; técnicos y funcionarios soviéticos y de los países socialistas; idealistas de cualquier parte del mundo; turistas en busca de la experiencia revolucionaria o simples fornicadores, aventureros y estafadores; estafadores y empresarios avariciosos y brutos, dados al abuso y el desprecio hacia los nacionales; becados de los remotos confines y año tras año y hasta el momento a los aspirantes a policías y represores: individuos que a cambio de un techo colectivo y una comida mejor están dispuestos a romperle la cabeza a cualquiera, especialmente a quienes creen que los desprecian y no los entienden, o ellos no entienden.
Durante todo ese tiempo, la revolución ha sido incapaz de crear una arquitectura en que fundamentar su permanencia. Los pocos edificios que pueden asociarse con el presente —o a estas alturas con el pasado— revolucionario han sido víctimas de una apropiación que los desvirtúa del objetivo original: es imposible hablar de la heladería Coppelia sin asociarla a los homosexuales, las viviendas hechas por las microbrigadas apenas una mención al deterioro de las edificaciones, la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE) un proyecto a medias, el Instituto Superior de Arte (ISA) un recinto sospechoso de creadores disidentes, el Parque Lenin sólo una referencia, mencionada al señalar el refugio temporal del escritor Reinaldo Arenas y un Centro de Convenciones que sirvio para albergar reuniones y jefes de Estado que al final han tenido poca trascendía internacional. Lo demás es esa reconstrucción del centro histórico de la ciudad colonial, que sirve de fachada turística.
El verdadero centro de poder del país se limita a la Plaza de Revolución, un conjunto de edificios de los que se apropió Fidel Castro y ahora disfruta su hermano —al igual que de muchos otros— y  adaptó a sus fines de supervivencia.
Definido entre la ausencia y el deterioro, el conjunto arquitectónico capitalino postrevolucinario obliga a los escritores cubanos a una evocación basada en afinidades literarias y una descripción del deterioro, sin la existencia de una obra narrativa que permita constituirse en paradigma de una época, de forma similar a La Habana presente en los textos de Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Cabrera Infante. Una capital que, a los ojos del mundo, permanece en la esfera literaria más imaginada en el pasado que en el presente.
Tantas décadas con un cuerpo narrativo centrado fundamentalmente en acontecimientos y personajes —y con un paisaje urbano donde lo nuevo es el envejecimiento urbano— conlleva a que el marco referencial más inmediato y panorámico continúe siendo la literatura escrita treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta años atrás. Un hecho acentuado por los primeros años de una épica revolucionaria centrada en lo rural y el interés de varios escritores en crear —con mayor o menor fortuna—  una narrativa histórica.
Si bien la falta de un desarrollo urbano avanzado tras el primero de enero de 1959 ha cumplido —como un objetivo secundario— una función de preservación, ello ha contribuido también para que en la imaginación literaria, especialmente para los exiliados y extranjeros, La Habana continúe gravitando sobre los pilares edificados por Carpentier, Lezama y Cabrera Infante. Este panorama podrá servir de punto de partida y solo será superado en una fecha imprecisa: cuando la ciudad comience una transformación acelerada, que de momento apenas es posible imaginar.  

lunes, 23 de junio de 2014

Silvio comienza a despertar


Algunos cantantes en Cuba ya no repiten alabanzas al régimen de los hermanos Castro como hacían antes. O al menos ya no tantas.
Silvio Rodríguez acaba de afirmar que en sus recorridos por los barrios de la isla ha aprendido que la gente está “mucho más jodi… de lo que pensaba” y que sus actuaciones en esas zonas han sido una vía para “conectarse” con la realidad de su país.
Las declaraciones aparecen en una entrevista realizada por un periodista y bloguero de la provincia oriental de Holguín, donde hace unos días actuó como parte de los conciertos gratuitos que desde hace años ofrece por diferentes barrios de la isla.
“He aprendido que la gente está jodi…, muy jodi…, mucho más jodi… de lo que pensaba”, respondió Rodríguez al ser preguntado sobre su estancia en esos lugares.
El fundador de la llamada “Nueva Trova” cubana admitió que no vive en uno de esos barrios y tiene “una vida mucho más cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos”.
 “Cuando uno cantaba: Te convido a creerme cuando digo futuro realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que el futuro iba a ser otro”, señaló el cantante.
En sus inicios, Silvio Rodríguez representó una pequeña posibilidad contestataria dentro del sistema, y lo que es más importante, de individualidad creadora. Más que un rebelde, siempre fue un individualista, algo por otra parte nada despreciable pero difícil de ejercer en la Cuba de entonces. El lo logró con maña propia y truco compartido.
En el fondo y a flor de piel Silvio es un débil. Alfredo Guevara —que siempre fue un malvado taimado— se dio cuenta de ello. Haydee Santamaría —que era una mujer bruta, insensible y pueblerina— debió encontrar algo atractivo en amparar aquellos muchachos trovadores, quizá una forma de reafirmar sus poderes o un medio de compensar su incultura.
Pero más que el interés personal de los dos funcionarios, lo importante fue la utilización del cantautor como instrumento de propaganda, en la isla y sobre todo en el exterior. A ellos debe Silvio parte de su carrera. También a los jóvenes de Cuba, y luego de Latinoamérica y España que perseguían sus canciones.
En ambos casos pagó sus cuentas: a los funcionarios, con obediencia; a su público con una gran cantidad de (buenas, excelentes, malas, pésimas) composiciones.
Hay la terca costumbre de hallar valores éticos en quienes pueden crear obras de arte. No siempre es así. Como ser humano Silvio ha dado muestras de conducta despreciable.
No es el único. Pero en su caso no se está sólo frente a un artista, sino también ante alguien que supo explotar las circunstancias que le permitieron convertirse en un mito de la juventud cubana e internacional.
Es bueno aclarar que dos de los cimientos sobre los que se estableció el Movimiento de la Nueva Trova o Canción Protesta son falsos: no fue protesta ni esencialmente cubana en sus inicios.
En la isla la canción protesta nació de la necesidad de asimilar pálidamente una corriente internacional de la que se benefició el régimen, pero de la cual logró mantener alejados a los jóvenes. Que al principio los cantantes del movimiento sufrieran una persecución breve y trabas y censura sólo ejemplificó la falta de visión de ciertos burócratas y militares.
La Canción Protesta reflejó en la figura de Silvio Rodríguez la influencia de Bob Dylan, del juglar con guitarra que interpretaba textos poéticos lanzados contra los cánones y patrones establecidos en la sociedad. En su caso, los textos que alcanzaron un carácter de denuncia fueron pocos. Debe reconocérsele que en aquel entonces escribir sólo uno de ellos significó coraje y valentía, pero cuando se considera su trayectoria artística, el mito del cantante trasciende en mucho el valor musical o poético de sus obras.
Días atrás, otro músico, Manolín, “El Médico de la Salsa”, publicó en su página en Facebook una carta dirigida a los hermanos Castro, en donde les pide dejar el poder.
"A Fidel Castro y a Raúl Castro, y todos los que lucharon junto a ellos, y todavía están en el poder, no se compliquen, no se rompan más la cabeza, es más sencillo".
Así comienza Manolín —que regresó a vivir en Cuba pero al momento de redactar la carta se encontraba en Perú— sus “recomendaciones” a los gobernantes de la isla.
 “Los muy mayores, han vivido mucho más y por ende, están más golpeados por la vida, ya no ven la vida igual, ya hay decepciones, prejuicios, frustraciones, rencores, acumulan muchos enemigos, y mucho pasado a cuesta, ya no funcionan igual; y no son 60 ni 70 años, ya son casi 90 años los que tienen ustedes, deben descansar”, sugiere el cantante, quien continúa diciendo que los jóvenes traen consigo justamente todo lo contrario.
Silvio, por supuesto, aún no va tan lejos a la hora de expresar sus sentimientos. 
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 23 de junio de 2014.

lunes, 16 de junio de 2014

Otra Cuba es posible


El 28 de febrero del 2008, el todavía flamante canciller cubano Felipe Pérez Roque firmó en Nueva York dos pactos de Naciones Unidas: el Pacto de los Derecho Civiles y Políticos y el Pacto de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Apenas cuatro días antes, Raúl Castro agarraba de forma oficial las riendas del poder cotidiano en la isla. Esas dos firmas auguraban una esperanza, la ilusión de que finalmente las cosas comenzaban a cambiar en Cuba.
Sin embargo, cinco años después las firmas han resultado tan efímeras en la práctica como la permanencia del entonces canciller en el gabinete del “hermano heredero del trono”. Un simple acto de propaganda o un gesto que pronto fue frenado por las poderosas fuerzas de la reacción, que parecen actuar en las altas esferas del poder cubano. Todo indica a pensar en lo primero. Raúl Castro mandó a firmar sin la menor intención de cumplir con lo firmado, porque sabía que aún quedaba pendiente un acto mucho más importante: la ratificación de los acuerdos.
Hay sin embargo un grupo de activistas en Cuba empeñados en que se cumpla lo pactado, o que el gobierno se desenmascare y entonces el engaño quede a las claras ante el mundo. Es un esfuerzo casi quijotesco, pero quienes lo llevan a cabo no cesan en su empeño. Todo lo contrario. Acaban de lanzar una campaña mundial, para que el gobierno cubano ratifique su palabra empeñada y garantice las libertades ciudadanas y sociales.
Estado de SATS es el promotor de esta campaña, divulgada por Facebook y Twitter desde La Habana, donde sus miembros han tenido que sortear las limitaciones a internet impuestas en la isla, para desarrollar la convocatoria a una acción colectiva concebida en Cuba y difundida por el mundo.
Lo que piden es simplemente cambios políticos en la isla. Algo que por décadas ha sido una ilusión, una utopía y el ideal por el cual incluso han perecido activistas pacíficos.
Por lo demás, no están exigiendo más que lo que el propio gobierno ha prometido pero no se atreve a concretar.
A través del arte y las redes sociales, con el slogan "Por otra Cuba", exigen que el gobierno de Raúl Castro cumpla.
"Cuba cambia si tú quieres" es otro de los hashtags de la campaña en las redes sociales.
"Por otra Cuba" no es una acción impulsada desde Miami, centro del exilio cubano, sino que ha sido llevada adelante con esfuerzo desde dentro de la isla, con la colaboración de cubanos en el exterior.
Desarrollada paralelamente en todo el mundo, los participantes de la campaña expusieron el logo creado por el dibujante cubano Garrincha en forma de carteles, grafitos y plantillas de esténcil durante el 8 de junio de 2014.
Desde hace algún tiempo Estado de SATS viene solicitando el apoyo de los cubanos y la comunidad internacional para exigir al gobierno de la isla no solo la ratificación sino también la entrada en vigencia de los Pactos de la ONU sobre derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales suscritos en 2008 por Cuba.
 Un día antes de la convocatoria la policía secreta cubana citó a varios de los promotores y detuvo durante varias horas al fotógrafo Claudio Fuentes. "Estaban preocupados con el 'grafitazo'", relata Fuentes sobre el interrogatorio al que fue sometido.
El proyecto Estado de SATS es un grupo de activistas a favor de la sociedad civil que busca “crear un espacio plural de participación y debate que permita ejercer libertades civiles anuladas en Cuba y rediseñar un futuro para el país desde una perspectiva democrática”.
Al igual que ha ocurrido con otros proyectos de la disidencia y la oposición pacífica,
"Por otra Cuba" ha tenido más repercusión fuera de Cuba que en la propia isla, debido a las restricciones en el uso de internet y la represión existente. Aun así "los cubanos acaban enterándose por el 'efecto rebote': las noticias sobre Cuba divulgadas en el exterior circulan en la isla por medio de una red de medios digitales como CD y memorias flash", explica Antonio Rodiles, que dirige Estado de SATS.
Entre otros méritos, Estado de SATS se ha caracterizado por ser un panel de discusión y análisis sobre la sociedad cubana, que no se limita a la necesaria denuncia de los abusos sino va más allá, en su intento de contribuir a la creación de una sociedad civil en la isla, y cuenta con la participación de intelectuales y artistas.
Sus participantes han sido detenidos, golpeados, encarcelados por horas o semanas, y acosados con los inevitables actos de repudio, el recurso más socorrido e inmediato que emplea el régimen cubano como fuerza represora y disuasiva.
Pese a los golpes, la cárcel y las humillaciones, Estado de SATS se mantiene firme.
Los miembros del grupo —ciudadanos que simplemente intentan expresar y discutir sus derechos de forma pacífica— continúan su labor, que ya se conoce en todo el mundo.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 16 de junio de 2014.

sábado, 14 de junio de 2014

El museo como depósito reaccionario de arte y los límites actuales a la hora de “Épater le bourgeois”


El 29 de mayo la artista luxemburgués Deborah de Robertis entró en una de las salas del Musée d’Orsay de París. Se sentó debajo del Origen del Mundo, de Gustave Courbet, y con su cuerpo reprodujo la imagen que aparece en la pintura.
Fue un acto de exhibicionismo —¿qué performance no lo es?— pero también una demostración de límites, tanto de esa institución reaccionaria que es cualquier museo, como de los intentos de superar la representación con fórmulas que pueden producir un efecto momentáneo, aunque durante un segundo vistazo nos demuestren que son tan anticuadas como el propio establecimiento que buscan impactar.
Contemplar la pintura y al mismo tiempo a la artista, que cuidadosamente viste del mismo color que el marco del cuadro, fue el objetivo buscado. La imagen estática y la representación con pelos y señales. Naturaleza muerta y naturaleza viva. Solo que es al mismo tiempo el engaño mayor. Sin la obra de Courbet, no hay diferencia entre esta performance y la estrella de cine, bailarina o cantante a la que “sorpresivamente” se le abre el vestido y enseña una teta.
Por supuesto que la artista brinda otra versión, pero no son más que palabras para la prensa, habilidad para ofrecer la cita adecuada a la hora de dar una información y no limitarla al vulgar escándalo.
“Mi obra, titulada Espejo del origen, no refleja el sexo, sino el ojo del sexo, el agujero negro. Mantuve mi sexo abierto con las dos manos para revelarlo, para mostrar lo que no se ve en el cuadro original”, señaló de Robertis a Le Monde.
El museo se ha negado a pronunciarse sobre lo ocurrido, en una actitud que busca no alimentar el hecho, y seguramente para tratar de evitar imitadoras ¿o imitadores? Aunque quizá el silencio sea la mejor respuesta, porque el espectáculo carece de transcendencia y solo ha servido para darle notoriedad a la autora.
El video de la performance, colgado por la propia artista en internet, evidencia la superficialidad de su obra, que intenta competir con el cuadro.
De Robertis avanza descalza por la sala, con un vestido de lentejuelas doradas y sin ropa interior. Se sienta y abre las piernas. La escena dura varios minutos, pero lo que llama la atención —luego de contemplar, por supuesto, el sexo de la joven— es lo que viene a ser el segundo acto de la escenificación: lo que otros “actores”, involuntarios pero previsibles, incorporan al reparto. Son los cuidadores del museo que se interponen entre la artista y el público, e intentan desalojar la sala, mientras algunos espectadores aplauden. Entonces todo se transforma en un acto de vaudeville, sonrisa breve y entretenimiento gratuito.
Para acompañar las imágenes, un texto soso en forma de poema —“Yo soy el origen, yo soy todas las mujeres. No me has visto, quiero que me reconozcas. Virgen como el agua creadora de esperma”— y como fondo musical el Ave María de Schubert.
Texto y música son las costuras más claras de una fabricación demasiado fácil, demasiado pegajosa, demasiado poco escandalosa.
Porque no hay riesgo en la escena, los cuidadores del museo se cuidan muy bien de no forzarla físicamente a que abandone su performance, mientras ella sigue obstinada repitiendo el poema, y solo tienen la reacción estúpida de tratar de desalojar la sala. Reducen a voyerismo y represión pequeño burguesa lo que no es más que un acto de propaganda, al que solo lo prohibido puede librar del tedio luego de un rato.
Pintado en 1866, el cuadro de Courbet resulta todo lo contrario. Está expuesto de forma permanente. Uno puede dedicarse a contemplarlo durante horas. Pero pese a tantos desnudos frontales en el cine, pornografía y fotos, la pintura aún impresiona. Basta detenerse un rato en la sala y observar al visitante que da vuelta alrededor de otros cuadros y vuelve a él; a la pareja de jovencitas que intercambian miradas y risas cortadas; a la mujer que mira pero que no quiere que la vean.
Courbet continúa imperecedero, por encima de la juventud de la carne y el desafío del momento.
Desafío que tampoco es tanto, porque tras DaDa y los surrealistas se consumió en gran medida la capacidad para Épater le bourgeois.
Si el escandalizar ha perdido profundidad, ha logrado sin embargo un  enorme alcance, gracias a internet y los medios sociales, solo que no en la forma de denuncia y rebelión, sino reducido a publicidad.
Casi dos millones han visto el video de De Robertis y la noticia ha aparecido en los principales diarios del mundo, solo que las imágenes están recortadas o con círculos negros o blancos, tapando lo que es el meollo de la representación, con el mismo pundonor que los guardianes del Musée d’Orsay.

miércoles, 11 de junio de 2014

El castrismo como bien a heredar


Los hijos de los dictadores son diferentes. El poder heredado les brinda la facultad de hacer lo que estuvo vedado, o incluso despreciado por sus progenitores. En el caso cubano, llama la atención que eso que en otra época pudo haber sido considerado un acto de herejía, sirva ahora a los objetivos del régimen.
Ni Fidel ni Raúl Castro han podido librarse de la condena, o incluso el reproche, por la represión homosexual. no importan las declaraciones, los premios repartidos a escritores —que recuerdan el pasado y convenientemente olvidan el presente— o los recorridos internacionales otorgados a ciertas víctimas.
Mariela Castro Espín se ha destacado como defensora de la libertad de orientación sexual. Desde su puesto de directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX) y de la revista Sexología y Sociedad ha sido una activista constante de los derechos de los homosexuales y promotora de la efectiva prevención del sida.
No deja de resultar paradójico, por no decir irónico, el interés que desde hace años viene demostrando Castro Espín en la defensa de los homosexuales. Su labor en este terreno ha resultado destacada, si se tiene en cuenta no sólo el historial represivo del régimen hacia el homosexualismo, superado en gran parte, sino también el machismo de la sociedad cubana, todavía imperante en buena medida.
Tampoco hay que pasar por alto una diferencia fundamental: el régimen practicó una represión política contra ciertos homosexuales —al tiempo que admitía y premiaba a otros—, mientras que el rechazo machista fue y es generalizado. La labor de Castro Espín tiene que ver con esta última forma de discriminación, al tiempo que elude la primera.
Sin embargo, este empeño no se ha visto libre de la sospecha de dedicarse a una labor desde una posición única —privilegiada por su nacimiento— y a partir de un momento en que hubo un cambio de política por parte del gobierno. Si bien su edad  la salva del reproche de no dedicarse antes a esta tarea, no por ello ha dejado de aprovecharse de la ventaja de llevar a cabo una función en momentos en que ésta resulta plenamente aceptada por el Estado.
Sería injusto acusar a Castro Espín de buscar el satisfacer un capricho propio de “hija rebelde de papá”, pero tampoco es ajena al hecho de cumplir un objetivo que desde hace años interesa al poder castrista: presentar al exterior el “rostro humanitario, liberal y progresista”, tanto del proceso revolucionario como de su familia.
Cuando se inició el proceso de sucesión de mando, de Fidel Castro a su hermano Raúl, surgió la pregunta de si a partir de ese momento Castro Espín tendría la posibilidad de comenzar a desempeñar un papel más destacado dentro del gobierno, y si se convertiría en una impulsora de las reformas necesarias.
Ello no ha ocurrido, la directora del CENESEX es más pompa que circunstancia. Más que una verdadera reformista, su labor se limita a presentar en el exterior la versión light de la familia Castro.
Alejandro Castro Espín, el hijo del general que gobierna la isla, es otra cosa. En fecha reciente, el Consejo de Seguridad de la Federación Rusa y el Consejo de Defensa Nacional de Cuba acordaron un memorando de cooperación y acordaron crear un grupo de trabajo conjunto. ¿Y quién firmó por la parte cubana? Pues el coronel Alejandro Castro Espín.
El Consejo de Defensa Nacional de Cuba es la institución encargada de prepararse, en tiempos de paz, para dirigir el país si estalla una guerra. Así lo establece la Constitución de la República de Cuba. No solo tiene a su cargo la movilización general de tropas en caso de emergencia, sino que asume el control total de la nación.
En representación de un órgano tan poderoso, con la capacidad de firmar documentos, y ante un aliado tradicional y futuro de primer orden, en el campo militar, Raúl Castro sólo envía a alguien de su absoluta confianza: su hijo. ¿El heredero del poder, más allá del Partido, del primer vicepresidente Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez y por supuesto de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que calla pero no otorga? Está por verse.
Antonio Castro no reivindica el golf como juego, más allá de la imagen burguesa, sino busca convencer que la isla es un lugar ideal para practicarlo, si se cuenta con el dinero suficiente.
En ambos casos el objetivo es el mismo: no son hijos rebeldes sino que obedecen a nuevas rutas. A diferencia de Corea del Norte, la sucesión no se traza a través del rumbo partidista o la carrera funcionaria. No se trata de un camino único. El coronel Alejandro Castro Espín representa la vía tradicional. El tiempo dirá si este sendero que se bifurca, y que de momento cumple un objetivo común, arribará a un resultado idéntico.
Las vías para destacarse que han optado algunos miembros de la familia Castro parecen responder no sólo a la circunstancia cubana sino a la actualidad internacional.
En un guión que se repetía casi sin modificaciones, los herederos tenían como único objetivo prolongar las dictaduras paternas Así ocurre aún en Corea del Norte, pero en otros casos, como sucedió con Gadafi y sus hijos, el mecanismo dejó de funcionar.
Tras largos años de poder absoluto, gobiernos totalitarios que parecían eternos se desmoronan en semanas, días, incluso horas. Las plazas en que por décadas se realizaron discursos en que se ensalzaba al dictador caen en manos de los opositores y son rebautizadas de inmediatos; los cientos, miles de carteles con la imagen del hasta entonces poderoso jefe de Estado son pisoteadas, escupidas, desechas en minutos.
De pronto el futuro se ha tornado frágil para los hijos de los dictadores. Es un fenómeno nuevo que los debe tener sorprendidos.
Podrá demorarse más o menos, pero en la vida de muchos de estos dictadores llega el momento en que, como que se les agota la cuerda. No hay sucesión segura. Es más, se impone que los herederos piensen sobre la testarudez paterna, cuando aún es tiempo, y dediquen un momento a hacer las maletas. 

lunes, 9 de junio de 2014

Democracia y capitalismo en Cuba


Por décadas en el exilio cubano de Miami se ha mantenido aferrado al credo  de que llevar la libertad a Cuba pasa por la reinstauración de un sistema político dominado por el mercado. No es cierto. Capitalismo y democracia no son sinónimos. Pueden coincidir, pero no necesariamente. Se puede aspirar a que en la isla exista un Estado de derecho, el respeto absoluto a los derechos humanos, la propiedad privada y la libre empresa, sin que ello implique añorar una vuelta al pasado y apoyar la ilusión de convertir a La Habana en una copia de Miami.
De hecho, cada vez cobra mayor fuerza la evidencia de que el proceso de “actualización” que lleva a cabo el gobierno de Raúl Castro está muy cerca de una vuelta al capitalismo sin cortapisas ―en sus aspectos más superficiales y despiadados―  y en nada interesado en el menor cambio en lo que respecta a las libertades ciudadanas.
Los fanáticos del neoliberalismo, que suelen confundir la falta de regulaciones y controles del mercado con la libertad política, deben leer The Return of History and the End of Dreams, el libro de Robert Kagan, el ideólogo neoconservador de mayor talento en Estados Unidos. Kagan hace una buena observación al señalar lo que pasan por alto quienes creen que con sólo las bendiciones combinadas del comercio, capitalismo y propiedad creciente se llega inexorablemente a una democracia liberal.
Lo que se subestima es el atractivo internacional de la autocracia. La Unión Soviética, después del impulso inicial que recibió la industrialización, fue un modelo de fracaso económico hasta su fin. Ahora con Vladimir Putin el crecimiento y la diversificación económica aún dejan mucho que desear —el país se sustenta en dos industrias, ambas muy lucrativas, el petróleo y la fabricación de armamentos— pero Rusia ha vuelto a ser una nación con aspiraciones imperiales y una superpotencia con la cual hay que contar y que se teme.
La China actual, de momento, no lo es un peligro bélico inminente, pero hasta cuándo. Como dice Kagan, “gracias a décadas de destacado crecimiento económico, los chinos pueden argumentar hoy que su modelo de desarrollo económico, que combina una economía cada vez más abierta con un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para el desarrollo de muchas naciones”.
Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente en más de un tecnócrata o funcionario cubano. No es siquiera que el ideal de Raúl Castro sea la puesta en práctica de ese modelo. Si algo se desprende de la realidad cubana actual, las declaraciones del jefe de Estado y los avances y retrocesos que han traído lo que la prensa extranjera llama “reformas”´ y la oficial de la isla denomina “actualización” es la existencia de un conjunto de medidas de supervivencia para navegar en el caos sin que se produzca un estallido social.
Hasta ahora ―hay que señalarlo― lo han logrado como si fueran los dueños absoluto del tiempo. No hay mérito en ello si se recuerda otro  ejemplo —Corea del Norte—, donde un absolutismo cuasi monárquico, o monárquico en cuanto a la transmisión familiar del poder, mantiene firme las riendas del poder. Sin embargo, la casta militar cubana ha dado muestras de desempeñar con efectividad un rol productivo y no limitarse al poderío parásito de la mayoría de los militares norcoreanos.
Aquí vendría entonces  la pregunta de hasta dónde está el exilio de Miami preparado para lidiar con ese grupo de funcionarios y militares que están establecidos como los herederos del poder en Cuba.
Ante todo hay que señalar algunas verdades, dolorosas para algunos aquí en Miami. Más allá de los méritos cívicos y el valor de sus integrantes, el  movimiento disidente es un buen indicador del control absoluto del Gobierno sobre la ciudadanía del país.
Hasta el momento,  la disidencia ha demostrado su incapacidad como vía alternativa para el cambio de régimen, en tanto que se ha constituido en un formidable instrumento de denuncia.
Tampoco llegan lejos ―nunca lo han logrado― quienes desde el exilio llevan a cabo una labor de cabildeo dentro del gobierno y en el Congreso en Washington para conseguir que el gobierno de este país asuma una actitud realmente agresiva frente al régimen de La Habana, con el objetivo de transformar la situación actual.
A estas alturas debe quedar claro que las bases para un vínculo económico, entre el exilio y los residentes en la isla, que sobrepase el simple envío de remesas están establecidas y solo espera una mayor flexibilidad en ambas costas del estrecho de la Florida. Hasta el momento, el régimen de La Habana mantiene el monopolio de explotación de esta relación económica —más que simbiótica parasitaria— y no hay indicación alguna de que esta situación pueda cambiar sino todo lo contrario: cada vez más el gobierno cubano esquilmará económicamente al exilio, a partir de explotar los vínculos familiares y aprovecharse de la inercia de la población de la isla.
A todo lo anterior se añade que la visión de que Cuba está gobernada por una gerontocracia es incompleta, y que quien piense―en parte por pereza, por culpa de los corresponsales internacionales que no hacen bien su trabajo y  hasta por desconocimiento de nombres y caras― que los mandos del régimen se limitan a un puñado de ancianos, y que todo se reduce a un problema de edad, lo más probable es que muera en la espera de una solución biológica.
Si, salvo que se produzca un estallido social incontrolable, el destino cubano más probable es un cambio generacional, que ampliará la vía capitalista pero mantendrá reducidas o controladas las libertades públicas, la ecuación capitalismo y democracia salta en pedazos.

domingo, 8 de junio de 2014


El ex cantante de pop británico Gary Glitter ha sido acusado formalmente de ocho delitos sexuales contra dos niñas de entre 12 y 14 años cometidos entre 1977 y 1980, anunció la fiscalía británica. Los periódicos y las agencias cablegráfica han corrido a dar la noticia. Pero lo que de momento todos han olvidado es que Glitter vivió en Cuba.
Glitter, de 70 años y cuyo nombre real es Paul Gadd, fue la primera persona detenida en la llamada “Operación Yewtree”, una investigación policial sobre los abusos a menores que perpetró durante décadas el ya fallecido presentador de la BBC Jimmy Savile.
El ex cantante pop fue detenido el 28 de octubre de 2012 en Londres para ser posteriormente puesto en libertad bajo fianza.
“Hemos considerado cuidadosamente las pruebas reunidas por la Policía Metropolitana de Londres con relación a Paul Gadd, también conocido como Gary Glitter”, afirmó Baljit Ubhey, jefe de la Fiscalía de Londres.
“Tras haber completado la investigación, hemos concluido, según el Código de la Fiscalía, que hay evidencias suficientes y que es de interés público que Gadd sea acusado de ocho delitos en virtud de la Ley de Delitos Sexuales de 1956”, apuntó.
Esos cargos están relacionados con dos mujeres, que cuando fueron víctimas de Glitter, entre 1977 y 1980, tenían “entre 12 y 14 años”.
Los problemas de Glitter con la justicia , por acusaciones de pornografía infantil, no son nuevos.
En 1997 Glitter fue arrestado cuando regresaba de una vacaciones en Cuba. En el juicio, celebrado en noviembre de 1999, las autoridades inglesas mostraron su interés en conocer lo que hacía Glitter durante sus frecuentes viajes a la isla, donde tenía una casa.
Luego de cumplir la mitad de una condena en enero de 2000, de cuatro meses por 54 cargos de posesión de pornografía infantil, Glitter manifestó que podría trasladarse a vivir en Cuba, con lo que La Habana no sólo se mostró complacida sino que lo invitó a hacerlo.
El  ex cantante terminó por no establecerse definitivamente en la isla. Viajó a España y Camboya, entre otros lugares, y fue arrestado en varios ocasiones, encarcelado en Vietnam en el 2006, bajo acusaciones de abuso infantil.
Posteriormente fue detenido e investigado en Inglaterra por su supuesta vinculación en el caso de la estrella de televisión Jimmy Savile, quien se alega abusó sexualmente de unos 300 niños y adolescentes durante un período de 40 años. En la actualidad vive en Londres, donde ahora tendrá que comparecer ante la Corte de Magistrados de Westminster, el próximo día 19 de junio, precisamente por su vinculación con el caso Savile.
En su informe de 2000-2001, la Ecpat (End Child Prostitution, Child Pornography) señalaba la existencia de prostitución infantil y tráfico de menores en Cuba, y añadía que en el país no se habían tomado medidas al respecto.
Un informe confidencial de la Real Policía Montada Canadiense (RPMC), en el 2011, señaló que Cuba era uno de los principales destinos en el continente para los depredadores sexuales canadienses, junto con la República Dominicana, Haití, Brasil y México.
Por su parte, una investigación realizada por los diarios Toronto Star y El Nuevo Herald, publicada en marzo del 2013, brindó una amplia información sobre turistas canadiense que viajaron a Cuba para tener sexo con menores.
En vez de enfrentar el problema, a lo largo de los años el gobierno cubano lo único que ha hecho es negarlo o limitar su alcance.
Por ejemplo, en la Consulta sobre Violencia Sexual en la Región de Latinoamérica, celebrada en febrero del 2001 en San José Costa, el régimen emitió una declaración, reclamando que las alegaciones de que Cuba era una de los países latinoamericanos más afectados por el comercio de explotación sexual de los niños eran “completamente falsas”.
Sin embargo, aunque existen leyes severas al respecto, en Cuba no hay interés por erradicar las condiciones que propician esa forma de abuso infantil, así como tampoco para poner fin a la prostitución. El enfoque del régimen al respecto es hipócrita y mal intencionado.
Durante décadas, el gobierno cubano afirmó que la prostitución era uno de los “males del pasado” erradicado tras el triunfo revolucionario.
“En nuestro país, la prostitución se erradicó hace muchos años. En nuestro país, todas esas tristes y horribles cosas de una sociedad explotadora, ya no existen”, afirmó Fidel Castro el 30 de noviembre de 1971. Años más tarde, en otro discurso, acudió al insólito recurso educativo y sanitario al reconocer el problema en la isla: "nuestras prostitutas son las más sanas e instruidas del mundo....".
El gobierno de La Habana dice que la prostitución en la isla es “voluntaria”, un argumento no sólo cínico, sino ajeno a la ideología que el sistema imperante aún dice sustentar. La realidad es que el país se ha transformado en un centro de corrupción y vicio, donde la explotación sexual infantil es su aspecto más aterrador. 
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 9 de junio de 2014.

viernes, 6 de junio de 2014

¿Socialismo a la cubana o Cuba sin socialismo?


El problema fundamental que encara el gobierno cubano y sus economistas, ante la necesidad de llevar a cabo reformas que alivien la crítica situación del país, es la respuesta a una pregunta: ¿puede permitirse la actividad privada, aunque sea en una escala reducida, sin poner en peligro la sociedad socialista? O dicho con las palabras del economista húngaro János Kornai: ¿es reformable el socialismo?
Kornai encontró que la interrogante sólo admitía una respuesta negativa. Llegó a esta conclusión a partir de los principios más elementales del marxismo-leninismo, y cuando la formuló en 1990 no estaba abogando por el mantenimiento de ese sistema, sino simplemente evaluando los hechos. Al utilizar los términos de la economía marxista-leninista, se refirió a la conclusión clásica de que la pequeña propiedad mercantil engendra capitalismo, de forma constante y sin detenerse. “Lenin tenía toda la razón. Si una sociedad permite que haya un gran número de pequeños productores de mercancía, y los deja acumular y crecer con el tiempo, tarde o temprano surgirá un genuino grupo de capitalistas”, afirmó Kornai.
En el caso cubano, tampoco se pueden eludir otras dos interrogantes. La primera lleva a cuestionarse si realmente existe el socialismo en la isla y la segunda es aún más concreta: ¿Qué hacer entonces?
Un análisis de los factores económicos debe dejar a un lado los aspectos políticos del tema, en lo referente a las implicaciones y preferencias que encierra cualquier ideología, así como todo lo relacionado con  la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.
La respuesta a la pregunta de si hay socialismo en Cuba es negativa desde una perspectiva económica, a partir del hecho de que desde hace años subsisten dos modelos en el país: uno fundamentado en la propiedad privada y otro tradicional, que tiene su base en los medios de producción estatales.
Con bastante éxito, el régimen de La Habana ha logrado mantener separados estos dos modelos. Su estrategia ha estado dirigida tanto a reducir la esfera de producción privada nacional —autorizada durante el llamado “Período Especial”— como a concentrar la inversión extranjera y las empresas conjuntas con capital privado (foráneo) en un número reducido de grandes corporaciones, y en sectores que  siendo fundamentales a la hora de obtener ingresos, pueden ser “aislados” de la población. La minería y el turismo son dos buenos ejemplos.
Las principales víctimas de esta estrategia han sido los cuentapropistas cubanos y los pequeños empresarios extranjeros. Por otra parte, la estrecha colaboración con el gobierno venezolano ha resultado un factor clave en lograr este objetivo.
Una contradicción fundamental a la que se enfrenta Cuba, y por la que pasaron la desaparecida Unión Soviética y los países de Europa del Este, es que al igual que el sector privado crece de forma “espontánea” y más allá de lo previsto, cuando se posibilita la menor reforma, también la burocracia crece a pesar de los esfuerzos por reducirla.
Lo que ocurre en la práctica —y está sucediendo en Cuba en estos momentos— es la existencia de  dos modelos que compiten por la supervivencia.
Las economías socialistas clásicas (pre reformistas) combinaban la propiedad estatal con la coordinación burocrática, mientras las economías capitalistas clásicas combinan la propiedad privada con coordinación de mercado.
“Estos dos casos simples pueden considerarse modelos históricos de referencia”, de acuerdo a Kornai.
Uno de los aspectos negativos de la mezcla de ambos sistemas, en una misma nación, es el aumento del desperdicio de recursos.
Mientras que un sector privado vive constantemente amenazado en un sistema socialista, al mismo tiempo se beneficia de un aumento relativo de ingresos, al poder fácilmente satisfacer necesidades que el sector estatal no cubre. Sin embargo, estos artesanos o propietarios de restaurantes ―para poner dos ejemplos clásicos— no tienen un mayor interés en cultivar a sus clientes, y tampoco en acumular riqueza y darles un uso productivo. Y como el destino de sus empresas es bastante incierto, en la mayoría de los casos emplean sus ingresos en mejorar sus niveles de vida mediante un consumo exagerado.
Esta actitud y conducta no difiere de la del burócrata, que sabe que sus privilegios y acceso a bienes y servicios escasos dependen de su cargo.
Es por ello que el economista húngaro destaca que, si bien “la propiedad estatal y privada pueden coexistir dentro de la misma sociedad. Sin embargo, en los ambientes político, social e ideológico de los países de socialismo reformista, ésta es una simbiosis incómoda plagada de aspectos imprácticos”.
A este problema se enfrenta el presidente Raúl Castro, al tratar de buscar una mayor eficiencia en la economía. Al mismo tiempo, su gobierno está tomando medidas destinadas a evitar fenómenos que van del  lavado de dinero —no de fondos provenientes del narcotráfico sino de actividades ilícitas, como el tráfico de divisas— a la evasión fiscal, la corrupción y el robo en las empresas estatales.
Sin embargo, tanto el limitado sector privado, como el amplio sector de economía estatal, están en manos de personas que conspiran contra esa eficiencia por razones de supervivencia.
La fragilidad de un socialismo de mercado es que su sector privado, si bien en parte está regulado por ese mismo mercado, en igual o mayor medida obedece a un control burocrático. Al mismo tiempo, este control burocrático lleva a cabo muchas de sus decisiones a partir de factores extraeconómicos: políticos e ideológicos.
Una solución parcial a este dilema sería aumentar el papel del mercado y concederle mayor espacio a las actividades privadas, de forma legal y dejando la vía abierta a la competencia y la iniciativa individual. Sólo que entonces el éxito en el mercado tendría un valor superior a la burocracia.
Esto es lo que algunos temen en la isla y otros ansían. 

jueves, 5 de junio de 2014

La perversión del lenguaje


La campaña de propaganda contra disidentes, opositores pacífico y activistas de la sociedad, que por años viene desarrollando la prensa gubernamental cubana, ejemplifica la decadencia ideológica de un régimen agonizante.
Los recursos utilizados son viejos: el insulto y la vejación como arma; la divulgación de mentiras que en ocasiones se apoyan en elementos aislados de verdad, aunque que en su totalidad presentan un panorama falso; la visión desplazada que deforma la perspectiva de conjunto y la demonización del enemigo. Solo que ahora están reducidos a sus elementos más simples.
En sus primeros años la ideología castrista propuso la imagen de una sociedad mejor pero futura. El discurso de ataque político estaba dirigido fundamentalmente contra varios grupos, pero siempre la referencia se concretaba al pasado: “rezagos del pasado”, “vicios del pasado”, “actitudes pequeño burguesas que aún prevalecen”, “miembros de la antigua clase privilegiada”, “remanentes de la vieja sociedad”.
La personalidad del enemigo se diluía en su supuesta permanencia a una clase social. El terror apuntaba hacia el exterminio y la segregación. El método no era nuevo. De forma similar y diversa el comunismo y el fascismo habían empleado el mismo recurso, y con anterioridad los imperios coloniales y esclavistas, aunque con distintos argumentos.
La deformación del lenguaje se producía de dos formas. La abstracción servía como un medio para despersonalizar y tergiversar las palabras. Se hablaba de la “liquidación” de la explotación, el “ajusticiamiento'” de los traidores y la “recuperación” de las propiedades del “pueblo”.
 Al mismo tiempo, se deshumanizaba a los opositores: `”gusanos”, “escoria” y “parásitos'” en Cuba; “perros rabiosos del capitalismo” en China y “vampiros”, “bastardos” y “piojos” en la desaparecida Unión Soviética.
Gracias a estos recursos, el lenguaje ideológico del castrismo nace deforme por naturaleza. Al mismo tiempo, comienza a deteriorarse casi desde su origen. Paradójicamente, dos factores contradictorios contribuyeron a ello: el fracaso en la concretización de su modelo ideal y los éxitos en la exclusión de sus enemigos tradicionales.
Por años se prefirió ignorar a los disidentes, persistir en la categoría de “vicios del pasado” al tratar de eliminar todos los intentos de crítica, e identificar con la “sociedad anterior” a quienes se oponían al sistema.
La permanencia en el poder fue erosionando esos argumentos. El golpe más formidable ocurrió con la crisis que culminó en el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso, cuando miles que eran niños en 1959, o nacidos después de esta fecha, y trabajadores carentes de propiedades, decidieron o se vieron forzados a abandonar el país.
Ello obligó al gobierno a recurrir a una difamación menos política y más vulgar. El ataque frontal a los “enemigos de clase” se sustituyó por las vejaciones y los epítetos. Las palabras más repetidas fueron “prostitutas”, “homosexuales” y “proxenetas” (claro que en sus versiones más crudas).
La crisis del Mariel no modificó en cambio que la caracterización continuara recurriendo a la generalización. Bajo la palabra “escoria” se catalogó a todos, pese a que en muchos casos las diferencias superaban a las semejanzas.
Con los años se mantuvo la táctica de difamación, pero el lenguaje fue modificándose. No se ataca al exilio en general, y prefiere hablarse de “diáspora”, “emigrados”, “cubanos en el exterior”. Se habla de “la mafia de Miami”, para definir y limitar el ataque a una ciudad y a un sector de la comunidad.
La falta de argumentos ideológicos ha llevado a los ataques personales, más soeces pero más limitados.
Este enfoque responde a un argumento de peso, o mejor de dólares: la economía de la isla depende en gran medida de las remesas que se envían desde Miami; pero al mismo tiempo reconoce la fuerza económica y política de un sector del exilio.
Ya no se habla de “títeres del imperialismo”, sino de recalcitrantes y “asalariados del imperio”, “mercenarios”.
Curiosa esa dualidad que el régimen asume al emplear como arma —más que ideológica simplemente política— al fetichismo del dinero.
Cuando el canciller Bruno Rodríguez mostró su desdén frente a la posibilidad de que los cubanoamericanos invirtieran en la isla, durante una reunión con miembros de la CAFE (Cuban Americans for Engagement), se limitó a mostrar una preferencia por las grandes cifras.
“Yo no sé a cuántos cubanos ustedes conocen que podrían invertir en Cuba 200, 300, 500, 1.000 millones de dólares, que es la inversión que demanda Cuba”, dijo Rodríguez.
Sin embargo, supuestas cifras muchísimo, pero muchísimo, más pequeñas son esgrimidas como el argumento negativo perfecto para despertar la envidia y promover una motivación adicional a los que participan en los actos de repudio.
Si naciste en Cuba y vives en el exterior y has logrado acumular una fortuna de miles de millones, ya sabes que tienes las puertas abiertas en la isla, pero no te atrevas a hacer nada que haga que el gobierno te acuse o te difame —no importa la carencia de pruebas— de conseguir unos cuantos dólares.
Si la difamación individual ha abandonado el lenguaje de la lucha de clase, y se ha postrado ante la envidia más mezquina, la epopeya y la épica revolucionaria de los primeros años ha degenerado en la disputa de solar, el chancleteo y la obscenidad.
Un paso importante en ese destino se dio con la tragedia del niño Elián González, que quedó solo en el mar tras un naufragio de balseros, fue llevado a Miami, retenido por familiares y finalmente devuelto a Cuba. Por aquellos días el naufragio de los balseros se reduce a descripciones propias de la denominada “cultura de la pobreza”: hombres abusadores y alcoholizados que golpean a sus mujeres; relaciones familiares fundamentadas en la violencia; prostitución y robo.
Al final solo quedó el lenguaje de una novela que no llegaba al rosa, que se perdía en el gris y la suciedad, donde las intenciones valían más que los hechos, por entonces repetidos a diario —la fuga en balsas improvisadas— la realidad reducida en una fórmula de anécdotas más o menos escabrosas y a una arenga incesante.
Para la época del “niño Elián”, la ideología ya no aspiraba a ser doctrina: se limitaba a la distracción a la fuerza.
Fidel Castro no comprendió la excepcionalidad del caso de Elián y trató de repetir una campaña similar —pero ahora con carácter internacional— con las condenas a cinco agentes cubanos por espionaje en Estados Unidos. La campaña continúa incesante, y es uno de los legados de los últimos años de gobierno activo de Castro.
La propaganda a favor de los llamados “cinco” —que con el tiempo, se han reducido a tres— mantiene una melopea edulcorada, con apelaciones a la injusticia cometida, las arbitrariedades del juicio y el clima hostil en Miami, y apela a argumentos falsos, como la defensa del espía Gerardo Hernández decir ayer miércoles 4 de junio —en una rueda de prensa en Washington— que “el Miami Herald despidió a tres periodistas en 2006 cuando supo que estaban cubriendo el caso bajo la nómina del gobierno estadounidense” (según lo informado en Cubadebate y un cable de la agencia Efe), lo cual es una soberana mentira.
Mientras, los ataques a la oposición recurren cada vez más a un lenguaje de tono agresivo.
Esa mezcla de reclamar el reparo de una “injusticia”, apelar al acercamiento, la conciliación y el diálogo, contrasta con la hostilidad interna hacia quienes solo plantean la divulgación de información, cambios de acuerdo a la legislación vigente y el avance de la sociedad civil.
Como el gobierno cubano se muestra incapaz de discutir ideas y propuestas de una forma civilizada, el apelar al ataque personal y el insulto continúa formando parte de la esencia del sistema. No importa si el tradicional enemigo de clase ha sido arropado ahora con el disfraz del dinero.

martes, 3 de junio de 2014

El nuevo embajador


Los nexos de los gobiernos venezolano y cubano no dependen fundamentalmente del embajador. Maduro y los hermanos Castro mantienen contactos personales frecuentes y hay todo un personal cubano de alto nivel en Venezuela encargado de esta relación. Todo indica que el presidente Maduro ha enviado a la isla a un hombre enfermo, intelectual y crítico de su gestión, para sacarlo del país en momentos en que internamente su gestión es cuestionada cada vez con mayor intensidad.
El Parlamento de Venezuela aprobó el martes en sesión ordinaria, sin objeción de los diputados, la designación de Alí Rodríguez Araque como embajador de ese país en Cuba.
En mayo de 2013, Rodríguez dijo en una entrevista que los ataques verbales de Maduro a Henrique Capriles Radonski contribuyeron a encumbrar al líder opositor, lo que condujo al cerrado resultado de las presidenciales del 14 de abril-
“En la campaña creo que el candidato (oficialista) dedicó demasiado tiempo, en nueve (de los 10) días de la campaña, atacando a Capriles. Lo que hizo fue ranquearlo (colocarlo en una buena posición) cuando en un tiempo tan corto tenía que plantear todos los logros alcanzados” por el chavismo, dijo en entrevista conjunta con la AFP y la agencia cubana Prensa Latina.
Ese mismo año, cuando cumplió 76 años, Rodríguez le dio una entrevista a Informe21.com que no había podido hablar con el presidente Nicolás Maduro de lo que él consideraba eran problemas que enfrentaba el Partido Socialista Unido de Venezuela:
Él ha estado muy ocupado, y yo también he estado viajando, pendiente de los asuntos de Unasur y de mi salud. Ya, pronto, podremos hablar. Nos hemos visto, pero no hemos tenido oportunidad de profundizar”.
¿Qué sentido tiene enviar a Cuba a una figura cuya carrera política está prácticamente concluida y que se sabe permanece por temporadas en la isla para recibir tratamiento médico? Pues simplemente alejarlo de la escena pública nacional, no por lo que pudiera hacer sino por lo que representa.


lunes, 2 de junio de 2014

La respuesta de Raúl


Hasta ahora la carta abierta en que 44 políticos, expertos y empresarios estadounidenses y cubanoamericanos solicitan al presidente Barack Obama que permita un aumento de las oportunidades de negocios y viajes a Cuba no había tenido una respuesta oficial u oficiosa, ni por parte de Washington ni de La Habana, pero una reciente advertencia de la aduana de la isla podría interpretarse como la primera señal de que la Plaza de la Revolución no está dispuesta al más mínimo cambio, sino todo lo contrario.
La Aduana de Cuba alertó el miércoles a quienes visitan la isla que se abstengan de transportar bultos ajenos, llevar “encomiendas” o simplemente de cargar con un paquete de encargo. Esto podría “acarrear responsabilidades, no solo de carácter administrativas sino también penales”. Y cuando el gobierno cubano advierte, hay que hacerle caso.
El texto de información de la Aduana parecería ridículo, pero es lamentable. Las encomiendas “pueden ser utilizadas para el traslado y enmascaramiento de sustancias y artículos empleados en el terrorismo, operaciones de narcotráfico y contrabando de mercancías, que puedan poner en riesgo la seguridad, la salud humana y el medio ambiente”, agrega el documento.
Cuba no ha aprendido con China —que no es un ejemplo de libertades, más bien un paladín de la represión— de que hay que establecer una distinción entre los servicios de inmigración, aduanales, policiacos y de inteligencia y seguridad nacional.
Cuando llegué al aeropuerto de Pekín nadie me preguntó si traía cinco computadoras, dieciocho discos duros y cuarenta y nueve memorias portátiles o pendrives. Ningún funcionario de aduanas me contó los pares de medias, pantalones o camisas. No hubo agente de inmigración que se acercara a verificar el número de plumas, lápices y bolígrafos en los bolsillos de mi saco. Hay una razón fundamental, y que esos artículos no se llevan a China, más bien se traen de ese país. Pero otra más importante aún: si dentro del país un extranjero o nacional que regresa comete un acto delictivo, para eso está la policía o la seguridad del Estado.
Solo que en Cuba todas esas funciones, aduanales, migratorias y hasta de transporte de pasajeros, responden a una labor represiva única. Por eso están en esos cargos.
No es que en China la represión sea menor que en Cuba. Simplemente es que está mejor organizada, compartimentada.
La excusa de que un paquete que te da un vecino, para que se lo lleves a una sobrina en Cuba, pueda servir para camuflar material de uso por los terroristas es pueril.
Sólo hay dos motivos para que el gobierno cubano lance esta advertencia. Una es económica. Pese a la pequeña expansión del trabajo por cuenta propia, los gobernantes se aferran al monopolio del comercio. Para vender están ellos, al precio que ellos decidan, en el momento que crean conveniente.
En este sentido, esta advertencia está acorde a la prohibición de venta de ropa en puestos callejeros y el desmantelamiento de los “timbiriches” en que se llevaba a cabo esa actividad.
El segundo motivo es de índole político. No por gusto el ejemplo que se ofrece es
un video, según el cual una persona fue detenida cuando intentó entrar 150 pendrives (memorias flash) camuflados en una lata de leche en polvo, artículo cuyo número máximo de entrada es de cinco unidades.
Se sabe que los pendrives son utilizados en Cuba para brindar el llamado “paquete”, que contiene desde películas y programas de televisión hasta anuncios comerciales. La aparición del portal informativo de la bloguera Yoani Sánchez, que desde su inicio anunció la utilización de estas memorias portátiles como medio de difusión, es razón de sobra —para el gobierno cubano— a la hora de considerar necesaria una mayor persecución de estos artículos. Que en ningún lugar del mundo se considere a un pendrive como una sustancia terrorista no detiene, por supuesto, a la élite gobernante cubana.
Es por ello que, lamentablemente, la carta a Obama parece destinada al fracaso, si lo que se busca es un aumento de la sociedad civil cubana y mayores oportunidades para quienes se dedican al sector privado en la isla.
Para el régimen, no solo lo único que importa es el cash, sino también la propaganda. Mantener viva la ilusión del cambio y atrincherarse en el poder.
Si La Habana tuviera algún interés en mejorar sus relaciones con Estados Unidos, lo primero que habría hecho es liberar a Alan Gross, bajo el manto de las “razones humanitarias” (la liberación de Gross está incluida en el texto la ya famosa carta). Pero prefiere afrontar a diario el riesgo de que se muera en Cuba.
Nada más fácil que permitir a quienes viajan a Cuba que lleven encargos, sean tanto para la hija del vecino como destinados a mejorar la sazón del “paladar” de la esquina. Bastante es ya el pago de derechos aduanales excesivos. Pero el régimen nunca falla a la hora de mantener una constante: siempre decepciona.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 2 de junio de 2014.


La comezón del exilio revisitada

A veces en el exilio a uno le entra una especie de comezón, natural y al mismo tiempo extraña: comienza a manifestar un anticastrismo elemen...