Algunos cantantes en Cuba ya no repiten
alabanzas al régimen de los hermanos Castro como hacían antes. O al menos ya no
tantas.
Silvio Rodríguez acaba de afirmar que en
sus recorridos por los barrios de la isla ha aprendido que la gente está “mucho
más jodi… de lo que pensaba” y que sus actuaciones en esas zonas han sido una
vía para “conectarse” con la realidad de su país.
Las declaraciones aparecen en una entrevista
realizada por un periodista y bloguero de la provincia oriental de Holguín,
donde hace unos días actuó como parte de los conciertos gratuitos que desde
hace años ofrece por diferentes barrios de la isla.
“He aprendido que la gente está jodi…,
muy jodi…, mucho más jodi… de lo que pensaba”, respondió Rodríguez al ser
preguntado sobre su estancia en esos lugares.
El fundador de la llamada “Nueva Trova”
cubana admitió que no vive en uno de esos barrios y tiene “una vida mucho más
cómoda que la inmensa mayoría de los cubanos”.
“Cuando uno cantaba: Te convido a creerme
cuando digo futuro realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba
que el futuro iba a ser otro”, señaló el cantante.
En sus inicios, Silvio Rodríguez representó
una pequeña posibilidad contestataria dentro del sistema, y lo que es más
importante, de individualidad creadora. Más que un rebelde, siempre fue un
individualista, algo por otra parte nada despreciable pero difícil de ejercer
en la Cuba de entonces. El lo logró con maña propia y truco compartido.
En el fondo y a flor de piel Silvio es un
débil. Alfredo Guevara —que siempre fue un malvado taimado— se dio cuenta de
ello. Haydee Santamaría —que era una mujer bruta, insensible y pueblerina— debió
encontrar algo atractivo en amparar aquellos muchachos trovadores, quizá una
forma de reafirmar sus poderes o un medio de compensar su incultura.
Pero más que el interés personal de los dos
funcionarios, lo importante fue la utilización del cantautor como instrumento
de propaganda, en la isla y sobre todo en el exterior. A ellos debe Silvio
parte de su carrera. También a los jóvenes de Cuba, y luego de Latinoamérica y
España que perseguían sus canciones.
En ambos casos pagó sus cuentas: a los
funcionarios, con obediencia; a su público con una gran cantidad de (buenas,
excelentes, malas, pésimas) composiciones.
Hay la terca costumbre de hallar valores éticos
en quienes pueden crear obras de arte. No siempre es así. Como ser humano Silvio
ha dado muestras de conducta despreciable.
No es el único. Pero en su caso no se
está sólo frente a un artista, sino también ante alguien que supo explotar las
circunstancias que le permitieron convertirse en un mito de la juventud cubana e
internacional.
Es bueno aclarar que dos de los cimientos
sobre los que se estableció el Movimiento de la Nueva Trova o Canción Protesta
son falsos: no fue protesta ni esencialmente cubana en sus inicios.
En la isla la canción protesta nació de
la necesidad de asimilar pálidamente una corriente internacional de la que se
benefició el régimen, pero de la cual logró mantener alejados a los jóvenes.
Que al principio los cantantes del movimiento sufrieran una persecución breve y
trabas y censura sólo ejemplificó la falta de visión de ciertos burócratas y
militares.
La Canción Protesta reflejó en la figura
de Silvio Rodríguez la influencia de Bob Dylan, del juglar con guitarra que
interpretaba textos poéticos lanzados contra los cánones y patrones
establecidos en la sociedad. En su caso, los textos que alcanzaron un carácter de
denuncia fueron pocos. Debe reconocérsele que en aquel entonces escribir sólo
uno de ellos significó coraje y valentía, pero cuando se considera su
trayectoria artística, el mito del cantante trasciende en mucho el valor
musical o poético de sus obras.
Días atrás, otro músico, Manolín, “El
Médico de la Salsa”, publicó en su página en Facebook una carta dirigida a los
hermanos Castro, en donde les pide dejar el poder.
"A Fidel Castro y a Raúl Castro, y
todos los que lucharon junto a ellos, y todavía están en el poder, no se
compliquen, no se rompan más la cabeza, es más sencillo".
Así comienza Manolín —que regresó a vivir
en Cuba pero al momento de redactar la carta se encontraba en Perú— sus
“recomendaciones” a los gobernantes de la isla.
“Los
muy mayores, han vivido mucho más y por ende, están más golpeados por la vida,
ya no ven la vida igual, ya hay decepciones, prejuicios, frustraciones,
rencores, acumulan muchos enemigos, y mucho pasado a cuesta, ya no funcionan
igual; y no son 60 ni 70 años, ya son casi 90 años los que tienen ustedes,
deben descansar”, sugiere el cantante, quien continúa diciendo que los jóvenes
traen consigo justamente todo lo contrario.
Silvio, por supuesto, aún no va tan lejos
a la hora de expresar sus sentimientos.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 23 de junio de 2014.
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