La presidenta de Argentina, Cristina
Fernández de Kirchner, tiene un nudo en la garganta. O dos: el causado por la
faringolaringitis que la mantendrá en reposo durante una semana y el ocasionado
por el procesamiento de su vicepresidente, Amado Boudou, que ha puesto a su
gobierno en la mira.
Pese a los constantes pedidos de la
oposición para que Boudou se aparte de su cargo, con licencia o con renuncia,
el vicepresidente mantiene que demostrará su inocencia. Y su jefa le apoya, a
pesar de tratarse del miembro más impopular del Poder Ejecutivo, de acuerdo a
un artículo de Ignacio de los Reyes en BBC Mundo.
¿Por qué mantener, entonces, a alguien
que puede ser potencialmente perjudicial para la imagen de su gobierno?
Por un lado, la línea oficial del
gobierno y su defensa es que Boudou está siendo víctima de un ataque mediático
por parte de grupos opositores, que estaría influyendo la decisión del juez.
Pero incluso quien cree en la inocencia
de Boudou podría reconocer el desgaste que puede ocasionar al kirchnerismo
mantener a una figura tan cuestionada, sobre todo a apenas un año de los
próximos comicios presidenciales.
Uno de los ministros con aspiraciones
presidenciales dentro del gabinete, Florencio Randazzo, eludió pronunciarse
sobre la causa de su compañero de gobierno: “No voy a opinar. La justicia
determinará cuál es su grado de responsabilidad”, les dijo a los medios de
comunicación locales.
Un gesto que provocó la crítica de
algunos de los mayores seguidores de la presidenta, como la activista y titular
de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
“A Amado Boudou lo dejaron demasiado
solo”, dijo. “La justicia tiene que avanzar con Boudou estando en su cargo. Él
ha dicho miles de veces que no tiene nada que ver”, explicó.
La causa Ciccone, como se conoce al caso,
podría elevarse a juicio oral apenas a mediados o finales de 2015, aunque la
saturada y burocrática justicia argentina podría hacer que el proceso se
retrase años.
En otras palabras, es posible que Boudou
declare en juicio incluso cuando Fernández ya haya terminado su mandato.
Si bien el paso del tiempo podría disipar
el escrutinio constante de las palabras o gestos del gabinete hacia Boudou,
también podría ocurrir que el gobierno gaste demasiadas energías en un tema que
no tendrá resolución a corto plazo.
“¿Qué gobierno podrá evitar que la
comparecencia casi constante de Boudou en los tribunales de Comodoro Py se
transforme en una saga insoportable, incluso peor que la del exsecretario de
Transporte, Ricardo Jaime, o la exsuperfuncionaria de Carlos Menem, María Julia
Alsogaray?”, se pregunta el analista Luis Majul en un artículo publicado en el
diario La Nación.
Entre los críticos del kirchnerismo se
especula también con la idea de que Fernández no quiera soltar la mano a su
vice por miedo a verse involucrada en esta causa, o abrir la puerta a otras
denuncias contra ella.
En los últimos años la Presidenta ha sido
constantemente cuestionada por medios opositores y rivales políticos, que la
acusan de haberse enriquecido ilícitamente durante su Presidencia, aunque no existe
causa en los tribunales que involucre directamente a la jefa de Estado.
Si Amado cayera, dicen, el escándalo se
llevaría consigo a Cristina.