Dos elementos, al menos a primera vista,
se desprenden del discurso del gobernante Raúl Castro al clausurar el sábado la
sesión plenaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Uno es combatir el desaliento con un
optimismo moderado.
Castro dijo que Cuba mantuvo una línea discretamente
ascendente del Producto Interno Bruto, cuyo indicador subió un 0,6 % en el
primer semestre de 2014.
Según una información del propio Granma publicada días atrás, durante una
reunión del Consejo de Ministros previo a
la sesión de la Asamblea, Adel Yzquierdo Rodríguez, ministro de Economía y Planificación,
presentó el informe del comportamiento de la economía en el primer semestre de
2014.
El ministro explicó que “la economía
cubana crece con relación a 2013 aunque no se alcanzan los niveles previstos en
el Plan, lo cual induce una desaceleración superior a la esperada”. Se había
planeado un crecimiento del 2,2 % para este año.
“En
el primer semestre la economía cubana mantuvo un desempeño discretamente ascendente;
el PIB creció un 0,6 por ciento, lo que denota una desaceleración del ritmo de
crecimiento de este indicador a causa del incumplimiento de los ingresos
externos, la incidencia de condiciones climatológicas, así como la persistencia
de insuficiencias internas en la gestión económica”, dijo ahora el general.
Las palabras son casi las mismas en ambos
casos, pero atrás ha quedado un dato importante: en la práctica el crecimiento
es menor a la mitad de lo planeado.
Castro también dijo que “el resultado no
satisface, pero tampoco desalienta”. El general prefiere que veamos la mitad
llena del vaso de agua y no la vacía.,
Precisamente durante el la reunión del
Consejo de Ministros el general Castro había expresado que “no podemos permitir
que nos abrumen los problemas, ni amedrentarnos ante ellos” , algo que ha dicho
con anterioridad.
Repetir una vez más el llamado al ánimo y
la “combatividad” suena más bien a resabio y temor. O lo que es peor: a palabra
hueca.
El segundo aspecto enfatizado por Raúl
Castro es que esa "actualización" del modelo socio-económico del país,
en aras de un “socialismo próspero y sustentable”, marcha con un carácter
gradual, “sin prisa, pero sin pausa”.
Nada novedoso también, pero igual temor
en que un descontento en la población lleve a manifestaciones en contra del
régimen, a diferencia de “otros países capitalistas del mundo donde esto no es
fácil, se organizan grandes manifestaciones de protestas, sale la policía y
lanza gases lacrimógenos”, expresó el gobernante.
Que el lento avance de los cambios
económicos obedece al temor de que esos traigan una mayor desigualdad en
población provoca de inmediato dos preguntas:
¿Qué va a garantizar que en un futuro
inmediato el gobierno aumente sustancialmente sus ingresos para paliar
cualquier desigualdad surgida tras los cambios?
La segunda pregunta tiene que ver con los
cambios ya producidos, y el hecho de que si bien es cierto que han introducido
desigualdades sociales, también han aliviado en cierta medida la crisis
económica que atraviesa el país. ¿Son los cambios la única fuente de
diferencias de niveles de vida en Cuba, o estas diferencias siempre han
existido, por una parte, y se han agudizado, por la otra, con el propio
deterioro del proyecto revolucionario, y no a causa de una posible
transformación o evolución de este?
Optar por dejarlo todo para mañana no
resuelve los problemas. El ritmo pausado que siempre reclama el gobernante
cubano, el carácter “progresivo y escalonado” puede convertirse en un efecto
bumerán que catalice el tan temido estallido social.