En cuanto a enfrentar al régimen de La
Habana, la actual administración demócrata ha hecho poco, mal y cada vez de
forma más torpe. El último ejemplo es una información publicada en este mismo
periódico hace pocos días.
Un grupo de 12 periodistas independientes
cubanos están en Miami para tres semanas de entrenamiento, gracias a una
subvención de $600,000 del Departamento de Estado.
Entre los periodistas independientes beneficiados
con el programa se encuentran una dentista, un ex ordeñador de vacas, un ex
estudiante de leyes, una enfermera, un químico, un ex trabajador de una
imprenta y un ex teniente coronel del Ministerio del Interior. Salvo la última,
todas profesiones muy honorables.
Las interrogantes surgen a la hora de
considerar si vale la pena gastar más de medio millón de dólares, en este tipo
de entrenamiento tan breve, y no dejar que cada cual aprenda la práctica del
oficio por su cuenta, como han hecho otros periodistas independientes cubanos con
anterioridad y como ocurre en todas partes del mundo. También vale preguntarse
si las universidades estadounidenses van a convertirse en receptoras de fondos
gubernamentales, a cambio de cursos de corta duración cuyos resultados no dejan
de ser una interrogante.
Porque tras la reforma migratoria del
gobierno de Raúl Castro se ha creado la tendencia al desarrollo de una
disidencia viajera, que ha logrado ampliar sus horizontes internacionales, al
tiempo que ha visto reducida su influencia en la isla.
“Los opositores cubanos pudieron viajar
libremente al exterior en 2013 por primera vez en medio siglo, favorecidos por
la reforma migratoria del gobernante Raúl Castro, pero perdieron protagonismo
en la isla, alejados de los problemas cotidianos de la gente”, informaba un
cable de la Agence France Presse a finales del pasado año en este mismo
periódico.
“En Cuba prácticamente no hubo
expresiones opositoras en 2013, a diferencia de los años previos, cuando
huelgas de hambre, ocupaciones de iglesias y otras protestas causaron dolores
de cabeza al gobierno comunista. Las excepciones fueron las marchas dominicales
de las Damas de Blanco (grupo formado por esposas de expresos políticos), que
están autorizadas desde 2010, y las publicaciones de algunos blogueros en Internet”,
agregaba la nota de la AFP.
Por supuesto que los opositores cubanos
tienen derecho a viajar al exterior y elegir las tácticas y estrategias que
consideren más adecuadas a la hora de hacer valer sus criterios. A ello hay que
agregar que son perseguidos, golpeados y detenidos injustamente. Casi no es
necesario añadir —aunque es bueno decirlo para despejar cualquier duda al respecto—
que cuando estas acciones represivas ocurren deben ser denunciadas ampliamente.
No debe haber duda que su proyección internacional —y los viajes contribuyen a
ello— actúa en cierto sentido como una forma de amparo y hasta incluso
protección, si ello es posible en un sistema totalitario.
Pero de reconocer todo lo anterior, a
colocarlos en una especie de “urna de cristal” va una gran distancia. De apoyar
su lucha a catalogar cualquier crítica que se les haga como un afán de
desprestigiarlos no es más que tratar de opacar la distancia que hay entre el
ejercicio de la verdad —que es en resumidas cuentas el afán del periodismo independiente—y
la simple complacencia, el padrinazgo y la demagogia.
No deja de existir una prepotencia
imperial en ese afán de Washington de inculcar conductas, enseñar técnicas y
repartir documentos como la Declaración de Derechos Humanos a los cubanos, como
si el problema de la falta de derechos en la isla se redujera a un asunto de
analfabetismo. No deja de ser paradójico que la Casa Blanca se empeñe en
pagarle el adiestramiento a un periodista independiente —antes teniente coronel
del Ministerio del Interior — que se dedica a repartir “su boletín entre las
autoridades del Partido Comunista y el gobierno de su localidad”.
Podemos entonces considerar que los
funcionarios del Partido y el gobierno actúan de esa manera por falta de lecciones
de democracia e informaciones de lo que pasa en el país, que ahora parece
brindarles alguien que recorrió un largo dentro de las fuerzas represivas antes
de dedicarse a esta encomiable labor. No es negar el derecho a rectificar, pero
una rectificación pagada en una universidad estadounidense es otra cosa.
Sin embargo, más allá de la crítica
ocasional al enfoque de ciertas conductas de los opositores, lo realmente
significativo es cuestionarse los fines y propósitos de los gobiernos que
posibilitan —y, ¿por qué no decirlo?— financian esas conducta. Aquí en primer
lugar hay que cuestionarse la estrategia de Washington, no solo en cuanto a sus
objetivos sino en lo que respecta a los medios de financiamiento. Y en este
caso la administración demócrata desde hace tiempo viene despilfarrando el
dinero de los contribuyentes en programas de ayuda a la oposición en Cuba que
solo sirven para decir que se hace algo en favor de la libertad de Cuba, cuando
la realidad es que no se hace nada.
Esta es mi columna semanal en el Nuevo Herald, que aparece en la edición
del lunes 4 de agosto de 2014.
Fotografía: Raúl Luis Risco Pérez y otros
ocho periodistas independientes cubanos visitaron la redacción de el Nuevo
Herald. C.M. GUERRERO / el Nuevo Herald.