No hay colonia, talco y máquinas de afeitar
en las tiendas cubanas. Tampoco hubo desodorante y papel sanitario durante los
primeros meses del año. Entre pretextos
y cifras de escasez transita la realidad cubana.
Los anaqueles sin estos productos no se
encuentran en los establecimientos a los que acuden los cubanos a comprar con
pesos. Son “tiendas recaudadoras de divisas”. Y quien brinda la información no
es un periodista independiente, ni alguien que pueda resultar sospechoso a los
ojos del régimen. La noticia aparece en Granma,
el órgano oficial del Partido Comunista.
Hay también un enigma: cómo se sostiene
un gobierno y un país donde faltan los más elementales productos de higiene personal.
Más allá de la represión imperante, la
respuesta está en Miami, esa fuente imperecedera de artículos para quienes
viven en Cuba.
Vale la pena detenerse en ese ejercicio
que con cierta frecuencia ha comenzado a desarrollar la prensa oficial cubana: hablar
a las claras de un problema y al mismo tiempo ofrecer explicaciones inverosímiles.
“Según Geanny Bello Campo, director
general de la Unión Suchel, el año 2013 fue muy complejo para la industria
ligera, por la poca disponibilidad de financiamiento para cumplir algunos
renglones concebidos en el último trimestre”, señala Granma.
Aquí la palabra “complejo” tiene un uso
encubridor. Lo que el funcionario no se atreve a decir es que la producción se
vino al suelo porque no hay dinero (divisas) para comprar las materias primas
necesarias; sin contar con la baja productividad y eficiencia de las fábricas,
que ni se menciona pero se intuye.
“Teniendo en cuenta estos números,
resulta difícil predecir alguna recuperación para este semestre. No obstante,
el plan del 2015 contempla —a juicio de Bello Campo— incrementos
significativos”, agrega Granma.
Es decir, que el funcionario afirma que
no hay, pero “habrá”. Las razones para el entusiasmo panglossiano quedan fueran
del razonamiento del diario cubano, pero es indudable que esa fe en el avance
no tiene un origen metafísico. Es simplemente aferrarse a una tabla de
salvación antes que le exijan la renuncia, para poner a otro que tampoco podrá
resolver nada.
Puede parecer monótona esta repetición de
que en Cuba no hay. Cosa sabida. Aunque es precisamente esa falta perenne la
que justifica el nombrarla: sin talco no hay país. Ni colonia tampoco.
Porque a los ojos de Miami, la cuestión
es muy simple: en tiendas conocidas como Flogar, el Bazar Inglés, La Época y
otras similares uno no encuentra ni champú, ni crema de afeitar ni un protector
solar, aunque se cuente con pesos convertibles (CUC) para cómpralos. Al cubano
solo le queda pensar en ¡Ño, qué barato!, El Dollarazo y Valsan en Miami, y en el
providencial pariente generoso que vive en el exilio.
Lo que evidencia el reportaje de Granma es que tanto el gobierno como
quienes viven en la isla están presos en una especie de Catch-22, en que se da preferencia a la producción nacional porque
no hay dinero para importaciones, pero donde al mismo tiempo esta producción
queda muy por debajo de lo esencial, precisamente porque tampoco hay dinero
para la compra de los materiales imprescindible para… producir.
Por lo tanto, en lugar de soluciones, lo
más que pueden brindar los funcionarios es resignación y advertencia, porque
las cosas podrían ser aun peor.
En la tienda “La Popular, del Cerro,
saltó a la vista la escasez de productos de limpieza como desengrasantes,
desincrustantes, salfumán y lejías de cloro. Estos últimos, dijo el
administrador Raúl Santiesteban, no formaban parte de sus inventarios hacía
alrededor de 3 meses. No obstante reconoció la ‘estabilidad’ del jabón de lavar
y tocador, el detergente líquido, etc.”, señala Granma.
Así que si usted necesita salfumán o lejía
y no los encuentra, piense que todavía puede bañarse y lavar la ropa.
Más allá de las justificaciones, hay un
hecho que destaca Granma: el “desabastecimiento
de ciertos productos de aseo y limpieza comercializados en la red de tiendas
recaudadoras de divisas y los mercados artesanales industriales (MAI) se ha
convertido en un fenómeno cíclico”.
Pero un momento, ¿no enseñaba el marxismo
que las crisis cíclicas eran un fenómeno típico del capitalismo? Ahora resulta
que el hecho de que un producto falte y vuelva a faltar es también típico del
“socialismo a la cubana”. Y en cierto sentido esa declaración podría entenderse
no como un mal sino como un alivio: no falta siempre, falta a veces.
Por supuesto que esta inestabilidad
alimenta la especulación y el mercado negro, pero de eso no habla Granma. En cualquier caso habría que
“agradecerle” al periódico que ya no se limite a mentir u omitir como antes.
Sólo que esa verdad a medias encierra también lo que en la actualidad es la
única esperanza del cubano. No importa si habrá o no en el 2015. El año que
viene, en Miami.