Acaba
de cumplirse otro aniversario de la desaparición de Camilo Cienfuegos. Recordar
por un momento esa fotografía de la entrada de Fidel Castro en La Habana junto
a él. Recordar también que esa foto —todo un ícono de la revolución— fue
subastada por la casa británica Dominic Winter Auctioneers, en Cirencester, en
2010. Volver a leer el catálogo de la casa subastadora al describirla: “Fidel
Castro y Camilo Cienfuegos entrando a La Habana, el 8 de enero de 1959,
revelado en plata e impresión hecha por Korda alrededor de 2000, con su cuño y
firma en el margen inferior”. La fotografía, que se vendió por 4.000,00 libras
esterlinas, formó parte de un conjunto más amplio: imágenes de las actividades
diarias de los líderes de la revolución cubana, captadas por el objetivo del
fotógrafo Alberto Korda, que fueron vendidas por un total de 35.240 euros,
según publicó el 5 de marzo de ese año el diario El País. Catorce impresiones en blanco y negro hechas entre 1959 y
los albores de la década de los sesenta, de acuerdo al periódico español, que mostró en su edición
siete de ellas. Recordar ahora —también— otro detalle importante: la foto no es
de Alberto Korda.
En
realidad, la foto más emblemática de la entrada de Fidel Castro a La Habana la
tomó Korda, pero no el célebre fotógrafo de Ernesto “Che” Guevara sino el otro
Korda.
Alberto
Díaz Gutiérrez adoptó el nombre de Korda por motivos comerciales. Se lo puso a
un estudio fotográfico y pronto lo convertiría en una marca. De truco
publicitario lo transformaría luego en eslogan político.
Al principio
fue simplemente darse cuenta que su apellido era extremadamente común en la
Isla, y que por aquellos años los productos fotográficos más populares eran los
de la marca Kodak.
“Además
había visto una película dirigida por los hermanos Korda, Alexander y Zoltan.
Pensé que el apellido Korda sonaba como Kodak, así que le puse al estudio ese
nombre y funcionó. Era fácil para los directores de arte, en las agencias de
publicidad, recordar que había un estudio llamado Korda”, según contó a Mark
Sanders en Korda A Revolutionary Lens,
donde se exploran y explotan las imágenes captadas por el fotógrafo que
convirtió al Che en ícono y mostró como ningún otro a un Castro poderoso y
cotidiano; un libro voluminoso que tampoco descuida, aunque relega, a ese descubridor
de la belleza cubana —¿o de la bella cubana o de la cubana bella?— que quiso
ser otro Richard Avedon, hasta llegar el momento en que supo que lo más
prudente y lucrativo era cambiar el modelo por el uniforme. De seguir fiel a quien siempre reconoció como su “héroe
fotográfico”, habría terminado en Miami y con un poco de suerte en Nueva York,
pero en su conversión abandonó la moda y encontró la gloria, aunque por
comandante interpuesto. Nada de ello le resta mérito a su cualidad fotográfica:
Korda, realmente, era bueno tras de la cámara, aunque no tanto frente a ella.
Los dos Korda
Díaz
Gutiérrez y Luis Antonio Peirce Byers decidieron unirse en un negocio
fotográfico alrededor de 1956. Encontraron un local adecuado para un estudio en
el número 15 de la calle 21, entre N y O, frente al hotel Capri, en El Vedado. A
partir de ese momento, las fotos aparecieron hechas por Alberto o Luis Korda.
Alberto
Korda desarrolló sus habilidades de publicista y convirtió el estudio en una
empresa que brindaba una imagen de marca en todas las fotografías, con
independencia del fotógrafo que las captara. El concepto fue de gran utilidad
en el desarrollo de campañas publicitarias para grandes firmas, que
consolidaron el negocio económicamente. Una de las especialidades era el
retrato de coristas, artistas y cubanas en general que aspiraban a destacarse
en la farándula y la moda, así como las imágenes de eventos sociales y
espectáculos. De ese Korda de entonces nació otro nombre, Códac, el descubridor
de ella cantaba boleros.
Tras la
llegada de Castro al poder, cambiaron los acontecimientos y los protagonistas a
fotografiar, pero persistió el empeño de imponer una marca. Luis Korda
participó de ese objetivo desde los primeros días de enero de 1959.
“Su
foto más famosa, la de Fidel con Camilo, la tomó, según me contaba, cuando la
Caravana de la Libertad entró a La Habana, el día 8 de enero”, afirmó Margarita
Sánchez Treto, en un artículo sobre Peirce Byers aparecido en Juventud Rebelde el 6 de enero del 2007.
“Muchos
han creído que fue Alberto el que tiró esa foto del Comandante en Jefe con su
fusil de mira telescópica en el hombro y Camilo con su ametralladora de mano
Thompson, calibre 45. Pero en verdad la captó Luis”, agregó Sánchez Treto.
En el
libro Cien imágenes de la Revolución
Cubana (1953-1996), editado por la Oficina de Publicaciones del Consejo de
Estado y el Instituto Cubano del Libro, en La Habana, en 1996, aparece Luis
Korda como autor de la foto.
El
libro incluye un ensayo introductorio escrito por Abel Prieto, por entonces ministro
de Cultura, y una selección fotográfica realizada por Pedro Álvarez Tabío.
En su
página 39 aparece la foto de Castro con Camilo, y se señala: “Otra de las
imágenes emblemáticas de la Revolución Cubana: Fidel y Camilo Cienfuegos sobre
el vehículo en el que entran triunfalmente a la ciudad de La Habana, al frente
de las fuerzas del Ejército Rebelde, el 8 de enero de 1959”.
También
la foto se encuentra en la página 15 del libro del periodista alemán Willi
Huismann, Cuba ein politisches Reisebuch,
editado en 1985.
Luis Korda
Luis Antonio Peirce Byers nació el 17 de enero de 1912, en Manzanillo y
falleció el 10 de diciembre de 1985, de un paro respiratorio.
Su madre era una mulata jamaicana llamada Virginia y su padre Edward, un
estadounidense. Ambos vivían en esa ciudad del oriente cubano. En 1954, Luis
viajó a La Habana y comenzó su labor de fotógrafo. Tras el 1 de enero de 1959
trabajó en el periódico Revolución y
luego fue colaborador de las revistas Cuba,
Bohemia y Palante, así como del diario Granma.
De
acuerdo a Sánchez Treto, Luis Korda “se llevó a la tumba el dolor por la
confusión extendida sobre la autoría de esa imagen”.
Luis
Peirce Byers murió el 10 de diciembre de 1985, de un paro cardiorrespiratorio.
“Muy
pocos se enteraron y fue un grupo reducido de amigos a su entierro, casi nadie”,
destacó su viuda.
El otro
Korda parece condenado no al olvido, pero sí a la omisión.