Rusia se encamina, de forma inevitable,
hacia una profunda crisis económica. De “tormenta perfecta” ha sido catalogada
por algunos. Las dos preguntas, también inevitables, es si esto resultará, en
última instancia, bueno para el mundo, en especial para Occidente. La segunda,
ya en un terreno más limitado, es cómo repercutirá esta situación en un entorno
más cercano —casi doméstico en lo que refiere a los temas tratados con
preferencia en este blog—, y es por supuesto las consecuencias para Cuba y
Venezuela. En el centro de ambas preguntas está la figura de Vladimir Putin.
Putin es el principal culpable de lo que
está ocurriendo en Rusia por dos razones básicas: su política expansionista —mejor
decir imperialista— con respecto a Ucrania y la anexión de Crimea, lo que ha
traído como consecuencia la imposición de sanciones que parecen estar
funcionando. El segundo punto de la responsabilidad de Putin radica en no haber
aprovechado los años de bonanza en los elevados precios del crudo para
diversificar industrialmente el país y llevar a cabo un crecimiento económico
sostenido.
El desplome del precio del petróleo, del
que dependen el 68% de los ingresos para la economía rusa, y la imposición de sanciones
financieras sobre sus grandes empresas energéticas está provocando una fuga de
inversores. Las consecuencias inmediatas son una caída vertiginosa del valor
del rublo. La moneda rusa está sufriendo su peor caída desde la crisis de 1998
y se mueve en valores mínimos históricos frente al dólar y el euro, tras
registrar una bajada cercana al 25% en apenas dos jornadas, señala el diario
español El País. Para comprar un
dólar se necesitan ahora 75 rublos, frente a los 54 del martes de la semana
pasada. Hay pronóstico de que podría llegarse al punto de que para comprar un
dólar serán necesarios cien rublos.
Las consecuencias amenazan con ser
catastróficas. No solo por la fuga de capitales que ya se está produciendo,
sino ante el simple hecho de que muchos rusos han decidido trasladar
sus ahorros a cuentas en divisas.
Para intentar frenar esa caída el Banco
Central de Rusia subió en la noche del lunes al martes los tipos de interés del
10,5% al 17%, su segunda intervención en una semana.
Pero esta alza de los intereses no
necesariamente va a repercutir en un aumento de la confianza de los inversores en la economía
rusa. Todo apunta, por el contrario, que la medida no contribuirá en nada a la
recuperación económica en un país que se encuentra a las puertas de una gran
recesión.
El problema es que las autoridades no
tienen muchas opciones a su disposición. Debido a que Rusia depende en gran
medida de las importaciones de alimentos y otras mercancías, la declinación de
la moneda está alimentando una espiral inflacionaria. Los precios al consumidor
aumentaron un 9.1 por ciento el mes pasado, comparados con el año anterior, y
también se habían incrementado un 8.3 por ciento en octubre, de acuerdo a The New York Times.
No es que la economía rusa se encuentre aún
en una crisis económica absoluta. Rusia cuenta con grandes reservas financieras
—calculadas en unos $420,500 millones a finales de noviembre— y no tiene una
gran deuda externa. Pero que gran parte de esa reserva se encuentre en oro y
fondos gubernamentales que no pueden ser convertidos con rapidez limita su uso
para apuntalar el rublo. Por otra parte, tanto buena parte de los bancos rusos,
como las grandes corporaciones, y en especial las energéticas, tenían una deuda
aproximada de $614,000 millones en moneda extranjera a finales de septiembre.
La caída del rublo lo que ha hecho es intensificar esa deuda.
La crisis financiera no se debe solo a la
política del Kremlin respecto a Ucrania, sino también al hecho de que la
política económica de Putin ha sido favorecer una élite cercana a su mando, que
ha acumulado riqueza a partir de los elevados precios del crudo, sin
preocuparse por las necesidades del país.
Así que sin la posibilidad de que
Occidente venga al rescate —sino todo lo contrario—, Moscú se verá obligado a
establecer estrictos controles al capital, lo que sin duda llevará a un mayor
aislamiento del país.
Lo que está ocurriendo lleva entonces a
un punto clave, y es la interrogante sobre si la elevada popularidad de Putin
podrá mantenerse en esta situación, y en caso contrario qué hará el mandatario.
Aquí se entra de lleno en la segunda de
las preguntas formuladas al inicio, y es en que medida Putin fortalecerá una
alianza con Venezuela —e incluso Cuba— no solamente desde el punto de vista
estratégico, sino político y militar, para presionar a Estados Unidos.
Por lo pronto, y pese a su poderío, la
Rusia actual dista mucho de ser la Unión Soviética de ayer. Aunque es una gran
potencia, no cuenta con la capacidad económica para amenazar realmente a EEUU,
salvo que se lance en una escalada bélica impredecible.
Ese parece ser el punto de vista de
Washington. La Casa Blanca anunció el martes que el presidente Barack Obama
firmará a finales de semana la ley aprobada por el Congreso que autoriza la
imposición de nuevas sanciones a Rusia. Aunque Obama tiene margen para decidir
cuáles sanciones imponer, el hecho de que no vaya a vetar la ley sugiere que
apuesta por ampliar la presión contra el gobierno de Putin.
Queda por ver ahora cuál será la reacción
del Kremlin. Hasta ahora el camino de arreglo no parece cerrado, pero está por
verse si se traducirán en resultados prácticos.
En Londres el secretario de Estado, John
Kerry, que el domingo se reunió con su homólogo ruso. dijo que Rusia “ha dado
pasos constructivos en los últimos días" en Ucrania, y que si esta actitud
se mantienen podrían llevar a un levantamiento de sanciones. Mencionó las
negociaciones entabladas en torno a las líneas de demarcación y la
"calma" que parece imperar en zonas conflictivas.
Hay que ver cuánto hay de realidad en
esto y cuánto de puro lenguaje diplomático.
Queda por verse en qué medida esta
situación, que afecta directamente el bolsillo de los rusos, podrá convertirse
en una amenaza real para Putin, o al menos que él lo sienta así, y cual será su
reacción entonces. Queda por ver si todo esto motivará un nuevo artículo de
Fidel Castro, y si este se encuentra en condiciones para escribirlo.