Lo que se viene fraguando durante los
últimos años en Cuba es un escenario extremadamente volátil. De ese caos y
violencia no se salva la oposición.
Por ignorancia e interés, la mentira se
propaga en Madrid y Miami: informaciones tergiversadas que, por una parte,
buscan vender a exiliados la imagen de una disidencia que enfrenta a la
represión castrista en la isla, mientras se omiten las divisiones y otros
objetivos más cercanos y materiales. Ilusión del minuto que se olvida mañana.
Tragedia resumida en cápsulas.
Como un nuevo episodio del famoso
programa radial en que se narraban hechos violentos, con la “Guantanamera” como
eje musical, se exageran detalles y se reduce todo a la maldad de un gobierno
—que indudablemente lo es—, a la vez que se soslaya el peligro de
desintegración que pesa cada vez con más fuerza sobre la sociedad cubana.
Por la otra llegan también comentarios y
declaraciones contradictorias, que dejan la duda de si fueron formuladas por
quien supuestamente las firma o si se trata de un “hacker” del régimen cubano.
Mientras, siguen aumentando los ejemplos
de que una parte de la población cubana está dispuesta a realizar actos
violentos, o no sabe controlar sus pasiones e instintos, y de que este tipo de
conducta se generaliza a diario.
Recurrir al expediente de que los culpables
son simplemente “infiltrados” no deja de abrir una puerta peligrosa. Más allá
de la veracidad del hecho en casos específicos, se abre el camino a la paranoia
y la acusación fácil.
Así leemos en este periódico que
Guillermo Fariñas, “coordinador general del Frente Antitotalitario Unido
(FANTU) y portavoz de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU)” fue atacado por “un
agente provocador de la Seguridad del Estado”, que irrumpió cuando se realizaba
un encuentro opositor.
Al limitarse a esta lectura de los hechos,
surge la impresión de que, estando los opositores reunidos, llegó un miembro o
simpatizante del gobierno cubano y los agredió. Visto de esa manera, lo
ocurrido constituiría un paso más allá, en la escalada de violencia, dentro de
los tradicionales “actos de repudio”.
Por supuesto que en esos actos de repudio
se ha pasado en ocasiones de la violencia verbal a la física. Es cierto también
que existen motivos más que suficientes para sospechar de la penetración de
agentes castristas en las organizaciones disidentes.
Nada de lo anterior, y su necesaria
denuncia, debe constituir motivo para cubrir con un manto de silencio las dudas
y contradicciones que cada vez con mayor fuerza brotan ante diversas acciones
de ciertos grupos opositores. Lo esencial es conocer lo ocurrido y divulgarlo.
Sin exagerar las diferencias, pero sin omitirlas.
El agresor no “entró” al sitio donde se
celebraba la reunión, sino formaba parte de ella: ”El agresor, José Alberto
Botell Cárdenas, asistía a la reunión como miembro de la organización, cuando
de forma inesperada esgrimió un cuchillo y comenzó a agredir a los asistentes”,
explicó Fariñas a 14ymedio.
En otra información a 14ymedio, Fariñas especifica que el
agresor “tenía dentro de la organización un estatus de oyente”, con lo que se aclara
que no era miembro pleno, pero sí se le permitía asistir a las reuniones del
grupo.
Este intento de agresión —y otros
denunciados por José Daniel Ferrer— no ocurre
de forma aislada, sino en medio de un clima de diferencias entre algunos
activistas, que ha ido en aumento en la internet; un medio ideal de divulgación,
pero que también se (mal)utiliza con fines desinformadores.
Todas estas diferentes agresiones son
hechos independientes, pero que forman parte de una situación alarmante.
Los opositores tienen todo el derecho de
solucionar entre ellos sus problemas internos. En lo que respecta a sus
problemas externos es otra cosa. Y esto es un problema externo, que tiene que
ver con la imagen que están dando al exterior algunas agrupaciones.
En las últimas semanas se ha producido
una escalada de denuncias y acusaciones, en algunos casos de recriminaciones
mutuas, que perjudica la imagen de algunos miembros de la disidencia.
Es fuerte la sospecha de que se trata de
una campaña de desinformación del propio régimen, en un intento de dañar la
reputación de figuras reconocidas internacionalmente.
Así es en el caso de Fariñas, quien en
declaraciones a este diario dijo: “Ellos [el régimen cubano] están en función
de desprestigiar a la oposición tradicional para que obtenga preponderancia un
tipo de oposición que a ellos le conviene”.
Aunque también es cierta la existencia de
divisiones, según el propio activista: “Estoy ejerciendo como mediador en un
conflicto que surgió entre las Damas de Blanco y la UNPACU en la zona
oriental”.
Por ello es necesario que Ferrer y
Fariñas realicen una conferencia de prensa juntos, para aclarar dudas y disipar
malos entendidos. Las diferencias y discrepancias están siempre presentes en
una lucha política —y en la historia de Cuba sobran los ejemplos—, pero se ha
llegado a un punto en que se imponen las explicaciones.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 1 de diciembre de 2014.