Dice Rosa María Payá, miembro del
Movimiento Cristiano Liberación, en su Carta
abierta al presidente Obama, publicada en El Nuevo Herald:
“Lo nuevo sería un compromiso real con
los ciudadanos cubanos y con acciones concretas en favor de las demandas de la
ciudadanía. No desde posiciones injerencistas, no inventándonos soluciones,
sino apoyando las soluciones que los mismos cubanos hemos creado”.
Es un pensamiento y una petición
encomiable. El mejor ejemplo a seguir en este sentido es precisamente el que
siempre impulsó el fallecido líder opositor Oswaldo Payá.
Sobre el pensamiento de Payá respecto a
restricciones, hostilidad y el mantenimiento de una línea dura hacia el régimen
de La Habana, el periodista Andrés Oppenheimer, quien lo entrevistó casi una
docena de veces durante dos décadas, escribió en el mismo diario El Nuevo Herald, el 26 de julio de 2012:
“Payá sostuvo siempre que las palabras o
actitudes hostiles de Washington contra Cuba eran contraproducentes”.
Más adelante expresa Oppenheimer;
“En las conversaciones que sostuvimos a
lo largo de los años, Payá me dijo repetidamente que las posturas de línea dura
de Washington contribuyen a que el régimen de los Castro perpetúe el mito de
que Estados Unidos se está preparando para invadir la isla en cualquier
momento, y de que los exiliados cubanos en Miami quieren desalojar a los
cubanos de las casas que ellos dejaron atrás al abandonar Cuba”.
Luego cita Oppenheimer:
“En mayo del 2004, días después de que el
presidente George W. Bush anunciara nuevas restricciones para los viajes desde
Estados Unidos y en los envíos de dinero a la isla, Payá me dijo —tal como lo
escribí en The Miami Herald en ese
momento— que las nuevas sanciones eran una mala idea.
Ese tipo de medidas son contraproducentes
porque desvían la atención de la confrontación entre la dictadura y el pueblo
cubano, y la concentran en la confrontación entre Cuba y Estados Unidos, que es
exactamente lo que quieren los hermanos Castro, me dijo. “Volvemos a Cuba
versus Estados Unidos, una vez más”, lamentó Payá.
¿Qué debería hacer Estados Unidos?, le
pregunté. Payá, que se oponía al embargo estadounidense a la isla, respondió
que Washington debería dar a los disidentes pacíficos “apoyo político y moral”,
pero sin imponerle sanciones a la isla.
Refiriéndose a las restricciones que Bush
había impuesto a los viajes y los envíos, dijo: “Pienso que los que impulsaron
esto miraron hacia sí mismos, y no hacia Cuba y hacia el movimiento de
oposición pacífica”.
En octubre del 2007, horas antes de que
Bush pronunciara un discurso anunciando nuevas iniciativas sobre Cuba, Payá me
dijo que “Bush, o cualquiera que lo suceda, debe separar la retórica de Estados
Unidos sobre Cuba: Aumentar la defensa de los derechos humanos, y dejar de lado
los anuncios sobre ‘programas’ y ‘comisiones’ norteamericanas para la
transición de Cuba, que huelen a intervencionismo de Estados Unidos”.
Así que el presidente Barack Obama es uno
de los mandatarios estadounidenses que más se ha acercado a una línea de acción
consecuente con el conocido líder opositor.
Queda en pie el justo reclamo de que el
presidente de Estados Unidos contribuya a que la voz de los opositores se
escuche en la próxima Cumbre de las Américas.
Una nutrida presencia de quienes buscan
los derechos democráticos y la creación de una sociedad civil en Cuba —no
limitada, por supuesto, a una sola organización— es un requisito indispensable
para salvar en algo una reunión, que de lo contrario sería una bofetada a la
democracia.