Era un intocable hasta que se metió en
perfumes de once varas. El doctor José Antonio Fraga Castro, presidente por
muchos años de la empresa estatal cubana Labiofam, y para más señas sobrino de
Fidel y Raúl Castro, tuvo que renunciar —en su caso acogerse a una jubilación para
evitar una sanción administrativa y laboral— por su responsabilidad en el caso
de los “perfumes revolucionarios” inspirados en el Che Guevara y Hugo Chávez.
Los símbolos “son sagrados”, ya había advertido el diario Granma. Solo que más sagrados para algunos parientes. Pero ahora un
hijo del Che se ha lanzado al lucrativo negocio de ofrecer viajes en motocicleta
en Cuba, en recorridos por lugares que su padre hizo tristemente famosos. ¿Será
entonces que hay parientes más sagrados que otros?
El hijo menor del Che Guevara abrió una
agencia que ofrece a los turistas en Cuba un viaje “único” en motos
Harley-Davidson, siguiendo la pasión de su padre, relatada en la película Diarios de motocicleta, informa un cable
de la AFP aparecido en este mismo periódico.
“La Poderosa Tours” ofrece circuitos que
“combinan el deleite de los variados paisajes de esta isla hermosa con el
contacto íntimo de una parte de la historia de una Revolución única”, señala el
sitio web de la agencia, dirigida por el abogado cubano Ernesto Guevara, de 49
años, el menor de los cinco hijos del Che agrega la información de la AFP.
La agencia, filial de una empresa
estatal, se llama “La Poderosa” por el apodo que le dio el Che a la motocicleta
británica Norton 500 con la que realizó su recorrido latinoamericano.
De entrada hay un dato curioso. Las motos
empleadas son las estadounidenses Harley-Davidson. No las británicas Norton,
que por supuesto no hay en Cuba, pero tampoco las fabricadas en la antigua República
Democrática Alemana, que sí circulan aún por las calles. La inspiración se
busca en el pasado, no en la época revolucionaria.
Que sean Harley-Davidson tiene un significado
ideológico especial, porque no sólo es la motocicleta norteamericana por
excelencia sino también un símbolo de la Cuba anterior a ese proceso que el Che
contribuyó a establecer en la isla. Es más, era el tipo de moto utilizada por
la policía batistiana. Así que las referencias a “La Poderosa” del Che y los Diarios de motocicleta son sobre todo
propaganda y pretexto: la esencia está representada por la Harley Davidson, de gran tamaño y cilindrada, concebida
para ser conducida en carreteras o autopistas: el mito americano, la subcultura
del biker y la imagen de Marlon
Brando en la película El salvaje.
Nada más alejado del ideal revolucionario del Che.
Lo que, por otra parte, el cable de la
AFP no señala, es que los tours están supuestos a realizarse utilizando la Harley
Davidson (modelo Touring Flhx Street Glide valorado en 20,000 euros) y están
repletos de ofertas de lujo: desde
hoteles de cinco estrellas hasta paladares de primer nivel. No hay término
medio ni oportunidad de disfrute para los bolsillos más ajustados. Un español
tendría que desembolsar 5,000 euros para completar el periplo de nueve días y
ocho noches, sin contar el billete de ida y vuelta a La Habana (ronda los 1,500
euros en estas fechas), ni la gasolina de la moto, según explica Javier G. Negre,
en el diario español El Mundo.
Por lo tanto, nada de turismo para indios
desposeídos, negros discriminados y blancos explotados. El cliente promedio de
estos recorridos será un europeo clase media alta, posiblemente ejecutivo de
una gran firma o dueño de una empresa que con gusto hubiera nacionalizado el
Che. Un europeo que además tiene una gran pasión por las Harley Davidson —con
lo que evidencia su amor a la cultura estadounidense y su desprecio al cuidado
del medio ambiente— y dinero más que suficiente para darse un gustazo que luego
le servirá como tema de conversación en charlas con amigos, reuniones de
negocios, y que también lo salve del aburrimiento de una nueva visita a una
gran capital europea. Ah, y que incluso puede darse el lujo de cierta
“admiración” por el Che, que desde hace muchos años está muerto y bien muerto.
No son viajes para el izquierdista con la
camiseta sudada en las manifestaciones callejeras o el adolescente que cuelga
el poster en su habitación para
demostrar independencia de sus padres burgueses o pequeño burgueses. Nada de
aprender aquello de “seremos como el Che”. Más bien demostrar ser mucho más que
él: un recorrido para privilegiados.
Cabe entonces preguntarse si ese “símbolo
sagrado” no está siendo manipulado con igual comercialismo que en la más vulgar
de las empresas. Si el capitalismo ha
sido acusado, precisamente por una hija del Che, Aleida Guevara March, de vender
todo lo que pueda ser vendido, “y la imagen de mi padre ha sido muy
comercializada en ese sentido”. ¿Qué va a decirle ahora a su hermano?
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparecerá en la edición del lunes 15 de diciembre de 2014.