miércoles, 14 de enero de 2015

Lo mejor o lo peor de Obama está aún por verse


El triunfo electoral de Barack Obama nunca se ha visto libre de la paradoja de ser la mejor salida —la más práctica y eficiente— de que disponían los conservadores en ese momento, para intentar al menos poner freno a la decadencia de esta nación y limitar en lo posible una pérdida de hegemonía mundial, que por otra parte ya no era posible aspirar en los términos que soñaron los neoliberales y neoconservadores tras la desaparición de la Unión Soviética.
Obama cumplió ese objetivo a cabalidad. Por ello —y también como otra paradoja política—, es muy posible que los dos últimos años de su mandatito sean los más importantes de su paso por la Casa Blanca, luego de reconocer el significado histórico de la ley de salud, el llamado “Obamacare”, que de apelativo despreciativo avanza hacia convertirse en marca.
Pese a su triunfo electoral en las pasadas elecciones legislativas, el futuro del Partido Republicano está lleno de interrogantes y hasta este momento los aspirantes a la candidatura presidencial republicana que se perfilan no son más que rezagos del pasado: ni Jeb Bush, ni Mitt Romney, ni Chris Christie, ni Ron Paul tienen nada nuevo que ofrecer; eso por no hablar de los improvisados —Marco Rubio, Ted Cruz— ni de los alocados y desgastados —Michele Bachmann, Rick Santorum, Mike Huckabee,  Newt Gingrich y similares— quienes son incapaces de aportar algo más que algún titular de 24 horas, color local y breve entusiasmo parroquial.
Sin embargo, la búsqueda de un candidato presidencial apto es un problema que cuenta a su favor con la ventaja de unos 18 meses —o algo menos— para encontrarse. Pero hay un problema más grave que amenaza al Partido Republicano, y es su posible escisión. Es apresurado aventurar si esta se materializará o no, pero de lo que no hay duda es que existen dos fuerzas enfrentadas que pugnan por el control del partido: un republicanismo revolucionario en su acción y reaccionario y revanchista en su esencia —cuya mejor definición es el Tea Party— capaz de movilizar electores que no solo se destacan por su carácter vocinglero sino por su activismo, y con los cuales hay que contar, sobre todo en los procesos electorales primarios, pero que por su carácter minoritario no pueden alcanzar un triunfo nacional y por definición están imposibilitados de una alianza con las minorías —algo que por otra parte tampoco les interesa—, y un conservadurismo reformista capaz de convertirse en una poderosa fuerza política si logra conquistar a la clase media y ganarse a los hispanos —una posibilidad real—, pero que de momento enfrenta el reto de una recuperación económica nacional cada vez más fuerte, y un renacimiento de Estados Unidos como poder financiero de primer orden —además de bélico— en la arena internacional, todo ello logrado gracias a los dos períodos de administración demócrata, lo cual llevaría a la clásica pregunta de recordar donde estaba el país cuando los republicanos salieron de la Casa Blanca.
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