Un
recurso frecuente, cada que vez que ha brotado el rumor de la muerte de Fidel
Castro, ha sido el intentar comparar la situación actual con lo ocurrido a otro
déspota célebre.
Entonces
se escucha repetir una y otra vez que “los comunistas ocultaron por semanas o
incluso meses la muerte de Stalin, porque esa es su forma de comportarse”.
No es
cierto. Si bien la muerte de Stalin aún deja la posibilidad de más de una
conjetura —¿fue dejado sin atender a propósito o por miedo?—, la cronología de
los hechos ha sido establecida de forma precisa.
Por
supuesto, esto no aclara en nada la pregunta de si Castro está vivo,
agonizando, en condiciones que hacen imposible su presentación pública, pero
que no necesariamente implican una muerte inminente —conjetura a la que me inclino—
o simplemente se trata de repetir la puesta en marcha de una táctica de guerra
psicológica empleada con anterioridad por el régimen (no parece ser este el
caso).
Por lo
pronto, vale la prensa recordar brevemente lo que ocurrió entonces en la
desaparecida Unión Soviética:
El 17
de febrero de 1953 Stalin recibió en su oficina del Kremlin al embajador de la
India, Kumar Menon. Fue el último día que pasó en su oficina y el embajador
indio el último extranjero que lo vio con vida.
En la
noche del 28 de febrero al 1 de marzo Stalin sufre una hemorragia cerebral, de
la que no se recuperará, en una dacha de las afueras de Moscú.
Los
escoltas se deciden finalmente entrar a sus habitaciones en la tarde del
domingo 1 de marzo y lo encuentran inconsciente en un charco de orina. No es
hasta la noche que llegan los médicos.
El 3 de
marzo el célebre cirujano A. L. Myasnikov diagnostica que la muerte es
inevitable.
El 4 de
marzo se anuncia a la población que Stalin está gravemente enfermo, pero no se
dice una palabra sobre su posible sucesor o la formación de un nuevo gobierno.
El 5 de
marzo Stalin muere a las 9:50 P.M. (21:50). Esa noche se celebra una reunión
conjunta del Comité Central del Partido, el Consejo de Ministros y el Soviet
Supremo, donde se anuncia que Stalin no podrá seguir gobernando y se aprueba la
distribución de cargos que el círculo íntimo del dictador soviético había
preparado apresuradamente en los dos últimos días. La mayoría de los
participantes en la reunión no saben que a esa hora Stalin ya está muerto.
Luego
de la reunión, se informa al diario Pravda
de la muerte de Stalin. Se anuncia el inicio de las honras fúnebres y el
entierro para el 9 de marzo.
Durante
años existieron leyendas y rumores de que Stalin había muerto meses antes, e
incluso circulo la versión de que el embajador indio no había visto al dictador
sino a un doble. Desaparecida la Unión Soviética y desclasificados miles de
documentos, las fechas permanecen.
En el
caso cubano, estamos ante la presencia de un rumor que se alimenta de otro
rumor, que lo precede en décadas.
¿Qué se
puede deducir de todo ello?
La
muerte de Stalin fue sorpresiva. Gozaba de relativa buena salud —problemas de
presión alta y otros, pero no en franco deterioro físico y mental— y estaba en
pleno ejercicio del mando.
Fidel
Castro está retirado de la atención de los asuntos inmediatos del poder desde
hace años. Incluso todo indica que durante el último año —quizá algo más—
prácticamente ha estado retirado por completo y el país en manos de Raúl por
completo.
La
negociación entre Washington y La Habana, que se extendió por 18 meses, ha sido
obra de Raúl, no de Fidel.
No hay
por lo tanto que trazar apresuradamente línea de sucesión, como en la URSS.
Todo ello ya está hecho. No hay sorpresas a la vista.
El
gobierno cubano no va a ocultar su muerte ni a demorar la noticia más allá de
lo indispensable para la puesta en marcha del mecanismo de seguridad y alerta
militar previo al anuncio, así como llevar a cabo las pautas de comunicación
indispensables en estos casos, al igual que ocurre en cualquier otro Estado.
Este mecanismo de seguridad ya está establecido y ensayado, y requiere de pocas
horas para entrar en funcionamiento.
El
anuncio se hará oficialmente por todos los canales de comunicación, y lo hará
el presidente del país, Raúl Castro.
Cuba no
va a anunciar la agonía de Fidel Castro, sino su muerte.
El
régimen cubano ha estado dando señales inequívocas de un deterioro en la salud
de Castro. No ha estado mintiendo al respecto. No ha falsificado mensajes,
cartas ni “Reflexiones”. En este sentido, puede decirse que viene llevando a
cabo una preparación para la noticia.
Que
Fidel Castro “no puede aparecer en público” es algo sabido en la isla.
Estados
Unidos y Cuba llevarán a cabo una ronda de conversaciones en La Habana entre el
21 y 22 de enero. Esta se la única noticia firme hasta el día de hoy, más allá
de cualquier rumor.
Aunque
las conversaciones girarán sobre migración —un tema recurrente entre ambos
países— también serán un primer paso en la normalización de relaciones.
La
delegación estadounidense estará presidida por Roberta Jacobson, la diplomática
de más alto rango para Latinoamérica de Estados Unidos.
Puede considerarse
que no son conversaciones a los más altos niveles, pero sí a un alto nivel. No
van a llevarse a cabo en medio de un funeral o a los dos o tres días de un
funeral.
El
funeral de Fidel Castro ocupará posiblemente toda una semana.
Esto
pone una fecha límite al anuncio de una supuesta muerte de Castro: mañana o el
resto de la semana. A más tardar tres días.
Que
Fidel Castro no esté en condiciones de aparecer en público no altera en nada la
marcha de las conversaciones, ni los estadounidenses tienen por qué preguntar
por las condiciones de Fidel Castro ni es asunto a tratar oficialmente, porque
él no ejerce cargo público alguno. Lo demás son las posibles conjeturas.
Cuba
podría haber prorrogado la fecha de las conversaciones. No hacerlo inclina a
pensar que la muerte de Castro no se espera en las próximas semanas. Tendría
que ser en cuestión de horas.
Si Cuba
hubiera aplazado el inicio de las conversaciones, habrían razones para
sospechar de esa agonía.
La
supuesta preparación de una bóveda en el cementerio de Santa Ifigenia, en
Santiago de Cuba, es material para alimentar un rumor, pero no un dato
confiable para fundamentar un fin inminente..
Hasta
ahora estamos solo ante la presencia de un rumor, que gira fundamentalmente
alrededor de una cifra “mágica”: hoy se cumplió un año de la última aparición
pública del exgobernante. Pero ello no indica de por sí un pronto final. Si se
enfatiza otra fecha, agosto del pasado año, cuando recibió en su casa a un niño
que colecciona sus fotos y a su familia, el tiempo se reduce a varios meses.
El otro
dato significativo es la ausencia de fotos con “Los Cinco” o de un mensaje al
respecto, pero ello apunta más bien a la tesis de incapacidad, no de
desaparición física.
Estaríamos
entonces ante una jugada perfecta de Raúl Castro: la reafirmación de que solo
él es quien cuenta actualmente en la isla, tanto para recibir a “los héroes”
como para “discutir con los americanos”. Ah,
y por supuesto, Fidel Castro no puede hacer nada para impedirlo.
Así que
si Fidel Castro está vivo, si muere mañana, dentro de uno o dos meses, pasa a
un lugar secundario para el destino presente de Cuba. Nada va a cambiar de
inmediato. Lo demás es pompa y circunstancia.