La nota informativa sobre las nuevas
normas en la política de Estados Unidos hacia el régimen cubano publicada en la
edición internacional de Granma
resume de forma sorprendentemente objetiva —para los estándares de la prensa
oficial de la isla— los cambios ocurridos.
Cuaderno de Cuba, que de forma
sistemática ha criticado las tergiversaciones de la prensa cubana, considera el hecho significativo. Pero hay algo más importante.
Señalar este hecho no implica decir que es
una información que cubre todos los puntos y contiene un análisis exhaustivo.
No se menciona, por ejemplo, la eliminación de los límites a los fondos
destinados a proyectos humanitarios y el desarrollo de negocios privados.
Cuando se habla de “sorpresa” simplemente se enfatiza la comparación con
ejemplos anteriores. Aquí lo positivo de lo dado a conocer por Granma no se limita al texto en sí
mismo, mas bien se valoriza con relación al historial informativo de la
publicación.
Cuando se ha escuchado y leído durante
toda una tarde los mismos puntos de vista girando sobre igual eje, por parte de
congresistas, analistas políticos y miembros del exilio, que Granma no se pierda en una retórica
gastada, salvo breves frases y adjetivos, debe servir también de llamada de
alerta: nada saludable es despreciar la capacidad del enemigo.
Desde el punto de vista emotivo —y quizá
electoral, aunque crecen las dudas al respecto— refugiarse en viejos esquemas
puede servir como válvula de escape. Pero a los fines de una política no
resulta una buena táctica.
De nada sirve repetir que los Castro son
malos y que todo lo relacionado con ellos no sirve, cuando nada hace dudar de
su permanencia en el poder. Aislarse en viejos argumentos no hace más que
trasladar el famoso esquema de “plaza sitiada” a Miami, con el agravante de no
albergar ninguna esperanza sobre la posibilidad de sacar provecho de ello.