Hasta ahora la razón principal para el
silencio de Brasil —algunos lo llaman incluso complicidad— ante la graves
situación política y social en Venezuela era más económica que ideológica. Pero esta situación podría cambiar en la medida que la crisis económica de ambos países se acentúa.
Las empresas brasileñas tienen un abanico
amplio de actividades en la patria de Bolívar, desde la colocación de alimentos
y otros bienes de consumo en un mercado con serios problemas de escasez hasta
grandes obras de infraestructura, informa BBC
Mundo.
La constructora Odebrecht, por ejemplo,
tiene una docena de proyectos en Venezuela, incluida la ampliación del metro de
Caracas, el tendido de un puente de 11,4 kilómetros sobre el Lago de Maracaibo
(al oeste del país) y el desarrollo de la central hidroeléctrica Tocoma (al
este).
Brasil nunca ocultó que veía en la
Venezuela socialista de Hugo Chávez un mercado atractivo para sus empresas.
“La presencia de Venezuela en el Mercosur
(…) abre oportunidades a varios emprendimientos”, dijo la presidenta brasileña,
Dilma Rousseff, cuando dio la bienvenida al país vecino y rico en petróleo al
bloque regional, en julio de 2012.
Y varios números sugieren que la apuesta
brasileña rindió sus frutos.
Sólo el año pasado, el gigante
sudamericano tuvo en su intercambio comercial con Venezuela un superávit de
$3.450 millones.
Para Brasil ese saldo positivo fue a
contramano de su balanza comercial total, que el mismo 2014 registró su primer
déficit anual en lo que va de este siglo.
Brasil obtuvo muchos beneficios
económicos en Venezuela a lo largo de los últimos 15 años y el chavismo era un
socio comercial confiable.
Por ello Brasilia siempre ha preferido
mirar hacia otro lado, o limitarse a una tibia declaración, ante las repetidas
violaciones de derechos por parte del régimen de Caracas.
Expertos como Oliver Stuenkel, profesor
de relaciones internacionales en la Fundación Getulio Vargas, con sede en São
Paulo, calculan que las empresas brasileñas tienen contratos en Venezuela por
unos $20 mil millones.
“Chávez y (su sucesor Nicolás) Maduro
dieron preferencia a las inversiones brasileñas”, indicó Stuenkel a BBC Mundo.
Pero esa relación enfrenta desafíos
inéditos ahora que Venezuela pasa crecientes problemas económicos, tensiones
políticas y surgen reclamos de una actitud más firme de Brasil ante el gobierno
“amigo”.
Hasta ahora la administración de Rousseff
evitó criticar directa y públicamente a Maduro, lo que contrasta con la actitud
de Estados Unidos, otro actor clave en el hemisferio y socio comercial
importante de Caracas.
Brasil expresó su inquietud por la
situación venezolana tras el arresto del alcance de Caracas, Antonio Ledezma,
pero algunos creen que la actitud ha sido muy "tímida".
El presidente estadounidense, Barack
Obama, declaró a Venezuela una amenaza para la seguridad nacional y ordenó
sanciones contra siete altos funcionarios de ese país.
En cambio, Brasil ha medido sus palabras
sobre Venezuela desde el arresto el mes pasado del alcalde de Caracas, el
opositor Antonio Ledezma, acusado por el gobierno de Maduro de participar de un
supuesto plan para derrocarlo.
La Cancillería brasileña primero señaló
que acompañaba “con gran preocupación la evolución de la situación en
Venezuela”. Pero la propia Rousseff calificó el arresto de Ledezma como una
“cuestión interna” de ese país.
Al igual que lo hizo el año pasado tras
las manifestaciones antigubernamentales que fueron reprimidas en Venezuela,
Brasil llamó a retomar “el diálogo” en el país, a través de la Unión de
Naciones Sudamericanas (Unasur) y el apoyo del Vaticano.
Grupos defensores de los derechos humanos
como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han criticado la posición de
Brasil —el primero la calificó de “tímida”— ante la “prisión arbitraria” de
opositores y otros abusos que afirman que se cometen en Venezuela.
Opositores brasileños acusaron al
gobierno de Rousseff de ser “cómplice” de Maduro y actuar en función de
vínculos ideológicos con las autoridades vecinas.
Sin embargo, Stuenkel calificó esta
visión como “simplista”.
“La cuestión económica (en Venezuela) es
más importante que cualquier factor político”, sostuvo. “El comportamiento
brasileño hasta hoy fue principalmente pautado por intereses económicos”.
El propio gobierno brasileño ha buscado
empresas brasileñas que abastezcan productos básicos a Venezuela para aliviar
la crisis, tras al menos dos pedidos personales de Maduro a Rousseff, informó
el diario Folha de S.Paulo el martes.
Pero ahora la caída del precio del
petróleo es uno de los factores que complican los negocios entre Brasil y
Venezuela.
Las dificultades de los importadores
venezolanos para obtener dólares ha provocado importantes atrasos de pagos a
los exportadores brasileños, mientras que empresas brasileñas instaladas en el
país vecino también tuvieron problemas para enviar fondos a la matriz.
La Cámara de Comercio Venezuela-Brasil
calculaba a comienzos de año que esos atrasos sumaban $5.000 millones. Pero un
funcionario venezolano que habló en condición de anonimato por tratarse de un
tema sensible dijo a BBC Mundo que la
cifra podría llegar al doble.
Welber Barral, exsecretario brasileño de
Comercio Exterior y socio de la consultora Barral M Jorge, señaló que los
atrasos varían según del ramo del exportador y que a clientes suyos del área de
los alimentos “les están pagando”.
Sin embargo, indicó que los atrasos que
hubo en general y los problemas de liquidez que causó a Venezuela el desplome
del precio del petróleo provocaron una reciente contracción del comercio
bilateral.
La caída de las exportaciones comienza a
preocupar al gobierno de Rousseff.
Las exportaciones brasileñas a Venezuela
cayeron 47% en los dos primeros meses de este año respecto al mismo período de
2014, mientras el superávit del intercambio se redujo 53%.
La situación ha llegado a tal punto, que
al parecer el gobierno de Rousseff ha estudiado si plantearle a Venezuela que
las exportaciones brasileñas tengan como garantía el petróleo de la estatal
PDVSA o sus derivados, para "desmonetizar" el comercio, informó el
diario brasileño Valor Económico a
fines de enero.
Pero Barral dijo a BBC Mundo que eso sería insuficiente, ya que Brasil produce el
mismo tipo de petróleo que su vecino. “Brasil no tiene qué importar” de
Venezuela, resumió.
Con crecientes dificultades políticas y
económicas también en Brasil —que incluyen un creciente descontento social
doméstico, una devaluación de más de 20% del real ante el dólar este año y una
inflación a 12 meses que en febrero llegó al máximo en una década— muchos creen
que lo último que quiere Rousseff es más inestabilidad en Venezuela.
“No se puede decir que el impacto de un
colapso venezolano afectaría apenas algunos sectores de la economía brasileña”,
dijo Stuenkel. “En la situación actual, con tantas noticias negativas, sería
otro factor que afectaría de manera muy negativa el cuadro”.