Los dictadores, grandes y pequeños, se
repiten e imitan. Y sus hijos también. Nicolás Ernesto Maduro Guerra, el único
vástago del presidente venezolano Nicolás Maduro, salta de un cargo a otro
disímil con el fin de enfatizar su ausencia de conocimientos —que le permite
estar al frente de cualquier cosa— y con la garantía de que siempre lo hará mal
gracias a la impunidad que le rodea. Se divierte como el heredero de una gran
fortuna mientras se define como “soldado de Chávez”. Una y otra vez exhibe la
impudicia de quien sabe que su campo de batalla más cercano es un estudio de
televisión, junto a un presentador cómplice; una tribuna amaestrada, un
festival musical nacido del despilfarro o una fiesta donde otros le tiran
dinero. Por algo es hijo de quien es, debe pensar a cada momento.
Un video muestra a Maduro Junior
—como le conocen en Venezuela— bailando al ritmo de música árabe durante la
boda de José Zalt, un testaferro chavista sirio dueño de la marca de ropa
Wintex, celebrada el pasado 14 de marzo en el lujoso hotel de cinco estrellas
Gran Meliá Caracas.
Tras la ceremonia y el banquete, Nicolás
Ernesto se subió al escenario a la vez que varios de los invitados arrojaban
sobre él varias decenas de dólares.., informa el diario español El Confidencial
Si bien lanzar dinero es una costumbre en
las bodas árabes, varios medios de comunicación y opositores al régimen
chavista han mostrado su rechazo por el comportamiento del hijo de un
mandatario cuyo país está sumido en graves problemas económicos y sociales, y
donde impera una extendida escasez de bienes de primera necesidad.
Con tan solo 25 años, no se le conoce
formación académica ni profesional a Maduro Guerra, aunque su carrera meteórica
en la administración pública y en la política hace pensar que lo están
preparando como posible sucesor del mandatario venezolano dentro de varios
años. De él solo hay una referencia de que pudo haber estudiado Economía en la
Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana y
de que fue flautista del Sistema de Orquestas de Venezuela entre 1998 y 2004,
aunque luego no fue capaz de seguir estudios musicales superiores.
Sin embargo, en esa breve carrera el hijo
del presidente venezolano ha desempeñado importantes cargos, siempre nombrado a
dedo por su padre.
El primero de ellos fue el de jefe del
Cuerpo de Inspectores Especiales de la Presidencia, para el cual apenas hizo un
curso. En junio del pasado año fue hecho director de la Escuela de Cine y en
diciembre designado coordinador general del Festival Suena Caracas.
Lo común en estos tres desempeños es la
ineptitud del elegido.
Como
jefe de inspectores tenía a su cargo un nutrido grupo de expertos y
especialistas —desde abogados y administradores hasta ingenieros— para recorrer
el país y perseguir la corrupción, Al final de cada viaje, hacía un informe que
enviaba directamente a su padre (si alguien encuentra similitudes entre esta
labor y la del hijo de Raúl Castro en
Cuba puede estar seguro que no son simples coincidencias).
Sin embargo, poco pudo hacer Maduro Jr.
al frente del cuerpo de inspectores, 10 sabuesos que durante meses aparecían en
distintos estados (“sin aviso previo, para evitar fuga de información”) con el
fin de evaluar la gestión de las decisiones de su padre y perseguir casos de
corrupción y de burocracia excesiva.
Al frente de la Escuela de Cine Maduro
Guerra logró suscitar los más entusiastas comentarios en su contra, por parte
de los miembros del gremio:
“La magia del cine da para todo”, se
quejó el actor Roberto Lamarca tras conocer la decisión”. “El hijo de Maduro no
sabe nada del Séptimo Arte. De lo que sí sabe es de robar cámara”, acotó el
dramaturgo José Tomás Angola. “El colmo del desprecio y del cinismo”, resumió
Héctor Manrique, director del Grupo Actoral80. “Imagino las clases: cine de
torturas, cine de propaganda, porno suave bolivariano, cine mudo”, ironizó
Jonathan Jakubowicz, director y guionista.
Para el festival Suena Caracas el
legislativo venezolano aprobó 168 millones de bolívares ($26,6 millones al
cambio oficial y poco más de un millón al paralelo), y con estos fondos
realizar un evento organizado por la alcaldía del municipio Libertador (centro
de Caracas), feudo del chavismo.
Es una “pomposa fiesta” que “ocurre
mientras escasean medicinas para tratamiento de epilepsia y enfermedades
renales”, señaló el entonces alcalde de la Gran Caracas, el opositor Antonio
Ledezma (hoy detenido) en un artículo sobre el festival titulado Pan y circo.
Las críticas vinieron también de los
partidarios del proceso iniciado por el fallecido presidente Hugo Chávez. El
politólogo y miembro de la Marea Socialista, Nicmer Evans, quien en la página
digital Aporrea también se refirió al “pan y
circo”, expresó:
“Lo único que lamento es que se disponga
de dólares para pagarle a ‘artistas’ que nada aportan a la cultura y mientras
tanto, yo no pueda conseguir pañales de adultos para mi madre”, escribió.
Evans catalogó el evento de “un festival
que a todas luces es un gran negocio para unos pocos que tienen acceso, a
diferencia de gente como yo, a las divisas preferenciales para montar
espectáculos”,
Pero como suele ocurrir con los aspirantes
a herederos del mando, las críticas y los fracasos poco importan mientras se
cuenta con el poder.
En agosto de 2014 Maduro Jr. viajó a
Argentina y se reunió con diputados y senadores de ese país, para contarles su
experiencia aplicando la ley de (des)abastecimiento en Venezuela, y con la
urgencia de que imitaran su labor. Nada dijo siquiera sobre su incapacidad para
resolver el problema del desabastecimiento de papel higiénico.
Sobre Suena Caracas no tuvo reparos en
acudir a la televisión de su país (favorable a su padre) y decir que el evento
estaba a la altura de festivales internacionales como Rock In Río y Viña del
Mar.
Todo ello no pasaría de propaganda si al
mismo tiempo no dedicara su tiempo a “darse la buena vida”, mientras miles de
venezolanos, por vocación, miedo o conveniencia se ven obligados a tareas más
ingratas.
Solo pocas horas después del inicio del
último ejercicio bélico venezolano, con la participación de 80.000 militares y
20.000 civiles, Maduro Jr. no estaba manejando un fusil, cavando una trinchera
o junto a un cañón al sol: se divertía en una fiesta de millonarios y bailaba
mientras otros arrojaban dinero. Los seguidores de Chávez podrán ser iguales o
parecidos, pero los hijos del chavismo son diferentes.
Vea al hijo de Maduro bailando aquí.