1974. La “Revolución de los Claveles” sorprende a Europa y al mundo.
No solo abre la posibilidad de la creación de un Estado socialista en Europa
continental, sino que es la validación de una ideología de izquierda radical
—aunque en este caso específico sin violencia extrema y sin sangre— en que la
causa tercermundista tiene la palabra, y algo más: tiene la primera palabra.
Portugal no mira a la Unión Soviética sino a Cuba; se apoya no en el marxismo
tradicional sino en una especie de “teoría de la liberación” donde los papeles
están invertidos: los militares no reprimen al movimiento social sino que lo
crean e impulsan. Claro que no se trata de la clase militar tradicional europea
—elitista y aristócrata— sino de los jóvenes oficiales de baja graduación, que
provienen de la clase media y han sido enviados a África para luchar en una
guerra colonial que rechazan.
1976. Los socialistas ganan las elecciones legislativas y Mário Soares
se convierte en primer ministro. Es el inicio de una nueva época, donde
Portugal, con pasos equilibrados pero continuos, paulatinamente abandona una
retórica comunista y de justicia social —que incluso había permeado fuertemente
su constitución— y se decide a lograr el desarrollo y el pase al primer mundo
mediante la integración europea y la vía de un capitalismo neoliberal avanzado.
Los logros son notables —en 1986 se une a la Comunidad Económica Europea, en
1995 entra en el Espacio Schengen y en 1999 es una de las naciones fundadoras
de la eurozona y que establecen el euro como moneda— pero también las
dependencias: puesta en marcha de programas económicos establecidos por el
Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1977–78 y 1983–85. Aunque el balance
global, entre socialismo y neoliberalismo parece inclinado definitivamente a
favor de este último.
2011. Negociaciones con el FMI y la Unión Europea. La nación tiene que
acogerse a un plan de ajuste para estabilizar sus finanzas. Por un tiempo el
país se comporta como el “alumno modelo” para la troika (Comisión Europea,
Banco Central Europeo y FMI). Por ejemplo, en las urnas, la frustración
ciudadana lleva a una derrota aplastante del socialista José Sócrates y a la
victoria del conservador Pedro Passos Coelho.
2012. Las manifestaciones obligan al gobierno de Passos Coelho a dar
marcha atrás en sus planes de recorte de las contribuciones sociales a las
empresas para subírselas a los empleados, lo que hubiera equivalido a una
reducción generalizada de sueldos de un 7%.
2015. El Partido Socialista de Portugal es el favorito para ganar las
elecciones. A seis meses de las elecciones, el PS lidera todos los sondeos, con
unos tres puntos de ventaja sobre la coalición gobernante, el centrista PSD del
primer ministro Pedro Passos Coelho, y el derechista CDS, del vice primer
ministro, Pablo Portas.
El líder socialista, António Costa, ha
prometido que no va a prometer, al menos nada que no pueda cumplir.
Sin embargo, sí ha hecho una promesa que
Cuaderno de Cuba considera muy
importante: los socialistas bajarán el IVA de los bares si ganan las elecciones.
Además ha prometido la reposición en dos
años del salario recortado a funcionarios desde 2011 y de la sobretasa en la
declaración de la renta.
La medida más inmediata, sin embargo, es
la reducción del IVA de la restauración, del actual 23% al 13% en el mismo
2016. Eso significa una caída de ingresos de 300 millones de euros según los
cálculos del grupo de sabios, aunque con el previsible aumento de la actividad
económica, la pérdida para las arcas públicas se quedaría en 210 millones.
El programa macroeconómico no es
oficialmente el del Partido Socialista, que se presentará en junio, aunque haya
sido encargado por este ante la convocatoria electoral de octubre. "Es un
marco sobre el que trabajará el partido", ha dicho Costa.
Quien visita Lisboa se sorprende ante el
contraste entre una pintada en una pared callejera, a favor de la toma del
poder por los comunistas, y una conversación de varias horas en una
marisquería, donde comunistas, socialistas, conservadores y neoliberales,
empleados públicos, pequeños empresarios, profesionales en paro e
intelectuales, discuten por cuatro o cinco horas y continúan siendo tan amigos
como siempre.
Ese raro equilibrio entre manifestaciones
verbales y escritas de belicosidad política, junto a un sentido de la
camaradería y la amistad que derriba barreras, quizá sea único y privilegio de
los portugueses.
Una mezcla que se define perfectamente en
los conductores de taxis, que suelen ser los más amables del mundo y al mismo
tiempo conducen de forma temeraria, corren por las calles como si no hubiera
límites de velocidad y no aceptan sugerencias de ruta.
Tal vez la idiosincrasia portuguesa
influyó decisivamente en ese florecimiento
de una revolución sin sangre y su apagamiento posterior sin odio ni
rencores. Queda por verse si el resultado electoral, cualquiera que sea, marcará
una pauta, que rompa este ciclo de crisis-rescate que está hundiendo a Europa,
o si retornará la zaga del desarrollo político, social y económico europeo.