Hay al menos cuatro aspectos distintos,
por momentos contradictorios, que se amalgaman, confunden y repiten cuando se
habla del esfuerzo que llevan a cabo los gobiernos de Estados Unidos y Cuba por
mejorar sus relaciones. En un discurso reciente de la secretaria de Comercio de
Estados Unidos, Penny Pritzker, volvieron a figurar de forma más o menos clara.
Pritzker pronunció el discurso principal
en un fórum sobre Cuba llamado “Tampa a la Vanguardia de un Cambio Histórico”,
organizado por la Cámara de Comercio del Gran Tampa y el Aeropuerto
Internacional de Tampa, de acuerdo a un artículo de Mimi Whitefield, de The Miami Herald.
La funcionaria dijo el lunes que está
planeando realizar un viaje a Cuba en cuanto se reanuden los lazos diplomáticos
entre los dos países, y que realizar negocios con la isla podría hacer que la
comunidad empresarial norteamericana participe en un “cambio positivo” en Cuba.
A continuación añadió:
“Nuestra economía está mostrando una
formidable recuperación”, dijo. “Hoy día nuestros negocios están exportando más
que nunca. Pero nuestro trabajo aún no está completo”.
Aunque las exportaciones de EEUU alcanzaron
una cifra récord de $2.340 billones en 2014, lo que ha respaldado a 11.700
millones de empleos en el país, EEUU necesita ampliar las exportaciones todavía
más, entre ellas las que van a Cuba, dijo Pritzker.
De igual modo el Departamento de Comercio
tiene un importante papel en la nueva política, dijo en una entrevista con The Miami Herald. “Nuestro rol consiste
en facilitar el comercio”, señaló. “Creemos que el lado económico de la
relación puede muy importante”.
Aquí tenemos dos argumentos claves, que
se vienen repitiendo insistentemente desde que el presidente estadounidense
Barack Obama y el gobernante cubano Raúl Castro anunciaron el inicio del
proceso.
Uno es que la entrada en la isla de
inversiones, negocios, turismo y capital estadounidense en general no solo
traerá beneficios a los cubanos, en relación a su vida cotidiana, sino a la
larga contribuirán y conducirán a un cambio democrático.
El segundo es que una economía en
expansión actualmente, como la norteamericana, requiere de nuevos mercados, por
relativamente pequeños que sean. En el caso de Cuba, su situación geográfica no
solo la convierte en privilegiada en este sentido, sino que va más allá de un
simple mercado. La posibilidad de un aumento de inversiones de otras naciones
lleva preguntarse, cada vez con mayor urgencia por parte de los capitalistas
norteamericanos, sobre las razones que hacen que ellos queden fuera del pastel.
El primer motivo puede ser cuestionable o
dudoso —incluso la llegada de alguna forma de capitalismo de Estado no
garantiza necesariamente una mejora de los derechos o un avance democrático—,
pero el segundo tiene una gran fuerza: no solo en los estados agrícolas sino en
todo el país los empresarios estadounidenses están deseosos de hacer negocios
con la isla.
Sin embargo, no va a resultar fácil.
A pesar del entusiasmo de algunas
compañías norteamericanas que ya han comenzado a explorar las oportunidades de
negocios en Cuba, Pritzker advirtió acerca de algunas expectativas poco
realistas. “Es un proceso largo”, dijo. “No es algo que se logre durante un fin
de semana”.
Los otros aspectos que aparecen con
frecuencia cuando se discuten los cambios presentes y posibles en la relación
entre Cuba y EEUU también surgieron durante la presentación de Pritzker.
El área de Tampa Bay ha estado tratando
de pulir su imagen como puerta de entrada de los nuevos negocios y
oportunidades empresariales que abrió el histórico acercamiento entre EEUU y
Cuba que se anunció el pasado 17 de diciembre.
La representante Kathy Castor, demócrata
por Tampa/St. Petersburg, ayudó a presentar a la secretaria así como a otros
funcionarios del Departamento de Comercio, el Departamento de Estado y la
Oficina de Control de Activos Extranjeros en el evento de Tampa.
Sin embargo, aunque ha habido varios
paneles de negocios y legales, así como seminarios en Miami sobre las nuevas
oportunidades en Cuba, los políticos del sur de la Florida, en su mayoría, se
oponen a la apertura o han tratado de mantenerse alejados del asunto.
En Tampa, que comenzó a ofrecer vuelos
fletados directos a Cuba en el 2011, la nueva política hacia Cuba ha sido
recibida con entusiasmo.
No ha sido así en el resto del estado.
El martes 24 de marzo legisladores
estatales pidieron a sus colegas unirse en la oposición al restablecimiento de
relaciones diplomáticas con Cuba.
Todos los senadores estuvieron de
acuerdo, excepto uno.
La medida, que también trata de disuadir
al gobierno federal de que permita un consulado cubano en la Florida, es en
gran medida simbólica pero envía un importante mensaje a la administración de
Obama en la mente de los miembros cubanoamericanos del Senado estatal.
“Pensar que por medio de gastar dinero
estadounidense, de modo que los estadounidenses puedan comprar tabacos cubanos
y ron cubanos, y hospedarse en hoteles en terrenos robados, que estos dos
octogenarios obstinados y sus cómplices van a cambiar nada es, en el mejor de
los casos, una ingenuidad”, dijo el senador Miguel Díaz de la Portilla
Precisamente la senadora que se opuso a
la propuesta fue la líder demócrata del Senado Arthenia Joyner, demócrata de
Tampa, dijo que ella entendía “la pasión y el dolor” de los senadores
cubanoamericanos. Pero defendió “los pasos históricos dados por Obama para
trazar un nuevo curso” en Cuba.
“Yo sé en lo profundo de mi corazón que
no hubo nada malicioso en la promulgación de esta política por parte de la
administración de Obama, y sé que echar esto adelante es un esfuerzo para traer
la libertad a la nación cubana”, dijo Joyner.
Una propuesta similar, auspiciada por los
representantes republicanos Manny Díaz Jr. y Jeanette Núñez, está lista para
ser llevada a votación en la Cámara de Representantes, dominada por los
republicanos. Hasta el momento, la versión de la Cámara no ha ganado el apoyo
de un solo demócrata
Así que dos visiones sobre los cambios en
la política hacia Cuba se enfrentan en el senado floridano y lo mismo se espera
que ocurra en el Congreso federal. Lo que lleva a formular el tercer factor: la
oposición o apoyo del proceso por parte de los legisladores y políticos
estadounidense.
Algo similar, aunque de forma no pública
pudiera estar ocurriendo en Cuba, donde cada paso de posible acercamiento con
Washington debe estar siendo calibrado según sus posibles consecuencias, no
solo internacionales y respecto a la situación del país, sino en las esferas
del gobierno.
Este aspecto constituye el cuarto factor
en juego y la siguiente pregunta: ¿hasta dónde permitirá La Habana el avance de
las medidas anunciadas por Obama y otras posibles?
La nueva apertura comercial. Le permite a
firmas exportadoras enviar productos norteamericanos a Cuba para respaldar
negocios privados y agricultores así como la importación a EEUU de algunos
artículos producidos por empresarios privados.
Pero en la actualidad el gobierno cubano
controla todas las importaciones destinadas a la isla y no existe un mecanismo
para la exportación de artículos producidos de forma privada.
Sin embargo, Matthew Borman,
subsecretario de Comercio y asistente de la Oficina de Industria y Seguridad,
dijo: “Reconocemos que la estructura actual está a cargo de entidades del
gobierno. Si tomamos la posición de que el gobierno cubano no toque nada,
entonces nada va a ocurrir”.
Borman dijo que bajo las nuevas regulaciones,
Alimport y otras agencias importadoras del gobierno cubano podrían facilitar
las importaciones de compañías norteamericanas y los productos podrían ir a tiendas
del gobierno en tanto el exportador norteamericano se encargue de que los
productos se ofrezcan a la venta al público general en Cuba.
El exportador debe seguir las exigencias
normales para cada exportación, observó Borman.
Si un exportador norteamericano, por
ejemplo, envía un estuche de herramientas para reparar autos a la isla, será
necesario demostrar que termina en manos de un individuo, no del gobierno, dijo
Borman, uno de los principales promotores de las nuevas regulaciones.
Aunque el mecánico trabaje por su cuenta,
tal vez utilice las herramientas importadas para trabajar en vehículos del
gobierno o para cumplir un contrato con el gobierno, dijo.
“Si las exportaciones de EEUU son
únicamente para “el uso del gobierno cubano, entonces la respuesta es un no
rotundo”