No es la diplomacia callada ni la
delegada del silencio. Sencillamente parece que no tiene nada que decir.
María Gabriela Chávez asistió el pasado
miércoles a lo que fue su primer acto público como representante venezolana en
Naciones Unidas. Pero no abrió la boca.
Cuando se le preguntó si ella acudiría a
las reuniones del Consejo, como cualquiera en su cargo lo haría, respondió
lacónicamente: “No sé”.
Claro que la hija predilecta del
fallecido presidente Hugo Chávez no ha sido nombrada para el cargo que
desempeña por su elocuencia —ni siquiera por su presencia—, sino por su
herencia.
El presidente Nicolás Maduro, que de
cuando en cuando dice que se le aparece Hugo Chávez en forma de “pajarito”,
estaba matando dos pájaros de un tiro cuando la nombró: la alejaba de La Casona
—la casa presidencial— y de un escándalo de corrupción, al tiempo que le
regalaba una vida privilegiada en Nueva York y el resto del mundo. Pero no solo
eso.
La familia Chávez ha estado vinculada con
las acciones del gobierno desde que Chávez llegó al poder. Adan Chávez, hermano
del fallecido presidente es el actual gobernador del estado Barinas; Asdrúbal
Chávez, primo, es ministro del Poder Popular de Petróleo y Minería de Venezuela
y la propia María Gabriela había realizado las funciones de primera dama
durante las giras internacionales de su padre.
Ante esto, la oposición venezolana ha
denunciado nepotismo de parte de la familia Chávez. Una declaración injusta y
sin fundamentos, dirán los chavistas, originada en Miami y tras la cual se
encuentra seguramente un nuevo intento de golpe de Estado, hasta con la posible
participación del expresidente español Felipe González.
El pasado año María Gabriela se vio
envuelta en un escándalo que el diario argentino Clarín calificó de ejemplo de corrupción, donde acuerdos de compra
y venta se realizaron por encima de los valores reales de los productos en el
mercado.
Según el periódico argentino, Bioart SA,
una empresa de Rosario a la que se atribuyen vínculos con el ministro de
Planificación Federal Julio De Vido, exportó arroz a Venezuela con elevados
sobreprecios.
La compañía, propiedad de los hermanos
Vignati con los que la hija de Chávez mantiene amistad e incluso se ha dejado
ver en fotografías en las redes sociales, lleva vendidas más de 40 mil
toneladas de maíz a Venezuela pactados a precios del 80% superiores a los del
mercado, sumando $6 millones en el negocio, informó en su momento Martínoticias.
Según describe Clarín, estos hermanos comenzaron la exportación de maíz el 28 de
febrero del 2014, justo después de una visita a la embajada argentina en
Caracas en la que se reunieron con María Gabriela Chávez.
María Gabriela, al igual que su hermana
Rosa Virginia, sigue teniendo un peso importante en el gobierno de Maduro, no
por participar en las decisiones políticas —algo que no debe preocuparles a
ambas en la actualidad, mientras no afecten sus intereses— sino al constituir
una especie de “herederas al trono”: continúan explotando los réditos obtenidos
tras la imagen de ese Chávez enfermo y sonriente pese al sufrimiento, tratando
de parecer imbatible, con ambas siempre a su lado.
Las dos hijas de Chávez han sido objeto
de fuertes críticas en la opinión pública venezolana, por la vida de despilfarro
que llevan y que incluso ellas mismas han mostrado en fotos.
Maduro, que desde que tomó posesión no ha
logrado evitar que su gobierno atraviese una crisis tras otra, siempre ha
necesitado el apoyo entre sus partidarios que aún le brinda la familia Chávez.
Sin embargo, como en otros asuntos
venezolanos, la razón más poderosa tras el nombramiento parece vino de La
Habana.
Cuando se produjo, el nombramiento tuvo
todos los visos de una decisión cocinada en La Habana y Caracas. En abril del
pasado año, María Gabriela visitó al ex gobernante cubano Fidel Castro en su
hogar en La Habana.
Desde entonces se ha especulado
reiteradamente que la presencia de la hija de Chávez como embajadora alterna
apuntaba a que Cuba lograría, por su intermedio convertirse en miembro de facto
del Consejo de Seguridad, al que se incorporó Venezuela como miembro no
permanente en enero de este año.
“No cabe duda de que los cubanos, que
tienen una delegación competente en la ONU, se encargaran de hacerle la tarea.
Armarle reuniones, escribirle propuestas, discursos. En resumen, Cuba seria el
ventrílocuo que hablaría por la boca de la Srta. Chávez en nombre de
Venezuela”, dijo Diego Arria, ex presidente del Consejo de Seguridad de la ONU,
el 17 de agosto del 2014.
Ahora sus palabras se han hecho realidad.
El miércoles María Gabriela Chávez no
tomó la palabra, aunque recibió abrazos y calurosos saludos. El representante
de Cuba dijo que era un honor hablar en su presencia. Por supuesto que para los
fines que ha sido nombrada, la hija de Chávez no necesita hablar. Es más, ese
es uno de sus méritos para desempeñar el cargo.
Estar callada.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 6 de abril de 2015.