Vuelven los tiempos de Felipe González a
La Habana, solo que no de manos de los socialistas sino de los conservadores
españoles. Madrid teme que los empresarios estadounidenses se apoderen del
mercado cubano en un plazo relativamente breve y buscan reforzar su presencia.
La española Hotelsa, dedicada a la elaboración
de productos alimenticios y bebidas para la hostelería, será la primera
compañía extranjera en construir una fábrica en la Zona de Desarrollo Mariel.
La noticia adquiere mayor relevancia en el
entorno en que se produce: el declarado apoyo institucional que la Moncloa
brinda de nuevo al empresariado español en Cuba, tal y como ocurría durante la
presidencia del socialista González.
Lo que nunca pensaron quienes en Miami
saludaron la llegada del Partido Popular al poder. Mariano Rajoy ha decidido
darle definitivamente la espalda al activismo anticastrista de José María Aznar,
que culminó en la Posición Común de 1996, todavía vigente en teoría pero en
marcha meteórica hacia la extensión, y mirar no hacia los abusos que aún se
cometen en la isla sino donde está el dinero.
Lo ratificó este mismo mes el secretario
de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, en La Habana, al informar que se han
aprobado nuevos instrumentos financieros para respaldar a las empresas
españolas que participen en los proyectos de desarrollo ofrecidos a los
inversores por el gobierno de Raúl Castro.
García Legaz enfatizó que se han aprobado
facilidades crediticias del Banco de España y la cobertura y ayuda de dos
agencias públicas, la CESCE (Compañía Española de Seguros de Crédito a la
Exportación) y la COFIDES (Compañía Española de Financiación del Desarrollo).
La cobertura de la CESCE había cesado desde 2000, al haber acumulado Cuba una deuda de 2,300 millones de euros con
España. Se ha reanudado parcialmente desde hace varios meses, con una línea de
25 millones de euros para operaciones comerciales a corto plazo.
El objetivo de la COFIDES es facilitar
financiación a proyectos privados de inversión en el exterior y por primera vez
financiará proyectos españoles en la
isla.
“El banco de España ha tomado la decisión
de flexibilizar los requisitos de provisión a los créditos que otorguen las
entidades financieras españolas a las operaciones realizadas en la república de
Cuba”, informó García Legaz en Cuba, de acuerdo al diario español El País.
De esta forma se busca acelerar la entrada
en la isla de empresas peninsulares, ante la posibilidad de llegada tanto de un
turismo masivo procedente de Estados Unidos como de la competencia potente y
geográficamente cercana desde ese país.
Este radical alejamiento de Rajoy de las
políticas promovidas por Aznar responde tanto a razones nacionales —de forma
lenta España comienza a salir de la crisis económica y el gobierno popular
necesita incrementar este avance en un año electoral—como a motivos europeos
—Cuba y la Unión Europea ya aprobaron un calendario para conversar sobre el
espinoso tema de los derechos humanos—, pero sobre todo se ha visto acelerado por un hecho: el
inicio de un diálogo entre Washington y La Habana.
La reacción al paso dado por el
presidente Barack Obama comienza a sentirse con fuerza en Europa, incluso con
mayor intensidad que en Washington, donde se sabe que el avance es cuesta
arriba. La coyuntura no podría ser más favorable para Castro, que debe estar frotándose
las manos ante lo que ya se vislumbra como una lucha por desembarcar en Cuba,
tanto con inversiones como en el mercado. Para ello los europeos cuentan con
una ventaja inicial y una geografía en contra.
Puede argumentarse que no se trata de un
cambio drástico, en el sentido de que ya España —y desde hace tiempo— es uno de
los principales socios comerciales de Cuba tras Venezuela y China, así como una
de las naciones con más inversiones, pero esta aceleración que se inicia viene
acompañada por un proceso puesto en marcha en otras naciones europeas.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez
Parrilla, acordó el martes 21 en París, con el presidente François Hollande, los
últimos detalles para la visita a Cuba del gobernante galo el próximo 11 de
mayo.
Ese mismo día, y durante una audiencia en
el Senado en Washington, el subsecretario del Departamento de Agricultura para
Servicios Exteriores, Michael Scuse, explicó a los legisladores que el 80 % de
los alimentos de la isla son importados y que en el caso del cereal, es fundamentalmente
la Unión Europea quien los provee. Esas importaciones de cereales “deberían”
satisfacerlas los productores estadounidenses, dijo.
“Los mercados del trigo, el maíz y el
arroz deberían ser nuestros”, insistió.
Que en el caso cubano en estos momentos los
temas principales a discutir sean el mercado y las inversiones dejan poca
esperanza a quienes abogan por priorizar otros, como libertad y derechos
humanos. Son las reglas del capitalismo, que regresa a Cuba sin que ello
signifique una vuelta a la democracia.
Esta es mi columna semanal de los lunes en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del 27 de abril de 2015.