Llama la atención el pequeño revuelo que
ha causado una información aparecida en El
Nuevo Herald, que señala que Un documento desclasificado el miércoles por
el Departamento de Estado y que se remonta a 1976, muestra las preocupaciones
sobre los vínculos de la CIA con grupos extremistas de exiliados cubanos y
considera a Luis Posada Carriles como el autor más probable del atentado contra
un avión de Cubana de Aviación ese año.
Llama la atención doblemente, porque la
propia información del periódico aclara que ya el documento se había dado a
conocer con anterioridad, aunque en una versión censurada y que forma parte de
la colección del Archivo Nacional de Seguridad. También que confirma lo que el Miami Herald reportó en 2007: que Posada
fue informante pagado de la CIA.
En este último sentido, que sea una
especie de versión caribeña o cubana del tema del traidor y del héroe, con
todos y para todos lo que le pagaban, no es un asunto que algunos en Miami
quieran recordar.
Así que la novedad aquí radica solo en
las circunstancias actuales, y por supuesto que ha surgido una vez más el
rechazo de cierto sector comunitario a la política del presidente Barack Obama
y una supuesta alerta o temor de que Posada sea deportado o “cambiado”, algo
que por su edad y estado de salud puede considerarse poco probable.
Lo que sí es posible añadir que la noticia
en el periódico sume ahora tres manifestantes más o un par de automóviles a una
caravana o marcha contra las medidas y la actitud de la actual administración
estadounidense, anunciada a celebrarse durante el fin de semana. Las cifras que
anticipo ahora se suman no evidencian un carácter peyorativo, sino más bien la
certeza de que todos los que van a estar no necesitaban de nuevos estímulos. Si
acaso algún cartel defiendo a Posada se sumará al evento.
El
intento de presentar a Luis Posada Carriles como un patriota ejemplar y
combatiente anticastrista, algo que intentan algunos exiliados en Miami, guarda
semejanzas con la campaña internacional que realizó el régimen de La Habana en
favor de los cinco espías cubanos que cumplieron toda o parte de su condena en
Estados Unidos. En ambos casos, los carteles de terrorista y antiterrorista se han
colgado a partir de argumentos ideológicos.
La realidad es que Washington utilizó a
Posada Carriles para diversas actividades encubiertas, en una época en que el
empleo de ciertos medios violentos se mantuvo en secreto y no se sancionaba
como en la actualidad.
Sin embargo, ya la guerra fría terminó
hace años. La repulsa mundial al empleo de la tortura y otros medios violentos
e ilegales, para destruir a los enemigos de esta nación, es una muestra más de
que cada vez es mayor el rechazo a las justificaciones políticas para los
asesinatos de civiles y los actos que ponen en peligro la vida de inocentes.
Posada Carriles se ha convertido en un
rezago de otra época, y por supuesto que hay inmoralidad e hipocresía en
justificar la realización de sabotajes y actos terroristas con tal de atacar al
enemigo.
Demasiadas guerras y crímenes ocurrieron
durante el siglo pasado, para persistir en presentar como víctima a un hombre
demasiado vinculado a actos terroristas.
Luis Posada Carriles tiene un amplio
historial —en parte hecho público, en parte mantenido aún en secreto— que lo
descalifica como patriota y luchador por la democracia.
No es un luchador anticastrista sino un
individuo que la mayor parte de su existencia ha actuado al margen de la ley,
sin detenerse a medir las consecuencias de sus actos en las vidas de seres
inocentes.
Es cierto que el régimen de La Habana ha
manipulado durante décadas el caso de Posada Carriles con fines
propagandísticos y que carece de moral para presentarse como un paladín del
antiterrorismo. Es casi seguro que ahora volverá a esgrimir el caso para opacar
o ocultar viejas culpas y el reclamo de que aún mantiene en su territorio a
terroristas que pese al tiempo transcurrido deberían estar a la sombra y no
disfrutando o padeciendo el sol cubano.
Lo anterior no impide el señalar las
carencias, omisiones y encubrimiento que sobre la participación de Posada en
actividades como los atentados dinamiteros ocurridos en La Habana entre 1997 y
1998, que tuvieron como consecuencia la muerte de un turista italiano, o el
derribo del avión de Cubana de Aviación. Cada día que pasa, sin embargo, hace
más probable que dicha investigación quede en manos solo de periodistas e
historiadores, y no de policías y fiscales.
Muchos actos en la trayectoria de Posada
Carriles merecen la misma repulsa que la campaña de sabotajes llevada a cabo
por el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario, para poner fin a
la dictadura de Fulgencio Batista.
No hay justificación para colocar bombas en cines, parques, hoteles y aviones. El terror no es un arma adecuada ni moral ni legal, ya sea utilizada contra un dictador como Batista o contra déspotas totalitarios como los hermanos Castro.
No hay justificación para colocar bombas en cines, parques, hoteles y aviones. El terror no es un arma adecuada ni moral ni legal, ya sea utilizada contra un dictador como Batista o contra déspotas totalitarios como los hermanos Castro.