Para algunos podría ser la gota que colmó
el vaso, lo último que faltaba por ver. Quizá la explicación del hecho radique
en considerarlo la consecuencia lógica de un camino iniciado hace unos pocos
años.
La organización Damas de Blanco nació
para protestar por las injustas condenas que llevó a la prisión, con sentencias
de largos años de encarcelamiento, a un grupo de periodistas independientes,
activistas y opositores pacíficos en general.
Este objetivo ha cambiado en la
actualidad —mejor sería decir se ha tergiversado— y el grupo se ha convertido
en la representación más visible en Cuba de los puntos de vista de un sector
del exilio cada vez más reducido, que por décadas ha respondido con una
fidelidad absoluta a los planteamientos del Partido Republicano.
Por supuesto que por un problema de
comodidad y rutina las agencias cablegráficas y los medios de prensa siguen
catalogando a las Damas de Blanco de cara al pasado y no al presente. Pero las
Damas de entonces ya no son las mismas.
Pero las Damas de Blanco vienen
demostrando desde hace algún tiempo que la liberación de los presos políticos
no es su objetivo, o al menos no es su interés primordial en estos momentos.
En primer lugar porque los diversos
grupos opositores no han logrado ponerse de acuerdo en quienes son esos presos,
la cifra más o menos exacta y confeccionado una lista unitaria sobre la cual
establecer un reclamo.
En segundo porque dicho reclamo se ha
convertido en una nebulosa que se repite como un mantra con un fin muy preciso,
no de liberar sino de condenar, solo que el condenado es en esta ocasión el
gobierno estadounidense y el plan del presidente Barack Obama de modificar el
enfoque bajo el cual tratar al régimen de Raúl Castro.
“El (Obama) tiene la culpa de lo que está
pasando (en Cuba)”, declaró el expreso político Ángel Moya, de acuerdo a un
cable de la AFP.
Curioso, hasta ahora la opinión
generalizada —salvo para los partidarios del castrismo— era que los hermanos
Castro y sus seguidores eran los culpables de lo que pasa en Cuba.
“Por esto tenemos esta careta, por su
culpa”, agregó Moya, marido de la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler.
Así que a la habitual protesta de los
domingos se ha sumado un nuevo culpable: Obama. Para gozo de algunos aquí en
Miami.
Unos 90 opositores cubanos, entre ellos
medio centenar de Damas de Blanco, fueron detenidos el domingo tras protestar
con máscaras del presidente Barack Obama en rechazo a la reapertura de la
embajada estadounidense en la isla, observó un periodista de la AFP.
La represión contra las Damas de Blanco y
los opositores debe cesar. Tienen todo su derecho a protestar pacíficamente
contra el gobierno de la isla o el presidente Obama, o contra el buen vecino
que no los saluda.
Sin embargo, resulta paradójica la
protesta pública de un grupo, que se declara a favor de la liberación de los
presos políticos, hacia un jefe de Estado que logró la libertad de 53
prisioneros como uno de los puntos de inicio de la negociación entre Cuba y
Estados Unidos. Eso para no decir que constituye una muestra de poco
agradecimiento.
(El mal agradecimiento parece ser inherente
en estos casos, como en buena medida lo han sufrido ya otros, en especial el
cardenal Ortega, y es posible que las paredes del Vaticano no sirvan para
salvarse de él ni al papa Francisco.)
Más paradójico aun es el hecho de las Damas
de Blanco y los opositores que las siguen se manifiesten contra una negociación
con la que está de acuerdo la mayoría del pueblo cubano. Esta manifestación del
domingo servirá para aislarlos más todavía de ese pueblo con el que les ha
resultado imposible establecer contacto, en gran medida por la conocida
represión imperante en el país, pero también por su estrategia.
Es precisamente un problema de estrategia
el que enfrentan estos opositores, que han decidido adoptar la que durante
mucho tiempo gozó de gran popularidad en el exilio, y en estos momentos se
limita solo a un factor emotivo: la del objetivo o fin interpuesto.
Por años se pensó que EEUU no permitiría
un gobierno socialista a 90 millas. Después que tras la caída de la Unión
Soviética el régimen cubano estaba liquidado. Luego el derrumbe del chavismo
pasó a ocupar ese lugar.
La cuestión es que resulta inútil echarle
la culpa al gobierno de Obama —además de un indicador de una fuerte dependencia
hacia EEUU— de lo que ocurre en Cuba. Eso solo sirve para fines electorales, en
Miami y Washington, pero no en la isla y mucho menos más allá de Hialeah.
Esa fidelidad a un punto de vista, y un
patrón de conducta ajeno, solo vuelve a evidenciar un viejo axioma: el que paga
manda. Las Damas de Blanco y otros opositores solo están demostrando que les
preocupa sobre todo sus fuentes de financiamiento.
Lo lamentable del hecho es que, incluso
si se da por cierta la cifra del periodista de la AFP —las fotos de lo ocurrido
muestran a un grupo de manifestantes mucho más reducido y los rostros de
opositores detenidos que presentan no pasan de una docena—, el número de los
que se oponen al deshielo entre Cuba y Estados Unidos es ínfimo con relación a
la población cubana y estadounidense que lo apoya. Algo así como una pequeña
pataleta.