Además del Guernica, que para mi quizá sea el cuadro más impresionante del
mundo —lo que no quiere decir el mejor ni tampoco quiere decir el que más me
guste— el museo Reina Sofía de España siempre brinda la posibilidad al visitante
de ver algunas películas mientras recorre las salas. No estoy hablando de sus
ciclos de proyecciones, sino de esos filmes que de pronto hacen que uno se
detenga —por apenas minutos o un buen rato— y vuelva a ver lo ya conocido o lo
sorprenda algo que no se conozca o sea simplemente un dato casi olvidado.
Me acaba de ocurrir con Gauguin, un corto que Alain Resnais realizó en
1950 —antes de ser Resnais— y que junto con Guernica
(1950) y Van Gogh (1948) forman una
trilogía dedicada a la pintura, a la que
luego se uniría el segmento sobre Goya en Pictura
(1951). Los tres documentales han sido reunidos en un DVD ahora agotado, pero
que en estos momentos pueden verse en el museo madrileño, junto a dos
excelentes exposiciones temporales de obras de arte moderno pertenecientes a
los fondos del Kunstmuseum Basel, ya que el museo suizo está actualmente
cerrado debido a una renovación de sus instalaciones.
Gauguin
cuenta con el valor añadido de la música de Darius
Milhaud, pero son las imágenes en blanco y negro, fotografiadas por Henry
Ferrand, las que hacen que uno se siente y dedique un rato a ver el corto
completo. Ese recorrido por los cuadros, acompañado por textos del propio
Gauguin, permiten apreciar no solo el talento del pintor —algo de sobra
conocido— sino la capacidad del cineasta de aprovechar al máximo sus recursos
limitados, más allá de la ausencia del color, fundamental especialmente en la
obra de Gauguin.
En otra sala, una de las dedicadas a las
exposiciones permanentes, y si uno cuenta con el tiempo suficiente y la
voluntad —no es mi caso— puede verse completa La guerre est finie (1966), que
pese a la distancia que hoy impone el tema sigue siendo una excelente película,
con tres magníficas actuaciones: Yves Montand (en primer lugar), Ingrid Thulin
y Geneviève Bujold, y que para alguien que nació en Cuba y llegó a conocer a
varios participantes en la lucha clandestina en las ciudades contra la
dictadura de Batista le trae cierta remembranza en que se mezclan la decepción,
la utopía y el coraje.
Resnais, —y es probable que en Miami
muchos no lo sepan— tuvo algo que ver con Cuba, más allá de la admiración y
envidia, y luego el rechazo impuesto, de los funcionarios-directores del ICAIC
y su participación en la oportunista, vocinglera y colorista Lejos de Vietnam (1967).
En 1991 se realizó la película Contre l'oubli (Lest We Forget), en la que 30 realizadores franceses participaron cada
uno con un segmento, en que se pedía la liberación de un preso político. El de
Resnais fue dedicado a Esteban González González, un prisionero de conciencia
ya olvidado.
González, perteneciente al Movimiento
para la Integración Democrática (MID), fue detenido en La Habana, con otros
miembros del grupo, en septiembre de 1989. En enero de 1990 fueron condenados
por rebelión. González, de 60 años y profesor de matemáticas, fundó el MID en
1989, un movimiento que rechazaba la violencia y defendía una reforma
democrática, que incluyera el establecimiento de un Gobierno pluralista. Lo
curioso ahora es que entre los motivos para condenar al matemático —además de los
usuales de posesión y divulgación de “propaganda contrarrevolucionaria“ y
planificar una campana de desobediencia civil— figuró el buscar el cambio del
sistema para restaurar el capitalismo. Por ello González fue condenado a siete
años de prisión, a cumplir en el Combinado del Este.
Pero más allá de hechos circunstanciales,
lo que cuenta en el cine de Resnais —y La
guerre est finie es un buen ejemplo de ello— es la creación de un cine que
tiene una permanencia garantizada más allá del tema, por sus méritos fílmicos.
Todo lo contrario de Godard (en el museo también se proyecta constantemente 2 ou 3 choses que je sais d'elle, de
1967) cuya producción en buena medida no deja de envejecer.
Resnais nunca fue, en el sentido justo del término, un producto de la Nouvelle Vague de finales de la década de 1950. cuando irrumpió el movimiento, ya contaba con diez años de experiencia en la realización de documentales de corto metraje. Gauguin, Guernica y Van Gogh son tres buenos ejemplos de ello,
Resnais nunca fue, en el sentido justo del término, un producto de la Nouvelle Vague de finales de la década de 1950. cuando irrumpió el movimiento, ya contaba con diez años de experiencia en la realización de documentales de corto metraje. Gauguin, Guernica y Van Gogh son tres buenos ejemplos de ello,