Cuatro han sido los papas españoles, pero todos muy distantes. Ya son 606 años y no ha vuelto ha surgir un nuevo papa nacido en España. La cifra dice mucho de una perdida de poder mundial de una nación que como ninguna otra hizo tanto por el predominio del catolicismo, en épocas de gloria y de los ataques más diversos. España es sobre todo símbolo de la Contrarreforma, y hay mucho de fracaso en esta ausencia. Pero en especial de escándalo y controversia. Digámoslo rápido: al tiempo que los papas españoles simbolizan el poder de un imperio, resumen sus limitaciones y desvaríos. Que un argentino ocupe en la actualidad el trono de San Pablo evidencia no solo el intento de reconocer la región del mundo con mayor número de católicos (el 40% de los fieles) sino igualmente un ajuste de cuentas con la historia. Lo notable del caso es que a los españoles no les preocupa en lo más mínimo el asunto.
El primer papa español fue Dámaso I (366- 384) y se cree fue gallego. Tuvo que enfrentar el grave problema de las herejías y luchó por consolidar la primacía de la Iglesia. A los efectos de la institución, fue el mejor de los cuatro. En lo que respecta al culto, el único en ser beatificado.
El segundo, Calixto III, fue un valenciano y en cierto sentido marcó la decadencia posterior. Intentó reconquistar Constantinopla y fracasó. Inició una cruzada en tal sentido, pero sus hazañas más que bélicas fueron familiares. Famoso por su nepotismo y también por anular en 1456 el juicio a Juana de Arco, que había sido condenada por bruja.
Alejandro VI fue el papa de la conquista de América y el responsable del Tratado de Tordesillas entre Portugal y Francia. Se destacó más que nada como diplomático. Como era común en su época —¿o en todas las épocas?—, más que al rezo se dedicó a las intrigas políticas. Su hijo fue César Borgia, quien trató a la fuerza de unificar los Estados Pontificios bajo el mando de Roma. Se cree que murió envenado, tras una cena en que todos los comensales cayeron enfermos. Unos dicen que por error, otros aseguraran que los conspiradores prefirieron ir al seguro y no dejar plato alguno libre del veneno.
El cuarto papa es la figura más interesante del conjunto, al punto de que muchos no lo consideran como tal. Es más, es conocido como el “antipapa”, por haber sido elegido durante el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón. El “papa Luna” fue condenado por hereje en1409 y se retiró a Aragón, a su fortaleza de Peñíscola, donde murió en 1423 sin renunciar jamás a la convicción de que él era el auténtico vicario de Cristo. Guillermo Cabrera Infante escribió una excelente crónica sobre este papa y el lugar de su retiro, que aparece en El libro de las ciudades.
El primer papa español fue Dámaso I (366- 384) y se cree fue gallego. Tuvo que enfrentar el grave problema de las herejías y luchó por consolidar la primacía de la Iglesia. A los efectos de la institución, fue el mejor de los cuatro. En lo que respecta al culto, el único en ser beatificado.
El segundo, Calixto III, fue un valenciano y en cierto sentido marcó la decadencia posterior. Intentó reconquistar Constantinopla y fracasó. Inició una cruzada en tal sentido, pero sus hazañas más que bélicas fueron familiares. Famoso por su nepotismo y también por anular en 1456 el juicio a Juana de Arco, que había sido condenada por bruja.
Alejandro VI fue el papa de la conquista de América y el responsable del Tratado de Tordesillas entre Portugal y Francia. Se destacó más que nada como diplomático. Como era común en su época —¿o en todas las épocas?—, más que al rezo se dedicó a las intrigas políticas. Su hijo fue César Borgia, quien trató a la fuerza de unificar los Estados Pontificios bajo el mando de Roma. Se cree que murió envenado, tras una cena en que todos los comensales cayeron enfermos. Unos dicen que por error, otros aseguraran que los conspiradores prefirieron ir al seguro y no dejar plato alguno libre del veneno.
El cuarto papa es la figura más interesante del conjunto, al punto de que muchos no lo consideran como tal. Es más, es conocido como el “antipapa”, por haber sido elegido durante el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón. El “papa Luna” fue condenado por hereje en1409 y se retiró a Aragón, a su fortaleza de Peñíscola, donde murió en 1423 sin renunciar jamás a la convicción de que él era el auténtico vicario de Cristo. Guillermo Cabrera Infante escribió una excelente crónica sobre este papa y el lugar de su retiro, que aparece en El libro de las ciudades.