Se realizó en Miami un foro
para “mostrar” los “peligros” de invertir en Cuba, organizado
por la alcaldía de la ciudad y el grupo anticastrista Directorio Democrático
Cubano, según un cable de la AFP. La agencia no aclara el alcance de la
participación del gobierno de esta ciudad en el evento, más allá de la
presencia del alcalde Tomás Regalado. Si dicha organización significó un apoyo
logístico que implicó fondos municipales, cualquier residente tiene el derecho
de cuestionarse el empleo de fondos a los que contribuye en un evento que nada
reporta a la comunidad, salvo una ayuda emocional para unos pocos.
Ayuda sentimental muy loable
para descargar el espíritu atribulado de un grupo de exiliados, además de
socorrido boleto de viaje, capaz de aliviar ―al menos temporalmente― la penosa
carga de vivir en Cuba de algunos activistas, quizá agobiados en su labor
disidente de fin de semana. No es fácil vivir en la isla, y menos aún durante
algunos domingos, así que la recompensa es válida y merecida.
Solo que a los efectos del
aparente objetivo de la cita ―esto es, mostrar o alertar sobre los peligros de
invertir para los inversionistas extranjeros― el resultado es nulo.
En primer lugar por aquello de
que nadie escuchaba. Vale ante todo preguntarse cuánto capitalista dispuesto o
dudoso de poner su dinero en la isla estuvo al tanto de lo que se habló en
Miami.
Luego por la incapacidad de los
expositores, ya que no participaron economistas, expertos en factores de
riesgo, sociólogos o analistas de sistema con el conocimiento necesario para
detallar los pro y los contra de una inversión.
Por supuesto que el discurso en
contra del gobierno cubano y lo injusto e inadecuado del sistema ―valido desde
el punto de vista moral y político― no resuelve las aparentes dudas de quien ha
considerado o considera realizar una inversión en Cuba, y menos aún si esa
advertencia se lanza desde Miami.
Así que tampoco tiene mucho
sentido, a los oídos de los inversionistas, la consideración de si esa
inversión realmente llegará a beneficiar a la población, ya sea en Cuba, Tailandia,
Francia o Estados Unidos. Si acaso, las palabras al respecto quedan para los
discursos, antes o después de los brindis y los postres.
Así que al parecer, según
quienes reportaron el evento, al final todo se limitó al consabido discurso en
contra de la administración de Obama y su actual política hacia el gobierno
cubano. Y aquí si es posible que la función catártica de la reunión ofreciera
algún resultado y entrara en funcionamiento cierta “jugosidad”, para usar la
llamativa expresión formulada por una expositora.
Las empresas que lleven dinero a Cuba “lo hacen con un
gran riesgo de perder la inversión”, dijo el alcalde Regalado, quien al igual
que los disidentes que intervinieron en el foro se oponen al acercamiento
entre Washington y La Habana, de acuerdo al cable de AFP.
Por
supuesto que las inversiones en Cuba son riesgosas ―y nada en esta nota debe
interpretarse como un criterio a favor de las mismas―, pero precisamente ello
constituye parte del juego en que se colocan en una balanza riesgos e
inversiones, y ello no las aleja mucho, en última instancia. De una apuesta en
una mesa de póquer. El único problema al respecto es que así es el capitalismo.
Y por ello en muchas ocasiones resulta difícil entender a ciertos activistas
que postulan para Cuba un sistema lo más cerca posible a un libre mercado sin
contrapesos, mientras recurren a un pensamiento “socialista” cuando les
conviene.
En
el caso del alcalde Regalado, resulta curioso ese afán por alertar a los
inversionistas extranjeros, en especial a los españoles ―incluso ha viajado al
país europeo a tal efecto―, en un empeño que parece desconocer o pasar por alto
que en la actualidad hay mecanismos de protección y aseguramiento para esas
inversiones, facilitados en buena medida por el actual gobierno español, que ha
creado o restablecido mecanismos al respecto; un gobierno que, por otra parte,
se presume cuenta con la simpatía del propio alcalde de Miami, por evidentes
razones políticas e ideológicas.
Aunque
consideraciones con las enunciadas hasta ahora corren el riesgo de ser tan
equivocadas e inútiles como el mismo evento a que se refieren. Porque al final
en Miami lo único que importa, para algunos, es mantenerse encerrados en su
propia burbuja mientras aparentan al menos hacer algo. Eso, por supuesto,
mientras dure el dinero.