¿Puede un creador deber su fama a un solo cuadro? No en el caso de Gustave Caillebotte (1848 - 1894), quien además de pintor fue amigo y benefactor de otros artistas, organizador de exposiciones y coleccionista. Sí al contemplar Rue de Paris; temps de pluie, porque es la única de sus pinturas en que Caillebotte alcanza la grandeza. Su obra no se puede reducir a la singularidad de este cuadro, aunque es en él donde se concentra lo que fue y lo que no quiso o no pudo ser. Notable que todo esté allí, en esa escena callejera, con la simpleza, amabilidad y elegancia que caracterizaron su creación.
Todo le fue fácil a Caillebotte en la vida. Ni siquiera la guerra franco-prusiana vino a cambiar esa placidez, aunque participó en ella entre julio de 1870 a marzo de1871. Nació en una familia acomodada. Se graduó de abogado y obtuvo la licencia para practicar su profesión. Fue también ingeniero. Logró el ingreso en la École des Beaux-Arts, aunque no permaneció mucho tiempo en la academia. Heredó primero la fortuna de su padre, al ser el primogénito, y luego al morir su madre los tres hermanos se dividieron la herencia familiar. Nunca tuvo que preocuparse por el dinero y tranquilamente comenzó a pintar. No se puede afirmar que sin la presencia de Caillebotte no habría existido el Impresionismo, pero él contribuyó en buena medida a que muchos más conocieran el movimiento.
Todo le fue fácil a Caillebotte en la vida. Ni siquiera la guerra franco-prusiana vino a cambiar esa placidez, aunque participó en ella entre julio de 1870 a marzo de1871. Nació en una familia acomodada. Se graduó de abogado y obtuvo la licencia para practicar su profesión. Fue también ingeniero. Logró el ingreso en la École des Beaux-Arts, aunque no permaneció mucho tiempo en la academia. Heredó primero la fortuna de su padre, al ser el primogénito, y luego al morir su madre los tres hermanos se dividieron la herencia familiar. Nunca tuvo que preocuparse por el dinero y tranquilamente comenzó a pintar. No se puede afirmar que sin la presencia de Caillebotte no habría existido el Impresionismo, pero él contribuyó en buena medida a que muchos más conocieran el movimiento.
La mayoría de sus cuadros reflejan ese
ambiente apacible y hermoso de la burguesía durante la Belle Époque. Uno mira con envidia ese Paris y los hombres y
mujeres de entonces que aparecen en sus cuadros, donde con cierta cualidad
fotográfica, sí en intención pero no como recurso —aunque conoció y le llamó la atención la fotografía no hay
evidencias de que en alguna ocasión la utilizara en su obra—, muestra su mundo. Ese realismo pictórico, que en buena
medida lo define, aparece casi siempre de cierta forma idealizado.
Hay un cuadro suyo que parece desmentir
todo lo anterior. Les raboteurs de
parquet, que se considera su primera obra de significancia, muestra unos
trabajadores acondicionando un piso de madera, posiblemente el de su propio
estudio. El tema fue considerado “vulgar” y por lo tanto rechazado para el
Salón de 1875. Volvería a él en otra pintura, y aunque la primera mencionada es
superior, ambas no dejan de ser cuadros que manifiestan maestría pero no
descubren un talento excepcional.
En ellos, y en algún desnudo, el espectador
descubre un elemento grave, algo sombrío, que sorprende en un pintor siempre
apacible. Pero por lo demás no hay nada que detenga en el espectador el
disfrute plácido de una época feliz.

En donde Caillebotte se muestra independiente
es en el uso de la perspectiva, y este
aspecto sí experimenta y añade a la pintura nuevos caminos a desarrollar.
Es esa cualidad —no la única— uno de los
elementos que destacan en Rue de Paris;
temps de pluie. Aquí hay una combinación meritoria de realismo, colores
planos y perspectiva, entre las figuras al fondo difuminadas, mientras los caminantes
y un carruaje en los planos medios figuran más nítidos, y con total precisión los
rostros en primer plano. Ello confiere a esta pintura de época un carácter completamente
moderno. La imagen tiene la cualidad de una escena cinematográfica.
Quizá fue el saber que nunca sería tan
gran artista como sus amigos —a los cuales no por ello dejó de ayudar y de
comprar sus cuadros— por lo que dejó de mostrar sus trabajos y fue abandonando la
pintura hasta que la dejó por completo. Se dedicó entonces a la jardinería,
construir yates y participar con ellos en competencias deportivas.
Esa dualidad, que nunca llega a una
explosión en sus pinturas —ni siquiera a mostrarse plenamente—, entre la vida apacible
burguesa y la dura existencia de los trabajadores, la trasladó también a su
vida privada.
Nunca se casó, pero al parecer mantuvo
una relación durante años con una mujer pobre, 11 años menor que él, y a la que
dejó una generosa pensión anual.
¿No fue todo ese reposo y suavidad que
aparece en su pintura una simple fachada? Si contemplamos su Autorretrato, no lo vemos como un hombre
tan sencillo como los que aparecen en la mayoría de sus cuadros. Hay algo
airado y poderoso en la mirada que desmiente