Bastan las cifras.
Se estima que en los dos últimos años
unos 100,000 cubanos han llegado a Estados Unidos, con documentos legales que
autorizan su entrada o sin ellos. de acuerdo a una información de la Associated
Press.
Por supuesto que la Ley de Ajuste Cubano
es el catalizador tras ese éxodo, pero no la causa principal que determina la
salida. El motivo es la certeza de que en Cuba la situación no va a mejorar —ni
en los aspectos sociales y económicos y mucho menos en los políticos— y que la
única alternativa es largarse de cualquier manera y a cualquier costo.
Quienes pueden, viajan a un tercer país.
Y si no tienen la suerte de encontrarse entre los miles que han obtenido una
visa de reunificación familiar o de visita, que no cuentan con familiares que
los reclamen —los inviten o les manden el dinero—, buscan la manera de
construir una balsa, pagar a un contrabandista o tratan simplemente de ser
incluidos en cualquier tipo de embarcación que emprenda el peligroso y muchas
veces inútil viaje.
Una travesía por mar en que por lo general
se recorren 10 millas cada 24 horas, y que en el mejor de los casos requiere de
10 días para alcanzar la Florida.
Quien conoce la Corriente del Golfo y ha
sentido su fuerza sobre el fondo de una embarcación segura, ese poderoso río
que fluye con fuerza implacable —que tan bien describió Ernest Hemingway— sabe
que hay mucho de locura en el intento. A las balsas corred bayameses.
Cerca de 4,500 cubanos alcanzaron suelo
estadounidense, fueron detenidos por los guardacostas de Estados Unidos en el
mar o capturados mientras trataban de huir durante el año fiscal que acaba de
concluir, de acuerdo al Servicio de Guardacostas, según también la información
de la AP. Los guardacostas añaden que durante ese período interceptaron a 2,900
inmigrantes en las aguas entre Cuba y Estados Unidos, el total más alto desde
1994.
Los cubanos en Costa Rica han vuelto a
ser noticia, pero llevan decenas de años viajando y viviendo temporalmente allí,
a la espera de la salida hacia Miami. El autor de este artículo fue uno de
ellos. Una estancia placentera y breve gracias a familiares y amigos en Estados
Unidos y el país centroamericano. Sin embargo, para muchos otros de sus
compatriotas meses y años de necesidad, desilusión y una esperanza tenue, sin
la posibilidad de trabajar y contando los dólares y colones.
Si ahora quienes salen de Cuba y van a
Ecuador, es porque ese país les permite la entrada. Si fuera Haití quien se las
permitiera, se irían a ese lugar en otra isla, a pasar trabajos pero con el
consuelo de algún día, más o menos cercano, llegar a Miami.
He encontrado a cubanos hasta en Haití,
no solo en misiones médicas sino como refugiados que ni siquiera lo eran por
documentos. No llegaban a cien, pero igual sobrevivían. Todos tenían ilusiones.
Bastan los números. Cien mil cubanos en
dos años, de una población de 11 millones de habitantes solo indican un fracaso
colosal del sistema cubano. Vale que otros muchos millones, en montones de
países, también quisieran marcharse para vivir mejor en Estados Unidos, pero a
ellos nunca le vendieron la idea de que en su patria se estaba edificando la
sociedad del futuro, de la igualdad, la justicia social y a salvo de “la crisis
capitalista”.
Entre la desolación dentro y la esperanza afuera. Así se define lo que en una época se llamó la “Revolución Cubana”. Aunque tal definición, a estas alturas, tampoco es noticia.
Entre la desolación dentro y la esperanza afuera. Así se define lo que en una época se llamó la “Revolución Cubana”. Aunque tal definición, a estas alturas, tampoco es noticia.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 23 de noviembre de 2015.