Un negocio casi perfecto. Sin que lo
afecte el precio del petróleo, inmune a los problemas de acumulación de
inventario, alejado del calentamiento global y a prueba de incendios. Por
siglos la Iglesia Católica viene pidiendo para los pobres, mientras su
jerarquía vive en el lujo. Un destino y un pasado que el papa Francisco está
tratando de cambiar.
Dos libros en Italia muestran la
resistencia interna que enfrenta el Papa para reformar a la Santa Sede, así
como las limitaciones a sus planes.
Via
Crucis, de Gianluigi Nuzzi, y Avaricia, de Emiliano Fittipaldi, se
fundamentan en documentos filtrados, muchos de los cuales, en el caso del texto
de Nuzzi, corresponden a la investigación llevada a cabo por la comisión
encargada por el papa Francisco para reformar la burocracia del Vaticano y
corregir sus finanzas.
Ambos autores son periodistas italianos,
y en el caso de Via Crucis —que sale
a la venta en este país el martes 10, con el título de Merchants in the Temple— hay un antecedente célebre. Otro libro de
Nuzzi, fundamentado en documentos entregados por el mayordomo de Benedicto XVI,
expuso las luchas internas en la jerarquía superior del Vaticano y algunos
consideran que influyó en la insólita decisión del entonces sumo pontífice de
retirarse.
Por supuesto que la aparición de estos
nuevos libros no ha gustado nada a la Iglesia Católica, que siempre ha
preferido “lavar la ropa sucia” puertas adentro.
“Publicaciones de esta naturaleza no
ayudan de ninguna forma a establecer la claridad y la verdad, sino generan
confusión y conclusiones tendenciosas parciales”, enfatizó el Vaticano en una
declaración.
Incluso la Iglesia ha ido más lejos, con
dos arrestos, el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y la
italiana-marroquí Francesca Chaouqui (puesta en libertad poco después).
Porque si bien ambos libros no
constituyen un ataque al papa Francisco, sino más bien lo contrario, al mostrar
que sus empeños chocan contra una burocracia opuesta al cambio ¾para no perder sus privilegios¾, el
Vaticano los considera “el fruto de una grave traición al Papa”.
Aunque no se espera que estas
publicaciones desaten un escándalo de igual envergadura al de los Vatileaks del 2012, una vez más queda en
entredicho una institución que supuestamente predica la humildad, la pobreza y la
ayuda a los semejantes. Viene ocurriendo desde hace siglos, así que las
revelaciones no son noticia por lo novedosas, sino por lo reiterativo del caso.
“De cada 10 euros que se recaudan
alrededor del mundo, principalmente para la caridad del Papa, 6 euros terminan
pagando los gastos y pérdidas de la Curia romana, 2 euros se ahorran y el Papa
sólo puede usar 2 euros de cada 10”, señala el autor de Via Crucis.
Por su parte, Fittipaldi asegura que $410,000
donados en el 2013 por iglesias alrededor del mundo para ayudar a los pobres
terminaron “en una cuenta extraoficial que ha sido usada en el pasado para
pagar los gastos departamentales del Vaticano”. El autor de Avaricia agrega que una fundación para
ayudar a un hospital pediátrico pagó $220,000 para la renovación del
apartamento del ex secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio
Bertone.
En cuanto al departamento “creador de
santos”, donde se eligen a los candidatos para la canonización, la comisión
papal le pidió los documentos sobre su financiamiento y cuentas bancarias. La
respuesta fue que no los tenía.
La comisión entonces ordenó congelar las
cuentas de la oficina en el banco del Vaticano.
“¿Si no sabemos custodiar el dinero, que
se ve, cómo podemos custodiar las almas de los fieles, que no se ven?”. La
frase es atribuida al papa Francisco en Via
Crucis. Ojalá sea cierta.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, publicada el lunes 9 de noviembre de 2015.