Bastan las cifras. En 2013 entraron sin
visa en Costa Rica 2,549 cubanos. En 2014 el número ascendió a 5,114. Entre
enero y septiembre de este año ya son12,166. México calcula que para cerrar
2015 unos 13,000 inmigrantes procedentes de la isla pasaran por su frontera
rumbo a Estados Unidos, luego de atravesar Centroamérica. Y el éxodo no se detiene,
todo lo contrario. El gobierno costarricense acaba de advertir que espera que
más de 300 cubanos llegaran diariamente a la frontera entre Costa Rica y
Panamá, procedentes de Ecuador. Hace unas semanas eran alrededor de 40 al día.
El fenómeno no alcanza las dimensiones de
la oleada de inmigrantes procedentes de Siria que tratan de llegar a Europa,
pero ya se ha convertido en una crisis regional.
San José estudia denunciar a Nicaragua
ante la Organización de Estados Americanos (OEA) por la agresión militar contra
los cubanos. Nicaragua acusó el domingo a Costa Rica de provocar una crisis
humanitaria. Por su parte, San José también está solicitando a los otros nueve
países involucrados —Ecuador, Colombia, Panamá, Nicaragua, Honduras, El
Salvador, Guatemala, México y Estados Unidos— que acepten abrir negociaciones
para hallar una solución, incluso el establecimiento de un cordón humanitario a
lo largo de esos países, supervisado por los Estados, para facilitar el paso de
los cubanos. Y mientras tanto en Cuba, el país donde se origina el problema, el
gobierno de La Habana aguarda en silencio a la espera de sacar dividendos políticos
y económicos de la situación. Los dos principales periódicos oficiales del país
—Granma y Juventud Rebelde— no traen la noticias. En sus páginas internacionales
prefieren mencionar que “la mayoría de los desplazados en la cuenca del lago
Chad son nigerianos“.
El flujo de migrantes cubanos que
intentan llegar a Estados Unidos se ha incrementado en los últimos meses.
Si hay un aspecto que hasta el momento
puede señalarse como fallido, en el enfoque de la administración Obama respecto
al gobierno cubano, es el objetivo de reducir el incesante tráfico migratorio
desde la isla.
Durante los nueve primeros meses del año
fiscal 2015 (octubre 2014 - junio 2015) entraron en Estados Unidos 27,296
cubanos, según cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU.
Ello implica un aumento del 78% respecto al mismo periodo del año pasado.
En los últimos dos años han entrado por
puntos fronterizos, mayormente por el borde mexicano, 67,437 cubanos. Se
incluye en esta cifra los “cubañoles” y quienes llegan al Aeropuerto
Internacional de Miami y piden refugio, los cuales suman 14,708 en los períodos
fiscales 2014 y 2015, de acuerdo a Café
Fuerte.
La esperanza de que un acercamiento entre
Washington y La Habana iba a mejorar las cosas en Cuba ha quedado suplantada
por la realidad de aprovechar el momento para escapar.
El alza en las salidas responde
fundamentalmente al temor de que la normalización de vínculos entre ambos
países pondrá fin a la Ley de Ajuste Cubano, que otorga un trato especial a los
cubanos.
Para los griegos el destierro era el peor
de los castigos, incluso por encima de la pena de muerte, porque existía la
posibilidad de que se arrastrara por toda una vida. No así para los cubanos,
sobre todo para quienes abandonaron la isla tras los primeros años, ya que a
partir de entonces significó el comenzar una nueva existencia, cerrar un
capítulo y ampliar horizontes.
Más allá del hecho fortuito de haber
nacido en aquel lugar —algo intensificado notablemente por el gran número de
inmigrantes, especialmente españoles, que hasta 1959 formaron la nación—,
poco hay que agradecer, envidiar o
reafirmar en una definición de cubanía a partir de la revolución. En primer
lugar porque el castigo se trasladó del exterior al interior del país.
En la antigua Grecia el ostracismo era la
fórmula mediante la cual se podía desterrar, durante cierto tiempo, a un
ciudadano que se consideraba no grato o peligroso. Era un grave deshonor para
el desterrado, ya que suponía fallas en la virtud republicana, tan apreciada
por todo ciudadano griego. Sin embargo, desde 1959 la virtud ciudadana cubana,
en el ejercicio cotidiano que han seguido millones, se convirtió en una farsa.
A partir de que el régimen cubano comenzó
a imponer diversas formas de ostracismo a sus ciudadanos, el exilio perdió el
carácter de castigo y se convirtió en esperanza y anhelo. Ninguna patria que
perder, porque nunca había existido. Los cubanos continúan abandonando el país.