El Papa Francisco ha firmada el decreto
para la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. En la actual pugna por el
poder que se desarrolla en el Vaticano, ha cedido ante las fuerzas conservadoras.
Al final Juan Pablo II parece haberse impuesto desde la tumba. Fue él quien
aceleró el proceso de beatificación de la religiosa, a la que siempre prefirió
ver en el cielo que conllevando con ella una relación difícil en la tierra. Dentro
de poco la monja estará más lejos aún, en los altares.
El problema con la Madre Teresa de
Calcuta es que no predicaba con el ejemplo, nunca utilizó los millones de dólares
recibidos en donaciones para beneficiar a los pobres; sus misiones eran verdaderas
“casas de la muerte” y si no era merecedora de la beatificación, mucho menos
del camino hacia la santidad en que se encuentra ahora.
De acuerdo a un análisis realizado en las
universidades canadienses de Ottawa y Montreal, el mito de altruismo que rodea
la figura de Agnes Gonxha, como se llamaba realmente, no se correspondía con la
vida de una mujer que podría no haber sido tan santa como se proclama en la
actualidad según los preceptos de la Iglesia Católica.
Un estudio realizado por académicos
canadienses en febrero del 2013, en que se plantea El lado oscuro de la Madre Teresa y publicado en Studies in Religion/Sciences religieuses,
analiza el impacto de su obra, así como trata de entender el fenómeno que se ha
producido alrededor de la canonización, la manera de curar a los enfermos y las
políticas de gestión de las cuantiosas sumas que recibió la orden que fundó.
Además, cuestiona por qué el Vaticano ha ignorado las críticas que ha recibido sobre
la actuación de la monja.
Los profesores Serge Larivée y Genevieve
Chenard, de la Universidad de Montreal, y Carole Sénéchal, de la Universidad de
Ottawa, consultaron 287 documentos para llevar a cabo su análisis, que
representan el 96% de la literatura sobre la fundadora de la Orden de las
Misioneras de la Caridad.
Durante su vida la Madre Teresa abrió 517
misiones de acogida para los pobres y enfermos en más de 100 países. Sin
embargo, estas misiones han sido descritas como “casas de la muerte” por los
médicos que las visitaron y trabajaron en ellas en la ciudad de Calcuta. Según
explica el artículo, dos tercios de las personas que acudieron buscaban atención
médica, mientras que el otro tercio solo esperaba encontrar una muerte en
mejores condiciones. En muchos casos no hallaron ninguna de las dos cosas. Lo
que se encontraron los doctores fue una gran falta de higiene, unas pésimas
condiciones de atención, alimentación inadecuada y una elevada carencia de
analgésicos.
La cuestión no era la falta de dinero,
pues la fundación había recaudado cientos de millones de dólares. El problema
siempre fue la religiosa y su particular concepción cristiana sobre el
sufrimiento y la muerte, que se resume en su declaración de que “hay algo
hermoso en ver a los pobres aceptar su suerte, sufren como la Pasión de Cristo.
El mundo gana mucho de su sufrimiento”.
Como ella no se consideraba pobre, por lo
que su sufrimiento no ayudaba a nadie, cuando requirió cuidados médicos fue a
buscarlos a un hospital moderno de Estados Unidos.
Fue por ello que el periodista
Christopher Hitchens expresó que la Madre Teresa no era amiga de los pobres,
sino de la pobreza. Eso sí, de la pobreza ajena.
La santificación de la Madre Teresa no es
más que otro ejemplo de rendición de la Iglesia Católica a las fuerzas del
espectáculo y la reacción.
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece en la edición del lunes 28 de diciembre de 2015.