jueves, 14 de enero de 2016

Trump: el agente 007 demócrata


¿Es Donald Trump un agente secreto del Partido Demócrata?, se pregunta el periodista Anthony Zurcher de la BBC.
La cuestión va más allá del simple hecho de que la campaña del magnate, por contraproducente, termine por beneficiar a la candidatura presidencial demócrata. Sobre ese punto existen artículos y análisis. Lo que entra en juego aquí es teoría conspirativa, pura y simple. A los republicanos, atrapados en medio del pánico de que Trump pueda resultar nominado o se lance como independiente si su partido lo rechaza, no les ha quedado más remedio que invocar conspiraciones. Después de eso, los recursos que le quedan son pocos: las brujas de Macbeth, el tarot, algún hueso de ahorcado.
Como quienes emiten estas afirmaciones son figuras políticas muy respetadas, y analistas conservadores muy inteligentes, hay que tomarlas muy en serio, casi igual que a Trump.
 “¿Y si Donald Trump fuera un ‘topo’ de los demócratas, puesto dentro del Partido Republicano para descarrilarlo, se comportaría de otra manera?, se preguntaba en julio pasado uno de los comentaristas conservadores más notables, George Will. “No creo que lo haría”.
Por su parte, el representante republicano por la Florida, Carlos Curbelo, dijo que Trump “es un candidato fantasma, reclutado por la izquierda para crear todo un circo político”.
“Trump mantiene una estrecha amistad con Bill y Hillary Clinton”, agregó el legislador. “Ellos fueron a su última boda, él ha contribuido a la Fundación Clinton, a la campaña para senadora [de Hillary]. Todo esto es muy sospechoso”.
Las sospechas van más allá de las preferencias electorales. Entran en el terreno  donde se requiere la ayuda de Chan Li Po, el célebre “letetive chino”, para desenmascarar los trucos de un villano.
Se trata de la “misteriosa” llamada telefónica entre Trump y Bill Clinton en mayo pasado, menos de un mes antes de que el magnate lanzara su candidatura. Los detalles de lo que hablaron se mantiene en el secreto más riguroso.
“Clinton alentó los esfuerzos de Trump para realizar un papel más determinante en el Partido Republicano”, escribió entonces The Washington Post.
El comentarista conservador Brian Cates fue más allá: “Trump no se lanzó a la campaña por la nominación presidencial por su profundo amor a Estados Unidos, ni por ser un republicano ni por sus preocupaciones sobre el conservadurismo”, escribió. “Trump se lanzó a la campaña porque Bill Clinton lo instó a que lo hiciera”.
Pero Cates también se quedó corto.
Noah Rothman, de la revista Commentary, llega a afirmar que hay un patrón definido, por parte de Trump, de hacer las declaraciones más incendiarias en los momentos en que surgen revelaciones escandalosas o que reflejan las debilidades de la casi segura candidata demócrata.
La atracción mediática recibida por la campaña de Trump en la prensa ha servido para opacar otras informaciones relacionadas con el asunto de los correos electrónicos de Hillary Clinton o la actuación de la entonces secretaria de Estado tras el ataque a la embajada estadounidense en Benghazi en 2012, escribe.
Cada vez que han surgido revelaciones dañinas a los demócratas, han brotado llamativos comentarios de Trump para desviar la atención, agrega Rothman.
“Nada de ello permite establecer una correlación de causa-efecto, aunque es notable la coincidencia en todas esas ocasiones en Donald Trump ha rescatado a los demócratas de las garras de un ciclo de noticias perjudiciales y del escrutinio de la prensa”, concluye.
Claro que no es bueno creer mucho en las teorías conspirativas. Sin embargo, resultan magníficas para pasar el tiempo. Por eso agrego una más: ¿No estaría interesado Bill Clinton en que Trump lanzara su campaña, no para beneficiar sino para mantener aún más entretenida a su esposa?
Esta es mi columna semanal en El Nuevo Herald, que aparece publicada en la edición del lunes 11 de enero de 2016.

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