Están perdidos los sectores más
recalcitrante del exilio de Miami en su “lucha” contra el castrismo. Cuando
digo recalcitrante no uso el concepto simplemente en una acepción ideológica,
sino principalmente en su definición del Diccionario
de la lengua española: terco, reacio, reincidente, obstinado, aferrado a
una opinión o conducta.
La causa cubana en Miami ha pasado de ser
una lucha contra el Gobierno de Castro a una guerra contra el capitalismo. Y
contra el capitalismo no se gana la guerra: ya lo intentó la Revolución cubana
y la perdió.
Por su supuesto que esa victoria cada vez
más cercana del capitalismo terminará por transformar por completo al sistema
implantado a partir del primero de enero en Cuba, pero a los efectos del poder
—que es en última instancia lo que más interesa a Miami— se está llevando a
cabo con la complicidad de quienes conservan el mando en La Habana y esperan
preservarlo con sus herederos en general (sin limitarse a la familia Castro).
La ideología comunista desde hace rato se echó a un lado en Cuba, como también
ha ocurrido en China, donde es simplemente pieza en los museos, y lo demás es
preservar (a veces) el nombre y los métodos, pero como un instrumento de dominación
y no como un objetivo de futuro.
El cartel que ilustra este comentario, colocado por los fans afuera del recinto donde los Rolling Stones dieron el concierto en La Habana, ilustra este cambio. Una imagen vale más que cien consignas.
No es que simpatice con esa victoria del
capitalismo y tampoco que no queden batallas por librar en favor de los
derechos humanos, la inexistente sociedad civil y en última instancia la
libertad y democracia. Pero ante el avance del capitalismo en la isla —lo demás
es cuestión de apellidos: de Estado, autoritario, oligárquico— no queda más
remedio que cambiar de estrategia. El capitalismo implica desigualdad, avaricia
y abuso. Es parte de su razón de ser, aunque dichos términos no lo definen por
completo.
El concierto de los Rolling Stones en La
Habana define mejor el futuro de Cuba que la visita de Obama. Y para los que
les gusta esa música valió la pena disfrutarlo. Algunos de los reclamos que
actualmente se escuchan en Miami equivalen a una ilusoria exigencia de que el
grupo tocara en cualquier o en todos los pueblos de la isla. No fue así, y no
podía ser así. Actuó en la capital, a la que desde hace algunos años le ha sido
devuelto su verdadero valor, tras un proceso de origen provincial y campesino.
Al parecer detrás del espectáculo
estuvieron intereses financieros, que lo que les interesa es hacer negocios, no llevar la libertad a la isla. Y tampoco hay nada malo que sea así, si uno adopta la
óptica capitalista.
No se puede estar a favor del capitalismo
y al mismo tiempo reclamar lo que a este sistema no le interesa alcanzar. Para
ello habría que comenzar una nueva revolución, y no le arriendo las ganancias a
quien lo intente y apuesto a que no encontrará mucho seguidores.
Así que sentimientos plañideros aparte
—válidos por otra parte emocionalmente y desde el punto de vista personal—, lo
que queda es adaptarse a las circunstancias.