Raúl Castro desató un avispero y abrió una
ventana en la inauguración del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba
(PCC). Y todo lo hizo a lo largo de un discurso monótono, donde solo el cinismo
despertó a veces atención.
El avispero es la propuesta de que para
ocupar cargos en la dirección del PCC la máxima edad permitida son 70 años. Hay
otros límites más: 60 años como edad tope para ingresar al Comité Central y dos
mandatos para las responsabilidades principales en el Partido y el Gobierno. La
ventana sirve para ver los recovecos con que llena cada posible o ilusoria
solución a los problemas.
Hay una confusión elemental de términos y
categorías en sus propuestas. Limitar los períodos en el poder de los cargos
públicos es una medida casi siempre necesaria —aunque algo mecánica— para
evitar caudillismo, anquilosamiento, despotismo y corrupción. Un principio
mayormente vigente en Estados Unidos —Franklin D. Roosevelt fue el único
presidente que sirvió por más de dos mandatos— y adoptado constitucionalmente a
finales del pasado siglo en varias naciones latinoamericanas, que hasta
entonces no o habían hecho, como fórmula y bandera del dejar atrás dictaduras .
Sin embargo, la prohibición —incluso
constitucional— de un mandato extendido, no garantiza de por sí un gobierno
democrático, como fue el caso de México hasta fecha reciente. En cuanto a la edad,
mucho menos debe considerarse un factor decisivo. Dictadura y vejez no son sinónimos,
aunque a veces coinciden.
Es por ello que el establecimiento de
normas al detalle, para la sucesión a un cargo, denota en ocasiones —y eso en
el mejor de los casos— la inexistencia de mecanismos democráticos que faciliten
el balance y control.
Pero en el caso cubano —de largo gobierno
de los hermanos Castro y los mismos rostros de la elite al mando repetidos
durante décadas—, la propuesta tiene que haber despertado ambiciones y temores,
dentro de un sector acostumbrado a depender solo de la voluntad del gobernante
y no del calendario.
¿Y hasta que punto hay que creer que
ahora el reloj resulta tan determinante?
“A pesar de que seguimos promocionando a
los jóvenes para puestos de responsabilidad, no siempre han sido la mejor
opción. Estamos pagando las consecuencias de no haber tenido una reserva bien
preparada”, dijo Raúl Castro en el anterior congreso, y ahora la declaración de
no haber sido “lo suficiente previsores ni ágiles” en aspectos tales como la
puesta en marcha de los “Lineamientos” suena más a justificación que a reproche.
Por otra parte, los cambios que
establecen los límites de edad requieren reformar los estatutos del Partido. Al
mismo tiempo, Castro considera que su propuesta debería extenderse al sistema
directivo estatal, las diversas instancias de Gobierno y las llamadas
“organizaciones de masas”. En todos esos casos, además, ser aprobadas en la
Asamblea Nacional.
Como si tantos pasos e instancias no fueran
suficientes, para esperar más dilación que avance en las reformas, el
gobernante también anunció realizar en los próximos años un referendo
constitucional para “ajustar la Carta Magna y reflejar todos los cambios que
vamos haciendo”.
El simple anuncio de un referendo constitucional
en Cuba servirá en primer lugar no para que 100 flores florezcan, pero sí para que
100 grupos disidentes compitan. Aunque ya Castro aclaró que el carácter
“irrevocable” del socialismo no cambiará, la simple mención de un referendo
basta para destapar otro avispero.
Un referendo constitucional puede tratar
muchos temas, y es posible que entre ellos se encuentren los referidos a
ciudadanía de origen, residencia e incluso doble ciudadanía, pero es posible también
que establezca una nueva relación entre Gobierno y fuerzas armadas.
La Constitución de 1976 establece que la
figura al frente de los Consejos de Estado y Ministros es al mismo tiempo el
jefe de las fuerzas armadas. Pero si se aprueban los límites de edad propuestos
por Castro, cabría entonces la posibilidad de que un civil fuera “comandante en
jefe”.
Ello nunca ha ocurrido bajo la
Constitución de 1976. Osvaldo Dorticós Torrado dejó la presidencia precisamente
en el momento en que entró en vigencia, y entonces Fidel Castro asumió el cargo
de mandatario.
Así que cabe especular que el referendo
constitucional aborde el tema del establecimiento de una fuerzas armadas
autónomas, para añadir una nueva semejanza entre los militares cubanos y
birmanos.
Si en las propuestas del gobernante se
confunden términos, en su discurso las palabras surgen a veces como si
estuvieran destinadas a tapar agujeros, huecos que el propio orador ha abierto.
De esta forma, la solución a la doble moneda no está referida a “las calendas
griegas”, pero tampoco al día de mañana; el número de militantes del Partido ha
disminuido, pero esta tendencia se ha detenido; los salarios y pensiones siguen
siendo insuficientes, aunque no hay planes inmediatos de aumentarlos; se
mantendrá la propiedad estatal sobre los medios fundamentales de producción,
pero la mediana y pequeña empresa privada no son, por su esencia,
antisocialistas.
Llama la atención que un gobernante
catalogado de práctico y no ideológico dedique tanto tiempo a observar los
problemas sin resolverlos. Y precisamente ese dilatador impenitente ahora
propone sacar del medio a los que como él se han hecho viejos en igual
ejercicio, inútil pero a veces conveniente y hasta lucrativo.