La celebración del VII Congreso del
Partido Comunista de Cuba (PCC), que se inicia el próximo sábado, y lo que es
más importante, sus conclusiones, es un enigma rodeado de misterio. Pocos han
sido los indicadores de lo que podrá suceder y muchos los rumores. La mesa está
servida entonces para la especulación con nombres y figuras, cuando lo esencial
será los posicionamientos de los grupos de poder. Todo ello bajo una premisa
fundamental: el poder real en Cuba está en manos de los militares, que
controlan el PCC a través del Buró Político —algo establecido en la ley y en la
práctica—, así que lo que se va a producirse en la isla a partir del sábado es
la continuación o el cambio de gobierno.
Nombres
y grupos
Para comenzar con los nombres. El primero
que surge es el de Fidel Castro. En Cuba ha corrido el rumor de que podría
hacer acto de presencia en la cita, en la inauguración o clausura. Su
presentación pública reciente en una escuela primaria se ha tomado como un
indicador al respecto. Pero este hecho hay que situarlo dentro de la campaña de
propaganda, especulación e imagen que siempre le ha gustado jugar al líder de
la revolución cubana. En última instancia, es difícil que su presencia o no
cambie lo que ya está definido.
Luego vienen los sucesores. Más incluso que
los posibles cambios políticos y económicos, las especulaciones en torno al
congreso han girado sobre la posibilidad de que el evento sea el último
presidido por un Castro, a lo que se suma el anuncio hecho por el gobernante
cubano de que dejará la presidencia del país en 2018. Sin embargo, el abandono
del poder civil no implica necesariamente el cese de su función al frente del
Partido, y nadie duda que Raúl Castro será reelegido como primer secretario.
Al examinar la situación cubana hay que
tener en cuenta que las esferas de poder en la isla obedecen a tres patrones no
siempre coincidentes: cargos políticos, cargos administrativos y posiciones
privilegiadas —por vínculos familiares, de participación en la lucha que llevó
a los Castro al poder y participación militar— que trascienden la clasificación
simple.
En este sentido, el análisis de la cita
partidista se centra en dos factores. Los posibles candidatos a segundo secretario
(nombres) y el balance entre civiles y militares, por una parte, y por la otra
entre tecnócratas e ideólogos, conservadores y burócratas (grupos). Ambos
factores se interrelacionan.
Lo que sigue desatando apuestas es la
posibilidad de una sucesión familiar, un criterio que desde hace años se
comenta en el exilio y la prensa internacional. Dos son los nombres posibles.
El coronel Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro, y el general de brigada
Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl.
La entrada de Castro Espín —que ha
acompañado a Raúl en todas las conversaciones con el presidente estadounidense
Barack Obama— sería una forma de oficializar la línea de sucesión, sobre la que
se especula pero no hay una definición clara. Sin embargo, más allá de un afán
de buscar semejanzas remotas con países árabes o asiáticos, poco hay de
fundamento para afirmar que tras el congreso se establezca oficialmente una
sucesión familiar. Menos todavía si se toma en cuenta que Raúl Castro, a
diferencia de su hermano, fundamenta sus decisiones en procedimientos y no en
un voluntarismo ciego.
Casi imposible el salto del coronel
Castro Espín al Buró Político, cuando ni siquiera es miembro del Comité Central
(su entrada a este grupo selecto no deja de ser una posibilidad real).
En el caso del brigadier Rodríguez
López-Callejas, que sí es miembro del Comité Central, la trama política se
mezcla con la familiar y es difícil especular si su separación de la hija de
Raúl, y las desavenencias con su cuñado, pesarán más que sus condiciones
ideales de militar y jefe empresarial de los negocios en manos de las fuerzas
armadas.
División
de poder
En cuanto a la división de poder entre
los diferentes grupos, en primer lugar está el balance entre militares y
civiles dentro del Buró Político.
Además de Raúl Castro, los militares del
politburó —aunque en la actualidad no desempeñen funciones castrenses— son:
José Ramón Machado Ventura, Leopoldo Cintra, Abelardo Colomé Ibarra, Ramón
Espinosa, Álvaro López Miera, Marino Murillo, Ramiro Valdés y Adel Yzquierdo.
Se ha hablado sobre la salida de Machado
Ventura, por motivos de salud y edad, pero no hay nada concluyente. Se puede
afirmar que Colomé Ibarra dejará el grupo, porque ya fue sustituido como
miembro del Consejo de Estado y Ministro del Interior (MININT) por problemas de
salud.
Los civiles dentro del politburó son
Miguel Díaz-Canel, Esteban Lazo, Mercedes López Acea, Bruno Rodríguez y
Salvador Valdés Mesa.
Díaz-Canel, Rodríguez, Valdés Mesa y Lazo
seguramente serán ratificados en sus cargos. Los dos primeros por su destacada
actuación política en estos últimos tiempos y los dos últimos fundamentalmente
por ser de la raza negra.
Todo ello implicaría la necesidad de reforzar
el sector militar para mantener el balance.
La entrada de Carlos Fernández Gondín, el
actual ministro del MININT —no precisamente un joven, ya que tiene 77 años— es
casi segura. Otro posible candidato es el general de cuerpo de ejército Joaquín
Quintas Solá. Pero de producirse ambos movimientos estaríamos asistiendo a una
nueva consagración del mando en manos de “históricos” y no al tan esperado
relevo generacional.
Este relevo, de producirse, estaría más
en manos civiles que militares, y aquí radica una de las claves que hace más
compleja la sucesión de poder en Cuba: ¿hasta dónde los mandos militares van a
permitir una preponderancia civil en la dirección del Partido, algo que hasta
ahora no ha ocurrido?
No es que el sector militar sea opuesto a
las limitadas reformas. Todo lo contrario, el núcleo gestor económico que en la
actualidad se extiende por el país tuvo su origen en las empresa militares. Pero
la interrogante surge sobre si ese poderío económico cree que ya capaz de relegar
algunas funciones —porque considera que ya no son primordiales para conservar
sus prerrogativas— a un sector político capaz entonces de ensayar ciertas
concesiones de autonomía a la prensa, las labores administrativas e incluso
determinados niveles de discrepancia que no constituyan una oposición fuerte.
Nada indica una tendencia hacia una
disminución de ese poder férreo. Entre los puntos que se conoce tratará el
evento se encuentra “el
enfrentamiento a manifestaciones de subversión y otras tendencias negativas
como la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas sociales”. El uso
de la palabra “subversión” y la categorización del hecho junto a delitos
comunes como la corrupción señala hacia un intento de recrudecimiento
ideológico a partir de la visita del presidente Obama a la isla.
Cambios
económicos
Al definir el congreso no hay que olvidar
que el PCC no es solo la principal fuerza política del país sino que cuenta con
un poder económico contundente. La reunión será, además de un evento político,
sobre todo un hecho económico, posiblemente el primer paso hacia la puesta en
marcha oficial de un modelo a la cubana que adopte características del chino o
vietnamita.
El PCC ya se ha encargado de especificar
que en el evento “se
pondrá en el centro de los análisis el futuro económico de la nación caribeña
que vive en un proceso de actualización”.
En este sentido, no hay duda de que la
reunión se define por una continuación de un proceso ya iniciado, y no habrán
grandes sorpresas. Hace menos de un mes, un editorial de Granma dejó claro de que lo que corresponde al congreso “es
terminar lo iniciado, continuar la ejecución de la voluntad popular expresada
hace cinco años, y seguir avanzando por el rumbo que trazó el Sexto Congreso”.
Para reforzar ese criterio, a tres días
del inicio de la reunión se ha publicado una normativa estableciendo que las
nuevas cooperativas privadas gastronómicas y de servicio podrán acceder al
mercado mayorista estatal para abastecerse de algunos productos, a partir del 2
de mayo.
La medida indica que en Cuba continuará desarrollándose
un sector de trabajo privado con márgenes crecientes, pero supeditado al sector
estatal no solo bajo premisas políticas, sino encauzado dentro de marcos
económicos.
Si se toma en consideración que el país
cuenta con un camino por delante para avanzar en este sentido —que en muchos
casos transitaron países bajo un gobierno comunista como Hungría e incluso la
desaparecida Unión Soviética—, sin afectar en lo más mínimo las estructuras del
poder central, la espera continúa siendo larga.
Lo que sí resulta posible es un
reforzamiento en el Buró Político del sector tecnócrata identificado con los
cambios económicos, y aquí cabe esperar la entrada en ese cuerpo del ministro
de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz. Ello
contribuiría a crear el clima de confianza que se busca para los inversionistas
extranjeros.
El
segundo secretario
El cargo de segundo secretario constituye
la gran incógnita del VII Congreso. Más que al sí, lo que se puede es apostar
al no.
Nada indica que Díaz-Canel alcance ese
puesto. Si no lo logra, o si no es escogido para el mismo una figura
relativamente joven, el traspaso de poder de los Castro continuará siendo una
ilusión.
No se trata simplemente de un problema de
transferencia de poder debido a la edad, sino del acuerdo necesario para no
colocar, en última instancia, el mando militar bajo las órdenes de un civil,
como por lo general ocurre en un país democrático como Estados Unidos. Díaz-Canel
—aunque terminó el Servicio Militar Obligatorio con grados de oficial y
participó en una “misión internacionalista“ en Nicaragua— no lo es.
Las opciones serían entonces colocar en el segundo puesto dentro del Partido a uno de los generales actuales —poco probable desde el punto de vista de imagen internacional— o al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés o al coronel de la inteligencia Marino Murillo, algo también muy remoto.
Por lo tanto, es más probable que, pese a los pronósticos, Raúl opte por mantener a Machado Ventura hasta el siguiente evento. En resumidas cuentas, tanto él como su hermano se consideran poseedores de la eternidad del instante, que ya tiene 57 años.
Las opciones serían entonces colocar en el segundo puesto dentro del Partido a uno de los generales actuales —poco probable desde el punto de vista de imagen internacional— o al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés o al coronel de la inteligencia Marino Murillo, algo también muy remoto.
Por lo tanto, es más probable que, pese a los pronósticos, Raúl opte por mantener a Machado Ventura hasta el siguiente evento. En resumidas cuentas, tanto él como su hermano se consideran poseedores de la eternidad del instante, que ya tiene 57 años.