viernes, 29 de julio de 2016

Los cubanos que quieren a Trump


Los cubanos que apoyan a Donald Trump son la explicación —no la mejor pero sí la más oportuna— de la existencia y sobrevida del régimen castrista en Cuba.
Juzgando por las razones que aportan para justificar sus preferencias, y la ira que demuestran en su apoyo, es difícil encontrar un público —¿o un electorado?— más ignorante desde el punto de vista político, con mayores limitaciones o carencia absoluta de principios, e igual simplismo.
Son también una demostración ferviente de que el concepto de lealtad les resulta ajeno.
Cómo es posible que un grupo social que durante ocho años adoró al entonces presidente George W. Bush; cuyos miembros eran partidarios del exgobernador de la Florida Jeb Bush pocos meses atrás; seguidores fervorosos del senador Marco Rubio hasta hace casi unas semanas, y han considerado un anatema cualquier relación posible con el régimen de La Habana, se monte ahora en la ola trumpista con tanto entusiasmo.
No es que estas personas puedan citar ejemplos para justificarse, invocar líderes comunitarios e incluso recurrir a políticos. La legisladora Ileana Ros-Lehtinen ha manifestado que no va a votar ni por Trump ni por Hillary Clinton. El representante Carlos Curbelo ha pronunciado en las más diversas ocasiones declaraciones en contra del ahora candidato republicano. Los alcaldes de las ciudades tampoco se han mostrado partidarios. Todos ellos han sido hasta el momento consecuentes con sus trayectorias y sus lealtades. Incluso el senador Rubio estableció una distancia, no en sus palabras pero con su no asistencia personal a la Convención Republicana. Y eso para no hablar del senador Ted Cruz.
Trump, por su parte, hasta ahora se ha dado el lujo de ignorar por completo al exilio cubano, al que no le ha dedicado ni el sabor de una croqueta en el Versailles.
Se puede especular que la simpatía reside entonces en una esfera emocional más primaria, más visceral, donde se alimentan otras pasiones más toscas, más atrasadas, y que la afición a Trump no es más que una forma apenas encubierta para expresarlas.

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