Durante años se ha especulado, entre los
analistas del caso cubano, que el Gobierno de La Habana tiene la tendencia, de
una forma u de otra, de “poner a prueba” a cada nuevo inquilino de la Casa
Blanca. Ahora es posible que Raúl Castro haya decidido repetir la experiencia,
solo que de una manera indirecta. El nombrado vicepresidente venezolano Tareck
El Aissami sería la pieza clave del juego.
El Aissami, investigado en Estados Unidos
por sus vínculos con el narcotráfico y el Hezbolah, se ha convertido de pronto
en el número dos del Gobierno venezolano. La jugada, que no carece de astucia y
audacia, tiene al menos dos claves. Una, dentro del marco nacional. El
presidente Nicolás Maduro inaugura así, en la aparente etapa final de su
mandato, que está supuesto a terminar en 2019, lo que podría catalogarse de un
“gobierno propio”, donde las figuras del mando militar, asociadas con el
fallecido Hugo Chávez, pasan a un segundo lugar. Aquí el principal perdedor es
el expresidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, pero no solo él:
también quienes participaron con Chávez en el intento de golpe de Estado de
febrero de 1992 y luego lo apoyaron en sus esfuerzos por alcanzar el poder
podrían verse ahora relegados.
Hay algo más importante aún para los
venezolanos. Maduro ha nombrado, como su posible sucesor, a alguien que se ha
destacado en la represión del movimiento opositor. Como diciéndole a los
venezolanos: si yo soy malo, el otro es peor. Es como si Hitler le hubiera
dicho a los judíos que tras él vendía Heydrich. Y aclaro de inmediato que no
creo que el presidente venezolano sea algo parecido a Adolf Hitler, aunque en
el caso de El Aissami, espero que el tiempo no permita la comparación con Reinhard
Heydrich.
En la esfera internacional, el cambio
podría significar un paso del nacionalismo venezolano a un establecimiento, aún
más firme, de la alianza Caracas-La Habana-Moscú. Dicha alianza no es nueva,
sino que simplemente se ha reafirmado.
No es que los militares quedaran fuera
del ejecutivo, de hecho se ha reforzado su presencia, sino que ahora estas
figuras son incluso más afines al Gobierno cubano. En igual sentido ocurre con
los civiles. Entre los nombramientos anunciados el miércoles está la
incorporación al gabinete al excanciller Elías Jaua y del hermano de Chávez,
Adán Chávez, exembajador en La Habana.
En esta nueva ecuación, no hay que
olvidar que todo ello ocurre en momentos en que Maduro ha declarado sus
intenciones de comprar armamento más moderno en Rusia y en China.
Además de militar, la alianza tiene una
fuerte connotación económica. Nelson Martínez, actual presidente de la empresa
petrolera Citgo, es el nuevo ministro de Petróleo. Martínez es el supuesto
artífice de hipotecar Citgo a los rusos, algo que aún no ha sido confirmado
oficialmente.
Los retos al presidente electo
estadounidense, Donald Trump, vienen así en dos frentes.
Por una parte Citgo podría estar en
peligro de pasar a manos rusas, si Rosneft se llega a convertirse en su mayor
accionista, luego de un supuesto préstamo secreto de la firma de Moscú, otorgado
al Gobierno venezolano, donde se colocó en garantía el 49 por ciento de las
acciones de la refinería en suelo estadounidense. Para ello tendría que ocurrir
un default, por parte de Venezuela,
tras la decisión previa de PDVSA de colocar el otro 51 por ciento de la empresa,
con sede en Houston, como garantía de una emisión de bonos lanzada en
septiembre. De ocurrir ello, a Rosneft le bastaría con comprar algunos bonos.
Al mismo tiempo, la empresa rusa también participa en cinco proyectos en Venezuela,
Pero sucede que Rosneft es la petrolera
rusa sancionada por Washington y la Unión Europea. Esta por verse si esa
sanción se mantendría durante la presidencia de Trump, que precisamente ha
elegido como secretario de Estado al presidente y director de ExxonMobil Rex
Tillerson. En 2011, Exxon firmó un acuerdo con Rosneft para proveer acceso a
lucrativos recursos petroleros en el Ártico. El gobierno ruso es el principal
accionista en Rosneft. El presidente ruso, Vladimir Putin, acudió a la firma
del acuerdo con Exxon y posteriormente condecoró a Tillerson con la Orden de la
Amistad.
De convertirse Rosneft en el mayor
accionista de Citgo, y posiblemente luego en su dueña, los rusos entrarían en
el negocio petrolero estadounidense, con tres refinerías y tuberías a lo largo
de todo el país. Está por verse si el Gobierno de EEUU aprobaría dicha
adquisición.
Por otra parte, existe el factor político
e ideológico. El nuevo vicepresidente venezolano, El Aissami Maddah, de origen
sirio-libanés, tiene fuertes vínculos con el terrorismo islámico. Su padre,
Carlos El Aissami, fue el jefe de la sección venezolana del partido político
Baath de Irak y ha escrito varios artículos en defensa de Irak y Sadam Husein,
al igual que de la Yihad islámica, o Guerra Santa de Al Qaeda, y de los
talibanes. El llamado Clan familiar de El Aissami, incluye al tío Shibli El
Aissami, quien fue asistente del Secretario General del partido Baath en Bagdad
en tiempos de Husein y fue activo dirigente del Partido Baath Árabe Socialista en
Siria, así como a otros familiares con relaciones con los gobiernos sirio y
ruso, según Infolatam.
A lo anterior se une que El Aissami ha
sido acusado de estar involucrado directamente en el negocio del narcotráfico y
el denominado Cartel de los Soles que supuestamente lidera Cabello.
El Wall
Street Journal publicó en mayo de 2015 que El Aissami recibía sobornos para
enviar cargamentos a través de puertos venezolanos. El diario estadounidense agregó
que estaba en la mira de las agencias de seguridad de EEUU.
Ese mismo año, el exsubsecretario de
Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Roger Noriega, declaró al Nuevo Herald que El Aissami estaba
involucrado en los negocios ilícitos que lideraba Cabello. El Aissami junto a
Cabello presentó varias demandas contra tres medios nacionales por reproducir
publicaciones de los medios internacionales que denunciaban estas operaciones.
Narcotráfico y terrorismo por una parte.
Rusia por la otra. Una mezcla difícil y explosiva para el nuevo gabinete
estadounidense, aún no confirmado, donde también abundan figuras con un
historial militar y todos son partidarios de una línea dura de gobierno en los
asuntos internacionales. Desde ahora, la mesa está servida para una posible
confrontación entre Washington y Caracas. ¿Y La Habana? ¿De simple observador,
participante indirecto o involucrada de lleno?
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