La muerte del ministro del Interior
cubano, el general de división Carlos Fernández Godín, lleva a dos lecturas
inmediatas. Este fallecimiento apenas comenzado el año, de uno de los “históricos”
de la revolución cubana —y por cierto no de los de edad más avanzada dentro de
este grupo (Godín tenía solo 78 años)— es apenas un hecho puntual.
La segunda lectura, en el plano más
simbólico, es importante, pero no tiene el porqué manifestarse ahora con una
fuerza decisiva.
Godín muere luego de sustituir, en
octubre de 2015, al general de cuerpo de
ejército Abelardo Colomé Ibarra, quien renunció por problemas de salud y aún
vive.
Si se considera que Colome Ibarra (Furry)
ocupaba el cargo desde 1989, hay un acortamiento significativo en la
permanencia al frente de uno de los principales centros del poder en Cuba. A
ello se añade que no se trata de una muerte repentina, sino “a causa de
complicaciones de una enfermedad crónica que padecía”, según una nota oficial
del Consejo de Ministros.
Por supuesto que lo importante aquí no es
esta muerte, sino otra anterior: la de Fidel Castro en noviembre del pasado
año.
Falta por ver entonces si asistimos a un
evento aislado o a la continuación de una cadena de desapariciones. La edad del
resto de los miembros fundadores del movimiento revolucionario, que llegó al
poder en enero de 1959, muy superior a la de Fernández Godín, inclina a pensar
lo segundo: la repetición en Cuba de lo ocurrido en la Unión Soviética a partir
del 12 de noviembre de 1982, cuando Yuri Vladímirovich Andrópov llegó a la
cumbre del poder, para ejercerlo solo por 15 meses y su sucesor, Konstantín Chernenko, por
apenas un año. La importancia del Ministerio del Interior (Minint) en Cuba permite, por
otra parte, esta conjetura: no se trata de una muerte en la cúspide, como las
señaladas en la URSS, pero sí de una baja en la cumbre.
Baja que no significa fractura. Y eso hay
que tenerlo bien claro. La desaparición física de Fernández Godín no
significará cambio sustancial alguno en el cuerpo represor cubano. Incluso
puede hablarse, hasta cierto punto, de muerte anunciada.
El VII Congreso del Partido Comunista de
Cuba, celebrado en abril de 1916, trajo la esperada salida de Colomé
Ibarra del Buró Político, pero no así la entrada en tan selecto grupo de su
sustituto entonces al frente del Minint. Fernández Godín se mantuvo solo en el
Comité Central. Ya desde entonces pudo anunciarse que su desaparición física
estaba cercana. La sucesión pautada y lo ocurrido ahora pasa a ocupar un lugar
relativo.
Todo apunta hacia que el puesto de
Fernández Godín lo ocupará el viceministro primero del Minint, Julio César
Gandarilla Bermejo. Es el mecanismo de sucesión clásico que ha adoptado Raúl
Castro bajo su mandato. De hecho, durante el acto por el 55 aniversario de la
creación del Minint, celebrado el 6 de junio de 2016, Gandarilla Bermejo ocupó
el puesto al lado de Raúl, y al parecer ni
Fernández Godín ni Abelardo Colomé Ibarra
pudieron asistir por motivos de salud. Así que cabe afirma que Gandarilla
Bermejo ha estado en la práctica al frente del Minint en los últimos tiempos.
Gandarilla Bermejo es además la figura
ideal para el cargo, de acuerdo a los parámetros de Raúl Castro, sobre todo
porque fue Jefe de la Dirección de Contrainteligencia Militar (Cim) del Ministerio
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), al igual que lo fue Fernández Godín hasta 1989. Es decir, ambos fungieron como figuras principales en el desplazamiento, llevado a cabo por Raúl Castro, de figuras de la inteligencia cubana y la colocación en su lugar de miembros de las fuerzas armadas al frente del Minint, movimiento ocurrido a partir de la Causa No. 1. Aunque el también
vicealmirante ya debe tener más de setenta años, solo resta esperar que, de
oficializarlo en el cargo, el Castro que sobrevive continuará haciéndole guiños
a la biología.
Otra posibilidad, la dilatación del nombramiento, no parece acorde a los tiempos que corren, con la muy cercana
presidencia de Donald Trump en Estados Unidos y la situación venezolana. Gandarilla
Bermejo ha realizado labores de contrainteligencia en Venezuela.
La muerte de Fernández Godín entra entonces
dentro de un guión pautado, donde son difíciles las especulaciones sobre un
ascenso inmediato del coronel Alejandro Castro Espín a dirigir el Minint, ya
que en la actualidad no ocupa un cargo cercano a la línea sucesoria dentro de
la institución, y Raúl Castro por lo general se ha mantenido fiel al mecanismo
de sucesión creado por él. No pasa de un hecho esperado, pero que al mismo
tiempo recuerda la inevitable biología. Por ello quizá despertará más apuestas
en Miami que en La Habana, donde siempre la regla para el triunfo ha sido jugar
al seguro.