Uno de los motivos por los que Évolution (2015) terminó siendo filmada
en la isla de Lanzarote fue porque difícilmente —según ha declarado la
directora— las agencias de protección infantil francesas habrían aceptado la
dimensión que alcanza el filme como película de horror y la participación de
niños en situaciones tan traumáticas; sin contar con la sexualidad —por lo
general sugerida pero en algunos momentos expresa. Por momentos la película
transita de la provocación a lo obsceno con tal transparencia, que resulta
difícil verla sin sobrecogimiento, aunque más que sobresaltos nos depara una
angustia generalizada e inevitable.
Y sin embargo, en la cinta no hay escenas
sangrientas —apenas un par de gotas de sangre salen por la nariz de un par de
niños—, tampoco de sexo y mucho menos imágenes de cuerpos destrozados, desmembrados
o cadáveres.
Es más, al inicio sorprende la
luminosidad de las tomas marinas y la textura de la vegetación bajo el agua, y
el pequeño poblado junto al mar se nos presenta austero pero claro. Aunque
pronto nos damos cuenta que, a pesar del aparente naturalismo —en ese espacio
extraño, atemporal, que por momentos nos recuerda las pinturas de Giorgio de
Chirico— hay algo siniestro que no necesita de una atmósfera abigarrada sino se
extiende de una manera simple y natural. (La realizadora ha dicho que las
escenas del hospital fueron filmadas en uno abandonado, y que prefiere los
espacios reales porque brindan una mayor textura y más sorpresas.) Igual
utilización, de esa mezcla singular entre el objeto naturalista y su
instrumentación fantástica, figura en la banda sonora, donde el sonido de las
olas, el viento y el agua que fluye sustituye a la música.
Évolution
es el último largometraje de Lucile
Hadžihalilović, y al igual que en su predecesor, Innocence (2004), la pantalla despliega una amplia simbología, solo
que aquí la crueldad y el horror se superponen con la trama fantástica en un
desarrollo por momentos cercano a la ciencia-ficción. Aunque cabe aclarar que,
en el cine de Hadžihalilović, más que hablar del avance de una trama hay que
referirse al crecimiento de un sentimiento o un estado de ánimo, en donde el
descubrimiento del enigma pasa a un plano secundario.
La dificultad a la hora de precisar Évolution ha llevado a los cotejos más
disímiles —desde Invasion of the Body
Snatchers hasta The Little Mermaid,
pasando por ¿Quién puede matar a un niño?—,
en comparaciones con mayor o menor sentido. Aquí lo fundamental es la forma
de reproducción de la especie, y no la sustitución de la terrestre por una llegada
de otro planeta; las ventosas en la piel no forman parte de la representación tradicional
de las sirenas, por lo que solo cabe hablar de criaturas marinas en general; y
los niños en esta película son víctimas y no victimarios. Vale la pena añadir,
sobre la referencia a la película de Narciso Ibáñez Serrador, que ¿Quién puede matar a un niño? es una
buena cinta de horror, pero que no trasciende los parámetros del género, y Évolution sí. Por su parte, en una
entrevista en Film Comment, Hadžihalilović
reconoció la influencia de Ibáñez Serrador. En igual entrevista, y de forma
general, también mencionó la de David Cronenberg y David Lynch, así como del Alien de Ridley Scott. Al mismo tiempo hay
varias comparaciones válidas entre Innocence
y Évolution, como el tema de la pubertad
y el tránsito a la adultez; así como los dos mundos excluyentes del sexo
opuesto —niñas y niños— en las respectivas cintas; o la utilización de los
elementos naturales para definir la sensación de encierro: el bosque y el mar.
En buena medida el horror en Hadžihalilović
viene dado en la naturalidad con que se presenta, y en la visión hasta cierto
punto mecánica que trasmite una óptica determinista. Escalofriante por momentos,
siempre tentadora y hermosamente fotografiada, rodada y concebida, Évolution es una película sui generis, pero
que paradójicamente no nos resulta extraña.
A ese sentimiento de cercanía y distancia
es posible que contribuya la propia experiencia vital de Hadžihalilović, una
realizadora francesa de padres bosnios que vivió en Marruecos hasta los 17
años. Aunque la historia de su infancia y adolescencia no es, por otra parte, una
de migración y dificultades económicas. Con ambos padres médicos, Hadžihalilović
nació en Lyon, en 1961, estudió Historia del Arte y se graduó en la prestigiosa
escuela de cine francés La Femis (conocida con anterioridad como el Instituto
de Altos Estudios Cinematográficos). Colaboradora por años del cineasta
argentino radicado en París, Gaspar Noé, con quien también estuvo casada, demoró
entre Innocence y Évolution 11 años, con solo un corto de
por medio. Pero no por falta de inspiración sino de financiamiento. Es de
esperar que no tengamos que aguardar tanto para otra película tan impecable y
espeluznante.