Ahora Trump dice que fueron los
británicos quienes lo espiaron. La táctica es vieja y repetitiva. Como esta
semana su acusación de que el expresidente Barack Obama mando a “pincharle” los
teléfonos se ha hecho pedazos, traslada la atención hacia otro punto u otra
geografía. Pero las consecuencias son graves: está sumiendo en un total
descrédito la presidencia de Estados Unidos.
La Casa Blanca citó el jueves informes de
prensa no comprobados de que Obama había pedido a la agencia británica de
inteligencia de señales, GCHQ, vigilar a Donald Trump con el fin de “asegurarse
de que no hubiera huellas estadounidenses” de esa acción.
El próximo paso será acusar a Tasmania.
Hablando desde el podio de prensa de la
Casa Blanca, el secretario Sean Spicer citó un largo informe de Fox News, que
afirmaba que Obama había usado a GCHQ para eludir las restricciones legales
estadounidenses sobre monitoreo a sus ciudadanos.
Esta versión fue una de varias ofrecidas
por Spicer como supuesta evidencia de las explosivas denuncias del actual
presidente de que Obama había ordenado pinchar sus teléfonos cuando era
candidato.
Sin embargo, legisladores de ambos
partidos que han investigado la denuncia no han encontrado ninguna evidencia
que la sustente.
En su informe, publicado hace casi dos
semanas, el comentarista conservador Andrew Napolitano afirmaba que “tres
fuentes de inteligencia han afirmado a Fox News que el presiente Obama se salió
de la cadena de mando” para ordenar la intervención de los teléfonos de Trump.
“Él no usó a la NSA, él no usó a la CIA,
él no usó al FBI y él no usó al Departamento de Justicia”, dijo Napolitano,
agregando que Obama había usado al GCHQ británico.
Que Trump recurra a un informe de prensa
no verificado como fuente de información es una muestra de irresponsabilidad.
Que su portavoz utilice el sello de la Casa Blanca para decir sandeces es el
colmo del desparpajo.