Paralización, estancamiento, marasmo. No
son palabras ajenas a quienes dominan ese difícil “arte de la espera”, que ha
caracterizado la vida en la Isla durante décadas. Pero lo que en estos momentos
experimentan los cubanos es más que la inercia cotidiana, que desde hace largo
tiempo conocen. Lo que sufren ahora es un verdadero frenazo.
Y para mayor calamidad, la retranca les
está siendo aplicada desde ambas costas del estrecho de la Florida.
Cuando comenzó a operar el servicio en la
Isla —en abril de 2015—, la palabra Airbnb, el propio concepto, debe haber
sonado muy extraña muchos. Y no solo dentro sino especialmente fuera la apuesta
arriesgada de puesta en marcha.
¿Un resultado del mundo de las
transacciones online, las redes sociales, las plataformas digitales y los
teléfonos inteligentes funcionando en Cuba, cuando la mayoría de las casas no
tienen internet?
Pero los cubanos se adaptan rápido,
aprenden pronto y funcionan de prisa.
Durante varios, varios y largos meses,
todo fue de maravillas, hasta que al parecer ahora ha surgido un problema, un
gran problema para quienes viven allá.
En
Miami
Se han producido demoras en los pagos a
quienes alquilan sus viviendas en Cuba, y aunque Airbnb le dijo a El Nuevo Herald —que trae la noticia—, que están trabajando en una solución,
lo ocurrido es un buen ejemplo de lo difícil que resulta lo simple en Cuba.
El problema tiene que ver con el
mecanismo de pago que utiliza la compañía para enviar el dinero a sus usuarios
cubanos, según explica el diario de Miami.
El embargo prohíbe la mayor parte de las
transacciones bancarias entre Estados Unidos y Cuba, así que Airbnb optó por
utilizar una compañía de envío de remesas con sede en Miami, VaCuba, para entregar
personalmente los pagos a los arrendadores en la Isla.
Así que una transacción por internet —donde
se conecta a huéspedes con dueños de casas interesados en alquilar mediante una
plataforma digital— en el caso cubano terminaba con una operación donde una
persona le llevaba el dinero a otra a su casa.
Claro que en un principio, el transitar
de momento del mundo del siglo XXI a casi la villa del medioevo se vio como un
simple paso transitorio. Porque había comenzado el “deshielo” y “Cuba es el país de más rápido crecimiento en
Airbnb en la historia de nuestra plataforma”, como dijo Brian Chesky, director
ejecutivo y fundador de Airbnb, cuando viajó en la delegación que el entonces presidente
de Estados Unidos, Barack Obama, llevó a La Habana en marzo de 2016.
Para esa fecha, Airbnb contaba con 4.000
viviendas que ofertar en la Isla, en las que se hospedaban del 10% al 20% de
los viajeros procedentes de Estados Unidos,
según afirmó Chesky durante una conferencia de prensa organizada por la
Casa Blanca en La Habana.
Por supuesto que, en principio, el actual
problema de los pagos es un asunto puntual con una solución más o menos
cercana. Pero el tema del turismo, los viajes y las transacciones bancarias
entre EEUU y Cuba no despiertan en estos momentos mucho entusiasmo.
Hay una total incertidumbre sobre el
camino que tomarán las relaciones entre Washington y La Habana, pero es difícil
el optimismo.
En
La Habana
A noventa millas de las costas
floridanas, la retranca es aún mayor. Al
punto que Fernando
Ravsberg considera que si 2015 fue el año del “deshielo”, 2017 podría
considerarse como el de la “congelación” de las reformas iniciadas en 2008.
“Las PYMES, las cooperativas, el trabajo
autónomo, la unificación monetaria, la inversión extranjera, los cambios
previstos en la constitución, la ley de prensa, la de cine, la que reconoce los
derechos de la comunidad LGBTI, todo parece haber sido
puesto en modo hibernación”, afirma Ravsberg.
Y es que la política de Raúl Castro, de
avanzar las reformas “sin prisa pero sin pausa” podría haber dado ya todo lo
que podía dar, según el analista, ya los pasos siguientes provocarían un
“efecto dominó”: cualquier ficha que se tocara, obligaría a cambiar muchas más.
Sin embargo, en un principio el propio
Castro trasmitió la impresión de que dichos cambios —“estructurales”, “profundos”,
como los llamó— entraban dentro de los objetivos de su plan.
Aunque siempre el gobernante ha
reafirmado que no daría marcha atrás en el proyecto “socialista”, ni que
introduciría cambios “políticos”, el inmovilismo actual resulta difícil de
digerir por los cubanos que en los dos últimos años transitaban por esperanzas
múltiples.
Ahora, y debido a una serie de factores
que no necesariamente estaban destinados a coincidir, pero que se han agrupado
en una especie de tormenta perfecta del desconsuelo, los cubanos se ven
atravesando una sequía espantosa en la Isla, cada vez con menos gasolina —y la
importancia de ello trasciende el automóvil—, con la incertidumbre de si
volverán las restricciones de la época de George W. Bush y con las puertas de entrada
a Estados Unidos cada vez más cerradas.
Y mientras tanto, Eliécer Ávila preocupado
por su computadora.
La oposición cubana recorriendo sin
cansancio su conocida senda entre la paralización y el bochorno.
El
frenazo
La renuencia o imposibilidad de avanzar,
que repercute en todos los aspectos de la vida cotidiana cubana, obedece a un
afán compartido —aunque desde signos opuestos— tanto de Washington como de La
Habana en estos momentos.
En Cuba, Ravsberg cita al economista Juan
Triana, quien asegura que la unificación de la tasa monetaria podría provocar
el cierre de más del 60% de las empresas estatales, las cuales se benefician de
un cambio artificial.
Cuando estas empresas necesitan importar,
el Estado les reconoce la paridad entre el peso cubano y el dólar, mientras el
cambio real es de 24 a 1.
Si la moneda y las tasas de cambio se
unificaran esas empresas serían incapaces de comprar los insumos necesarios
para seguir produciendo, explica.
Según Ravsberg, Triana asegura que la
unificación de tasas cambiarias y la quiebra masiva de empresas estatales
terminarían destruyendo alrededor de 2 millones de puestos de trabajo.
Para evitar ese desempleo en gran escala,
la economía cubana tendría que diversificarse a un grado tal que la jerarquía
política del país no admite. Ese fue el camino interrumpido desde sus
comienzos, al que al parecer se oponía Fidel Castro —y todo indica que su
fantasma también— y cuyos temores se multiplicaron tras la visita de Obama.
Al colocar barreras y trabas excesivas al
sector privado, que han imposibilitado su desarrollo más amplio, y fracasados
los objetivos de desarrollo agrícola para sustituir la importaciones, con la
baja en los mercados mundiales de las materias primas y la crisis creciente en
Venezuela, con fuerza creciente el Gobierno cubano se ha aferrado al
inmovilismo.
Solo que al frenazo de La Habana
posiblemente se sume muy pronto otro desde Washington.
¿Hacia donde mirarán entonces los
cubanos?
En medio de dicho atasco, una pequeña
señal ha “renacido”, aún pálidamente, en la prensa oficial cubana: el “antiimperialismo”;
con el articulo condenatorio que desde hace meses no se veía, la información
que hasta ayer se pasaba por alto o el tipo de caricatura que uno creía, en lo
adelante se quedaría siempre en el tintero.
Y la causa de ello no parece ser tanto Venezuela como Rusia. Si Trump y Putin se apartan en serio y no con gesticos como hasta ahora, es posible que Raúl Castro vea un motivo y una esperanza, para salir de su aburrimiento.
Y la causa de ello no parece ser tanto Venezuela como Rusia. Si Trump y Putin se apartan en serio y no con gesticos como hasta ahora, es posible que Raúl Castro vea un motivo y una esperanza, para salir de su aburrimiento.