Hay dos formas de establecer un embargo
petrolero a Venezuela.
Con independencia de la racionalidad y
utilidad de tal embargo, como una herramienta para llevar la democracia al país
sudamericano, hay otra consideración más práctica, que un presidente como Trump
tomará en consideración: el precio de la gasolina en Estados Unidos.
Más allá de todas las luchas y crisis
internas en la Casa Blanca, y el hecho de la ineficacia demostrada, hasta el
momento de la administración de Trump y el Congreso republicano, hay una
realidad que está actuando en favor de Trump: el buen estado de la economía,
los récords en la bolsa, el bajo desempleo y los precios, también bajos de la
gasolina.
Esto último podría verse afectado si
Estados Unidos deja de comprarle combustible a Venezuela. Los precios en las
estaciones de venta de combustible en este país aumentarían entre 25 y 30
centavos las primeras dos semanas, y es posible que más posteriormente, aunque
con más tiempo tenderían a estabilizarse.
Pero esa alza momentánea no actuaría a
favor de Trump, en términos de política nacional, en momentos de tantos frentes
abiertos en su Gobierno y en temporada de viajes y vacaciones.
La otra acción que podría adoptar
Washington es dejarle de vender crudo ligero a Venezuela, algo que no
repercutiría tan negativamente en el consumidor estadounidense, pero sí,
aunque, no de forma extraordinaria, en las firmas petroleras.
El problema con esta segunda medida es
que iniciaría la puesta en marcha de un embargo, y quienes favorecen este tipo
de acción no se quedarán conforme con tal paso, sino que presionaran en favor
de un embargo total de combustibles.
Por lo pronto, las medidas adoptadas por la actual administración, como el colocar a Maduro en la lista negra de la OFAC son más simbólicas que efectivas.
Por lo pronto, las medidas adoptadas por la actual administración, como el colocar a Maduro en la lista negra de la OFAC son más simbólicas que efectivas.