“A partir de mañana, 1 de enero de 2013,
el Gobierno cubano contará con un nuevo instrumento represivo o justificación
legal para ir contra disidentes y opositores: la reforma tributaria que paulatinamente
entrará en vigor”.
El párrafo anterior es el inicio de una
columna que publiqué en El Nuevo Herald
y este sitio,
el lunes 31 de diciembre de 2012, y la vanidad de citarme quiero justificarla
con una afirmación de cuya crueldad acuso al régimen de La Habana: no hay
mérito alguno en vaticinar que siempre se debe esperar lo peor de dicho
Gobierno. El fallo judicial, en relación al supuesto delito de evasión fiscal
contra la economista Karina Gálvez Chiú, fundadora e integrante del equipo del
Centro de Estudios Convivencia (CEC),
así lo confirma.
A continuación, el resto de aquel escrito
de 2012:
“No es que el régimen necesite excusas ni
pretextos, pero el posible uso al que faculta la nueva legislación se suma a
una vieja estrategia: repetir una y otra vez que en Cuba no hay presos de
conciencia, opositores políticos o disidentes del sistema, sino simples
mercenarios, delincuentes y sujetos sin escrúpulo que se aprovechan de una
situación creada por el imperialismo norteamericano.
Aunque la estrategia no es nueva, resulta
efectiva a la hora de buscar una justificación para decir que, en el orden
represivo, se han producido cambios en la isla y ya no hay oleadas represivas
como la de la Primavera Negra. No se trata de convencer a nadie, sino de buscar
argumentos para la comodidad de gobiernos y propagandistas.
Las nuevas tácticas de la policía
política van en dos direcciones: una más directa y brutal y otra que pasa por
la puesta en marcha de supuestos instrumentos legales que justifican un arresto
o una condena. De forma esquemática puede afirmarse que si, por un lado, se
reproducen los procedimientos y actuaciones que caracterizaron a la dictadura
de Fulgencio Batista, por el otro se consolidan los métodos que en la
actualidad se emplean en China. Retroceso y avance con igual objetivo: no
permitir la menor pérdida de control.
La actuación brutal se define por los
golpes, vejaciones, arrestos temporales y esa especie de secuestros exprés que
duran varias horas y suelen ocurrir en fechas alegóricas o en anticipación a
actividades de la oposición pacífica. Por lo general, su acción se caracteriza por ser realizada por
un grupo que actúa dentro del Gobierno, pero que bordea la propia legalidad que
el sistema establece. Su paramilitarismo está dado no por formar un grupo
independiente de la policía política, ya que son miembros de ella en la mayoría
de los casos, sino por sus métodos: no identificarse a la hora de efectuar detenciones,
la violencia incontrolada y el crear inseguridad como instrumento de
contención.
En el afán para convertir en delincuentes
a las víctimas, el Gobierno cubano se ha empecinado por décadas en difamar a
los opositores, rebajarlos en su condición ciudadana y reducirlos a seres
antisociales. Con frecuencia echa mano a una serie de recursos viejos pero
eficaces: la divulgación de mentiras, que en ocasiones se apoyan en elementos
aislados de verdad, pero que en su totalidad presentan un panorama falso; la
visión desplazada que deforma la perspectiva de conjunto y la demonización del
enemigo. No hay originalidad en este empeño, utilizado con éxito anteriormente
por la Alemania nazi, la Unión Soviética de Stalin y la China de Mao y la
actual.
Ahora la nueva ley fiscal podría ser
empleada también con el objetivo de castigar a quienes expresan opiniones
contrarias.
No es decir que la ley se creara con el
único interés de contener a disidentes y opositores pacíficos. Tampoco afirmar
que el anticastrismo justifica la evasión fiscal. Es, simplemente, reconocer
que en un sistema totalitario la aritmética puede tener también razones
perversas y el expediente judicial motivos políticos. Por otra parte, no es
algo que ocurra o vaya a ocurrir solo en Cuba, pero el Gobierno de la isla
tiene un historial que basta no solo para la sospecha: es capaz de crear temor,
o terror.
Por supuesto que puede argumentarse que
hay una manera fácil de evitar una acusación de fraude fiscal, y es simplemente
con el pago de impuestos. A ello se
puede responder que tanto en Cuba como en otros gobiernos totalitarios, tras el
cobrador de impuestos puede aparecer o coincidir el policía político.
“Cuando demandamos a la Agencia
Tributaria para que explicaran el porqué de la imposición de multas tan
desproporcionadas tuvimos que enfrentarnos a un sinfín de problemas con la
policía. Durante el proceso legal, me llevaron ante el juez para interrogarme,
lo que me permitió comprobar hasta qué punto manipulan, abiertamente y a todos
los niveles, las normas”.
Aún esta no es la respuesta de un cubano.
Son palabras del artista y disidente chino Ai Weiwei, en una entrevista
aparecida en El Cultural, del diario
español El Mundo.
Weiwei ha dicho que Pekín ha ido contra
él no por el dinero sino por “motivos políticos”. “Quieren que la gente piense
que soy un evasor de impuestos, que soy un mentiroso o lo que sea”, de acuerdo
a declaraciones publicadas en el periódico español El País.
Lo ocurrido a Weiwei puede ser el
preludio chino a la situación en que a partir de ahora vivirán periodistas
independientes como Yoani Sánchez. Ya
pasó la hora de las advertencias y amenazas, ahora solo queda la espera”.
La espera ya se ha cumplido. Gálvez fue
condenada a tres años de privación de libertad, que posiblemente cumpla bajo la
forma de arresto domiciliario y le fue decomisada su vivienda, según confirmó
la economista a 14ymedio, una
decisión judicial que asegura “no le sorprende y que estaba esperando”.
Ai Weiwei fue liberado el 22 de junio de
2011, bajo la condición de no viajar al exterior —un castigo que ahora también
sufrirá Gálvez—, y seis años más tarde, en julio de 2017, logró viajar a
Argentina, para preparar una exposición retrospectiva de su obra en noviembre. En
la actualidad se encuentra en Suiza, donde hasta el 28 de enero se podrá ver
otra retrospectiva en la ciudad de Lausana. El artista chino continúa su lucha
con su obra, la foto y la palabra.
En igual empeño, y con sus medios
propios, persistirá Karina Gálvez.