Entre los gobiernos populistas
latinoamericanos, el de Evo Morales se destaca por medidas, discursos e ideas estrafalarios.
Ocupa con frecuencia los titulares de prensa, pero las noticias no caben en las
páginas políticas ni económicas, más bien en la sección de curiosidades, hechos
insólitos y extravagancias, como esa de que las manecillas del reloj giren a la
izquierda y los números que indican las horas estén en una posición invertida. El
presidente dice estar inspirado en las culturas indígenas, pero más bien da la
impresión de que en algún momento vio las películas de los hermanos Marx, se
las tomó en serio, o lo que es peor: las confundió con tratados históricos. Con
frecuencia da la impresión que el Marx que lo inspira no es Karl —austero y
estudioso— sino otro, Groucho, al parecer empeñado en poner al mundo de cabeza;
con la diferencia de que este lo hacía en el cine, la televisión y el teatro, y
muy bien por añadidura.
Ante todo dos puntos a señalar. El
primero es nacional. Morales llega a la presidencia en medio de una crisis
política en que los gobiernos se sucedían en pocos meses. Eso tampoco era
serio. El segundo, internacional, su mandato se inició en medio de una
situación internacional en que el fracaso de las políticas neoliberales en Latinoamérica
—por las razones que fueran— sirvió de caldo de cultivo para el surgimiento
del “Socialismo del Siglo XXI” en Venezuela,
la “revolución ciudadana” en Ecuador y la vuelta de un peronismo tan
trasnochado como cualquiera de sus versiones anterior en Argentina. A todo esto
se unió la supervivencia del régimen castrista en Cuba. Al principio, Morales
no estaba solo, lo único que es mala compañía, pero esta situación ha cambiado
en los últimos años, con una vuelta a políticas que, a falta de una definición
mejor, se acercan más a una posición de centro derecha o derecha moderada que a
un extremismo de izquierda. En lo personal, el futuro político de Morales en
estos momentos aguarda una definición de destino, pues si bien ha declarado su
deseo de retirarse de la vida pública, sus acciones indican un interés
persistente en buscar una reelección que los bolivianos han rechazado en una
consulta en las urnas. Pero a diferencia de Nicolás Maduro en Venezuela, en la actualidad
Morales no parece empeñado en una radicalización de su modelo.
Otra cuestión a tener en cuenta es la
realidad innegable que la población indígena —en Bolivia y otros países
latinoamericanos— ha sido explotada por siglos, despojada de sus riquezas, diezmada
y menospreciada.
Hechas todas estas salvedades, queda
entonces por ver lo que realmente ha hecho
Evo Morales en favor de su país.
Reivindicaciones
culturales indígenas
En parte la reivindicación indígena que
Morales ha realizado en Bolivia se ha llevado a cabo fundamentalmente a un
nivel de superestructura —para utilizar la terminología marxista— e incluso en
este sentido, en muchas ocasiones ha caído más en un folklorismos que en un
verdadero rescate cultural.
Pese a los tintes autoritarios que
muestra no pocas veces, Morales no es Pol Pot ni intenta una “revolución
cultural”. Al menos hay que reconocerle eso. Lo poco serio es una especie de
bendición para su país y el resto de Latinoamérica. No ha destruido las
ciudades y puesto a todo el mundo a vivir en aldeas; no ha prohibido el uso del
español, que en resumidas cuentas es la lengua de los colonizadores; tampoco ha
revertido la economía a un estado de “comunidad primitiva” y hasta el momento
no le ha exigido a los bolivianos que anden en taparrabos y al ejército que se
defienda con lanzas, flechas y macanas. Algunos de sus comentarios, o los de
sus ministros, pueden causar rechazo a los oídos occidentales —el trabajo
infantil, la vuelta a creencias milenarias y el repudio a los libros—, pero su
gabinete no se aparta en la actuación diaria de muchos de los procedimientos
que rigen al mundo occidental, de forma más o menos democrática.
El
milagro económico boliviano
Bolivia lleva más de una década creciendo
a un promedio anual del 5%, que es muy superior al de Estados Unidos y el resto
de los países sudamericanos.
Según los estimados de 2013, su Producto Interno
Bruto fue de $591.100 millones; la tasa de crecimiento económico del 6,8 % y el
per cápita de $5.500. Es un país pobre con respecto al resto del mundo, pero
está por encima de Uruguay, El Salvador, Paraguay y Honduras (de acuerdo a las
cifras de la CIA).
A pesar de la crisis del precio de las
materias primas, Morales logró ahorrar y fue cauto en no despilfarrar el dinero
que le llegó después de decretar la nacionalización de los hidrocarburos en
2006, informa la BBC.
Por otra parte, Bolivia ha crecido
gracias a los cuantiosos ingresos que le dan las exportaciones de gas natural
(que le vende a Brasil y Argentina), y corre el riesgo de anclar su desarrollo
a este recurso.
Aunque ha hecho esfuerzos por
diversificar la economía (con la venta de diesel, estaño y soya), queda
pendiente la pregunta de por cuánto tiempo podría sostener su modelo de
desarrollo.
Más allá de las críticas políticas a su
autoritarismo señalado, en lo que a la economía se refiere, expertos
internacionales y nacionales coinciden al valorar los resultados de la gestión
del equipo del mandatario.
El año pasado, Bolivia creció 4,3%,
seguido por Paraguay (4,1%) y Perú (4%). La lista sigue con Colombia (2%),
Chile (1,6%) y Uruguay (1,5%).
El desempeño boliviano fue bastante alto
si lo comparamos con Estados Unidos, que apenas creció 1,5% y con Latinoamérica
en su conjunto que sufrió una contracción de 0,9%.
Las
claves del crecimiento económico boliviano
Tres son los factores claves que han
permitido el crecimiento económico boliviano, único en la región: hidrocarburos,
ahorro y estabilidad.
En 2006, cuando Morales decretó la
nacionalización de los hidrocarburos, se inició una nueva etapa en la economía
boliviana.
Esta nueva fase incluyó en algunos casos
el paso de empresas privadas a manos del Estado y, en otros, la renegociación
de contratos con empresas extranjeras que continuaron operando en el país.
Una docena de multinacionales
suscribieron nuevos contratos con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB) y —entre otras cosas— se acordó el pago de un
tributo sobre el valor de la producción de entre el 50 y el 85%.
“Al cambiar la política impositiva,
aumentaron considerablemente los ingresos del Estado”, dice Luis Pablo Cuba,
docente invitado de la Universidad Mayor de San Simón.
“Pienso que la nacionalización y el
Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) fueron algunos de los principales
elementos que explican el alto crecimiento económico”.
El alza de ingresos fiscales fue
acompañada de fuertes inversiones públicas y un modelo de desarrollo productivo
basado en la demanda interna.
A dicha alza se ha sumado el ahorro, un
aspecto clave que diferencia la gestión económica boliviana de la venezolana,
pese a las afinidades ideológicas.
”En los últimos 14 años, el crecimiento
económico ha sido impulsado principalmente por el boom de las materias primas,
los ingresos por aumento de impuestos, significativas inversiones públicas y
alto gasto social”, le dijo a BBC Mundo
un portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Durante el boom de las materias primas
la pobreza en Bolivia bajó un tercio y las autoridades sabiamente ahorraron una
parte de los recursos construyendo un cuantioso colchón financiero”, agregó.
Un colchón que pasó de $700 millones a
$20.000 millones, configurando un ahorro que le permitió amortiguar la caída de
precios de las materias primas a partir de 2014.
Y a pesar de que la curva es decreciente,
sigue destacando sobre el resto de sus vecinos: Bolivia creció un 5,5% en 2014;
un 4,9% en 2015 y un 4,3% en 2016.
Ese liderazgo en el Cono Sur se
mantendría este año y el próximo, según las proyecciones del FMI para Bolivia,
con un 4,2% y un 4%, respectivamente.
Un análisis de Nicole Laframboise,
publicado en el blog del FMI Diálogo a
Fondo, señala que otro factor importante ha sido la caída en la
dolarización (la utilización de dólares en vez de la moneda local) desde hace
más de una década.
“Esto ha ayudado a mejorar la efectividad
de la política monetaria, ha contribuido a la estabilidad del sector financiero
y ha permitido que más bolivianos tengan acceso al crédito y a los servicios
financieros”, dice Laframboise.
A los dos factores anteriormente
mencionados se une la estabilidad.
Tanto los expertos del FMI, como
analistas locales, coinciden en que la estabilidad social ha contribuido al
crecimiento económico.
Entre 2001 y 2005 Bolivia tuvo cinco
presidentes bajo un clima de alta polarización y conflictividad. Al inicio del
mandato de Morales también se atravesaron momentos muy complicados, durante el
proceso constituyente y con sus adversarios políticos se atrincheraron en la
regiones ricas de Bolivia.
Sin embargo, la radicalidad de los primeros
años fue disminuyendo.
A eso se suman indicadores de inclusión
que favorecen la estabilidad. Por ejemplo, entre 2004 y 2015 la pobreza bajó de
un 63% de la población a un 39%, según datos del FMI.
Por otro lado —según cifras del FMI—, la
distribución del ingreso también mejoró en ese período. Bolivia pasó de ser el
país más desigual en Sudamérica a situarse en una posición promedio en la
región.
Estos logros han beneficiado la imagen
externa de un país gobernado por un partido compuesto por organizaciones
sindicales y centrales agrarias indígenas y campesinas, que han negociado con
el Gobierno para llegar a acuerdos y evitar que se generen crisis de magnitud
como solía ocurrir en las últimas décadas.
Los adversarios de Morales critican que
algunos grupos de presión han sido excesivamente favorecidos con los ingresos
fiscales y que en ocasiones los beneficios del crecimiento dieron origen a
casos de corrupción que han involucrado a líderes políticos oficialistas.
En todo caso, se le reconoce a Morales
que a pesar de su discurso reivindicativo, en el plano económico sus políticas
han sido lo suficientemente cautas y pragmáticas como para, por ejemplo, vender
su gas a través de contratos a largo plazo en los que se establece una
cotización fija, controlar la inflación y mantener reservas fiscales.Y así, consolidarse como el país que más
crece de América del Sur.