Entre las muchas críticas que podían
formularse al Gobierno venezolano, había una que quedaba excluida: no cabía
afirmar que no pagara sus deudas. Ahora la situación ha cambiado, y bajo el
mando de Nicolás Maduro el país sudamericano se enfrenta a una situación hace
apenas unos pocos años inconcebible: el abismo de caer en una suspensión de
pagos (default). De hecho está un
paso de ello y ya se encuentra en lo que se denomina un “default selectivo”,
luego de que incumpliera en la liquidación de dos cuentas por intereses sobre
su deuda externa.
En esta aún más difícil situación financiera
en que está entrando la nación venezolana, cabe preguntarse de si Maduro buscará
priorizar los factores políticos sobre los económicos, lo que supondría no solo
una radicalización del proceso ideológico, sino un incremento a la marcha en
retroceso que ha emprendido en el país. De esta manera, el mandatario se
situaría más cercano al pensamiento y la forma de actuar del fallecido Fidel
Castro, que a la asumida en la actualidad por Raúl, Sería entonces un caso
único de vuelta al pasado, dentro del diverso panorama latinoamericano.
Entre los llamados países socialistas
también se dio el caso de priorizar el pago de la deuda externa frente a las
necesidades de los ciudadanos. En Rumanía, Nicolás Ceausescu, tuvo a la
población pasando hambre durante años, pero él cumplía con el pago de la deuda
externa.
En estos momentos cabe la posibilidad de
que Venezuela no pueda llegar a un acuerdo sobre cómo hacer frente a los
futuros pagos. Los inversionistas que tomaron parte en la reunión celebrada el
lunes en Caracas señalaron que los representantes oficiales solicitaron su
ayuda para sortear el efecto de las sanciones impuestas por Estados Unidos, que
dificultan el uso de los sistemas de pago internacional. El gobierno venezolano
reafirmó la voluntad del país de seguir honrando sus pagos, pero no detalló
cómo podrá hacerlo posible.
Varios asistentes al encuentro del lunes
dijeron a la agencia Reuters que este duró poco más de un cuarto de hora y que
los representantes gubernamentales no presentaron ninguna propuesta concreta de
solución.
Se estaría asistiendo entonces a la
repetición de un esquema ya ensayado durante décadas en la relación entre Cuba
y EEUU, y Maduro podría verse tentado a seguir los pasos de Fidel Castro, con
la ilusión de que el régimen que este implantó en la Isla aún sobrevive. De
esta forma, terminaría por alejarse por completo, tanto de la estrategia como
del ideal del fallecido Hugo Chávez. Cabe argumentar que el modelo ensayado por
Chávez siempre estuvo fundamentado en los precios estratosféricos del crudo,
pero tanto la inflexibilidad del pensamiento de Maduro como las sanciones
decretadas por la Casa Blanca estarían creando las condiciones para que se
repitiera una situación del pasado siglo en la isla caribeña.
En el pasado, Venezuela siempre prefirió
hacer frente a los pagos por el miedo a lo que supondría caer en una suspensión
de pagos. Como parte de ese esfuerzo, incluso sacrificó los pagos por las
importaciones.
Si no se logra un acuerdo entre el
Gobierno de Venezuela, para tratar una posible renegociación de los compromisos
financieros del país sudamericano, Maduro podría decirle a la población de que
el dinero para el pago de la deuda —que posiblemente a partir de entonces sería
catalogada de “injusta” y “cruel”— se destinaría la compra de alimentos y
planes sociales.
Esto podría fortalecer su situación de
cara a las elecciones presidenciales previstas para el año que viene e incluso
traducirse en un aumento temporal de su popularidad entre algunos sectores de
la población venezolana.
"Con el caos que hay ahora en la
oposición, Maduro ya se encuentra en una situación relativamente cómoda, pero
el alivio a la falta de liquidez que a corto plazo podría producirse si se
decidiera no pagar podría darle un margen de maniobra adicional", comentó
a la BBC Risa Grais-Targow, del grupo Eurasia de análisis de riesgos
geopolíticos.
Ya hay indicadores de que Maduro está
llevando la renegociación de la deuda no solo como un objetivo económico, sino
como una batalla política e ideológica.
El mandatario dijo en su mensaje del 2 de
noviembre que el país se dispone a “refinanciar y reestructurar” toda su deuda
externa, con el objetivo de “luchar contra la persecución financiera” que según
él sufre Venezuela a causa de las sanciones impuestas por EEUU a destacados
dirigentes venezolanos.
Y para dirigir las negociaciones escogió
a dos hombres incluidos en la lista de sancionados por Washington, el
vicepresidente Tareck El Aissami, al que el Departamento de Estado acusa de
tráfico de drogas, y el ministro de Economía, Simón Zerpa, al que se le
atribuyen prácticas corruptas y antidemocráticas.
Durante la reunión de Caracas, algunos de
los asistentes, por parte de los acreedores,
se mantuvieron en una sala contigua para evitar encontrarse
personalmente con El Aissami y Zerpa, y así evitar cualquier indicio de incurrir
en una violación de lo decretado por Washington, que prohíbe a cualquier
ciudadano estadounidense hacer negocios con quienes se encuentra en una lista
que incluye altos cargos de la administración venezolana. El encuentro duró
La estrategia de Maduro es lograr que las
firmas estadounidenses hagan presión sobre la Casa Blanca para un alivio de las
sanciones y así encaminar las negociaciones en una forma deseada por el
Gobierno venezolano. Pero se trata de una meta muy difícil de alcanzar. De no
lograrlo, podría intentar asumir el camino de la Cuba de Fidel Castro, cuando
el gobernante no solo se negó a pagar lo adeudado por su país sino intentó
lanzar un movimiento internacional en favor de no pago de la deuda externa.
Maduro no ha llegado aún a ese extremo,
pero cada vez se le cierran más puertas. El pasado domingo, en su programa
televisivo que “el default nunca llegará a Venezuela”. La realidad es otra.
Venezuela debe $60.000 millones en bonos
pendientes. Ese monto comprende títulos de deuda emitidos por el gobierno y
también por la petrolera estatal Pdvsa. Pero el total de su deuda es mucho
mayor. Se estima en $140.000 millones e incluye los préstamos recibidos de
países como Rusia y China, según la BBC.
Venezuela depende de la importación de
mercancías para adquirir alimentos y mercancías, y su único bien es la riqueza
petrolera. Pero el crudo, aunque ha aumentado de precio en el último año, se
mantiene a niveles muy inferiores a la época de Chávez. Aunque el problema con
el crudo no es solo de precio. En la actualidad, las exportaciones petroleras
venezolanas son ahora una cuarta parte de lo que eran en 2012, según la firma
de estudios demoscópicos Datanalisis.
Los problemas de financiamiento en
Venezuela están aumentando cada día.
En su edición del marte, el diario Globo informó que Brasil también declarará
a Venezuela en default, pues tiene
dos meses de retraso en el pago de una deuda por USD $262,5 millones. El
Gobierno de Brasil dijo que presentará una denuncia ante el Club de París por
los millonarios pagos pendientes.
A esa situación se suma el vencimiento,
previsto para enero del año próximo, de otros $270 millones que Venezuela
adeuda a Brasil por el mismo concepto, informa el Nuevo Herald.
En próximo año, Venezuela se quedará sin
un dólar. Sus reservas internacionales se calculaban en julio en $9.986
millones, según datos del Banco Central de Venezuela. En la actualidad son de
$9,700 millones, de acuerdo a el Nuevo
Herald. Pero debe pagar en lo que resta del año al menos $1.470 millones y
en 2018 más de $8.000 millones.
Incluso con sus aliados más cercanos,
China y Rusia, la capacidad de negociación del Gobierno de Maduro es limitada.
El mandatario anunció avances en sus
negociaciones con China –al que adeuda unos $28.000 millones– y Rusia, que
firmará posiblemente hoy un acuerdo que reestructura $3.000 millones de los
$8.000 millones que debe Venezuela.
A diferencia de lo que viene ocurriendo
con China, que desde hace algún tiempo viene limitando la financiación a
Venezuela, en el caso de Rusia la estrategia geopolítica de Vladimir Putin ha
estado jugando a favor de Maduro. Aunque dicha estrategia no es similar a la
practicada por la desaparecida Unión Soviética con Cuba. Por ejemplo, la
petrolera estatal rusa Rosneft le prestó $6.000 millones a su similar venezolana
Pdvsa a principios de este año, y ha dicho que no planea más prepagos de
petróleo.
Venezuela dejó de pagar a los rusos en
2015.
El gobierno de Putin reestructuró la
deuda venezolana, entonces de $2.840 millones y postergó el primer pago a marzo
de este año.
Pero Caracas tampoco cumplió, según se
reveló el pasado mes de junio en un control de auditoría a las cuentas
nacionales rusas.
Al parecer en septiembre pagó a Rusia,
pero no a Brasil.
En el mejor de los casos para Maduro, si
continúa con sus planes de impagos selectivos, para liberar fondos y adquirir
importaciones de cara a las elecciones presidenciales del próximo año, solo
estaría dilatando una crisis que desembocaría en litigios y posibles embargos
de activos de Pdvsa, como Citgo, su filial en EEUU.
Uno de los riesgos que amenaza a la
economía venezolana son los acreedores holdout,
que literalmente significa “quedarse fuera”. Son los prestamistas que se niegan
a postergar los cobros y optan por acudir a los tribunales a exigir lo que se
les debe. Estos acreedores holdout
pueden llegar a poner la economía de un país en una encrucijada.
Así ocurrió en Argentina, que a raíz de
la crisis de 2001 dejó de pagar los bonos que había emitido a cambio de
financiación. Los acreedores de los fondos buitres optaron por la vía holdout y se salieron con la suya. El
caso argentino no es exactamente igual al venezolano, pero la existencia de la
estatal Pdvsa y de Citgo en EEUU abren la posibilidad de buscar indemnizaciones
a través de ellas.
Crystallex, una minera canadiense,
tramita una demanda contra Venezuela con el argumento de que los activos de
Pdvsa deben estar sujetos a incautación tras un litigio por una mina de oro. Si
la firma canadiense gana, esto abriría la puerta para que los acreedores
persigan activos venezolanos y de Pdvsa indistintamente.
Un informe de Bulltick, compañía
estadounidense de inversiones, menciona que en los mercados de deuda se está
valorando con una probabilidad del 91,4% el hecho de que Venezuela deje de
pagar sus obligaciones en 2018 con una posibilidad de parálisis del Estado y la
agudización de la escasez de alimentos, medicamentos, elementos de aseo y
materias primas para la producción, informa El
Nacional de Caracas.
Sea la Cuba de Fidel Castro o la Rumanía
de Ceausescu, los ejemplos que hasta ahora ha seguido Maduro se encuentran
entre los peores para los venezolanos. Y nada indica que se sienta inclinado a
cambiar de rumbo.