Las victorias electorales del pasado
martes fueron importantes para los demócratas, aunque caracterizadas por
producirse en estados conocidos por su filiación progresista. Sin embargo, una votación
a celebrarse en diciembre en Alabama tiene una trascendencia mucho mayor para
el futuro de la nación y del Partido Republicano, cuyos miembros en las
primarias locales ya optaron por el fanatismo frente a la moderación, pero que ahora
posiblemente tendrán que elegir entre la mesura y el abuso.
Lo que mostraron los resultados en las
urnas de Nueva York, Nueva Jersey y Virginia fue un saludable indicador de que
la nación es capaz de volver a la normalidad, mientras que la elección de
Alabama se anuncia como todo lo contrario: un salto a los excesos.
Dicha votación es para ocupar el escaño
que dejó vacío Jeff Sessions, cuando pasó a dirigir el Departamento de
Justicia. El vencedor de las primarias republicanas resultó ser un magistrado con el nombre y el compartimento de un juez de western: Roy
Moore, todo un icono del oscurantismo, la ideología reaccionaria y el
fanatismo.
Moore considera que los atentados del
9/11 fueron un castigo al país porque los estadounidenses se habían alejado de
la palabra divina. Rechaza la teoría de la evolución y no acepta la separación Iglesia-Estado.
Enfatiza que hay que perseguir a los
homosexuales, y además de contra los gays ha dirigido comentarios adversos
hacia los musulmanes y los afroamericanos.
En dos ocasiones, su fundamentalismo lo
ha alejado de la labor de juez. En una, en
2000, prefirió abandonar la corte antes de admitir la retirada de un monumento
dedicado a los Diez Mandamientos, que él mismo, como presidente de la Corte
Suprema de Alabama, había ubicado en su sala de vistas. La otra, en 2016, cuando ya reincorporado al
cargo, el Tribunal Supremo lo expulsó por haber exigido a los jueces bajo su
mando que no permitieran el matrimonio gay, de acuerdo a informaciones
aparecidas en El País.
Durante las primarias republicanas en
Alabama, Moore no fue el candidato preferido por el presidente Donald Trump,
que apoyaba a Luther Strange, quien perdió ante Moore. La victoria entre los
republicanos de una figura que, sin contar al inicio con el apoyo de Trump,
vencía en las urnas por sus credenciales de ultraderecha fue saludada por Steve
Bannon como que era factible un radicalismo más allá de Trump.
Por un breve tiempo existió la
posibilidad de que los sueños de Bannon se realizaran, solo que ahora se ha
complicado la situación para los republicanos, al surgir acusaciones de que Moore
mantuvo en 1979 contactos sexuales con una niña de 14 años, cuando él tenía 32.
No se trata de violación ni tampoco de la realización del acto sexual en su
totalidad. Más bien la imputación se refiere a avances sexuales y toqueteos.
La información sobre las andanzas de
Moore apareció primero en The Washington
Post, y en ella se plantea que la supuesta víctima tiene el apoyo de su
familia, así como que la madre confirma lo ocurrido hace años. En un reportaje
de The New York Times se señala que
son cuatro las mujeres que afirman que, siendo ellas adolescentes, habían
recibido proposiciones sexuales o románticas del cristiano evangélico, por
entonces en sus treinta. Moore niega las acusaciones y las atribuye a “los
perros falderos de la prensa liberal que forman parte de la maquinaria Obama-Clinton”.
De momento, es muy posible que los
partidarios más fieles y fanáticos del exjuez no hagan mucho caso al escándalo,
pero la preocupación crece entre los legisladores republicanos, que comienzan a
ver en peligro una posición clave en el Senado. Mientras tanto queda abierta
una pregunta: ¿se impondrá el fanatismo o la moderación y la certidumbre, no
solo entre el electorado de Alabama sino dentro de las filas del republicanismo?
Esta es mi columna en el Nuevo Herald, que aparecerá el próximo lunes, 13 de noviembre de 2017.