martes, 19 de diciembre de 2017

Entre la Valsan, el legislador y el alcalde


El proceso de naturalización de miles de residentes cubanos, llegados en las dos últimas décadas, no se ha traducido en fuerza política. No hay duda de que existen diferencias en la forma de asumir lo que de forma rápida podría nominarse “anticastrismo”, entre quienes han llegado en los últimos 20 años y quienes constituyen el llamado “exilio histórico”, en vías de extinción por razones biológicas.
Las señales que expresan esas diferencias han sido espectaculares y anecdóticas. Quienes han llegado después viajan con frecuencia a Cuba y no tienen reparos en ir a un concierto en que participan artistas que viven en la isla.
Sin embargo, esas diferencias no trascienden a un plano que alcance una repercusión mayor: quienes optan por viajar a Cuba están representados por legisladores que se oponen con tesón a estos viajes y escuchan emisoras radiales en donde aún están prohibidos los discos de esos artistas que brindan conciertos en Miami.
Es decir, que pese a ese medio millón de cubanos, en cierta medida Miami sigue siendo la misma, si usted se limita a leer la prensa local, escuchar la radio o ver la televisión. No quiere decir que los puntos de vista no se hayan ampliado, sino que la opinión dominante que expresan estos medios es la del exilio tradicional.
Queda entonces limitado a la visita al supermercado o a la Valsan más cercana ese cambio del exilio de Miami, que representa la considerable cifra de un medio millón de cubanos. En otras palabras, que lo que constituye un exilo fundacional sique llevando la batuta en esta ciudad. Por supuesto que salta de inmediato la comparación con Cuba, donde ocurre algo similar.

La comezón del exilio revisitada

A veces en el exilio a uno le entra una especie de comezón, natural y al mismo tiempo extraña: comienza a manifestar un anticastrismo elemen...