Tras los esfuerzos para colocar en la
Isla una réplica de la estatua ecuestre de José Martí en Nueva York hay una
historia que trasciende el monumento.
En la ceremonia de inauguración, que
contó con la presencia del gobernante cubano Raúl Castro, así como de
representantes del Museo del Bronx —“institución clave para convertir en
realidad el sueño de tener una réplica de la obra de Anna Hyatt Huntington en
La Habana”, según Cubadebate— y ciudadanos
estadounidenses y cubanos residentes en EEUU, que donaron fondos para el
proyecto, el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, dedicó palabras de
agradecimiento a la recién fallecida directora del Museo del Bronx, Holly
Block, “una de las principales promotoras del plan”.
Un propósito que, por otra parte, no
estuvo libre de controversia, aunque de ello no habló en La Habana, y tampoco
ha sido mencionado en el exilio.
Polémica
en el Bronx
A finales de agosto de 2016 se puso que
seis miembros de la directiva del Museo de Arte del Bronx habían renunciado a
sus cargos, y entre ellos dos —la presidenta de la junta, Laura Blanco, y la
vicepresidenta de la institución, Mary Beth Mandanas— habían alegado sus
preocupaciones con un programa de intercambio artístico con Cuba, según personas
familiarizadas con la situación.
Blanco —una exejecutiva de la industria
del espectáculo nacida en Cuba y criada en Miami— expresó, en un memorando
adjunto a la renuncia, sus inquietudes por la iniciativa del museo de
intercambiar obras con el Museo Nacional de Arte de Cuba. De igual forma, hizo
saber su preocupación respecto a los planes de enviar una copia de la estatua
de José Martí en el Parque Central de Nueva York a la Oficina del Historiador
de la Ciudad de La Habana, informaba The New York Times.
En particular algunos miembros de la
directiva se mostraban en desacuerdo con Wild
Noise/Ruido Salvaje, la iniciativa del museo anunciada en 2015, para
intercambiar obras de arte con el Museo Nacional de Cuba, según dio a conocer
entonces CUBAENCUENTRO.
En el momento en que ya se estaba
llevando a cabo una campaña de recaudación de fondos, expresó Blanco, fue que
ella supo que era poco probable que Cuba prestara obra alguna, debido a los
temores de que fuera confiscada para satisfacer las reclamaciones pendientes de
ciudadanos estadounidenses, cuyas propiedades en la Isla fueron confiscadas por
el Gobierno cubano.
Una
advertencia acertada
“La campaña de recolectar fondos para el
proyecto Wild Noise/Ruido Salvaje
debe ser detenida de inmediato”, Blanco dijo en su memorando. “El museo está
solicitando y aceptando dinero bajo el fundamento de que se efectuará un
intercambio de obras de arte con el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba en
La Habana. No hay posibilidades reales de que ello ocurra”. La advertencia de
2016 resultó acertada, ya que se hizo realidad al siguiente año.
La expresidenta añadió que se sintió
“consternada” al ver que Holly Block —directora ejecutiva del Museo de Arte del
Bronx desde 2006 y autora de Art Cuba: The New Generation, de
2001— había sido citada en un artículo del New
York Times del 9 de junio de ese año, sobre la demora en el programa, y
expresado que la posibilidad de una confiscación “había sido una preocupación
desde el mismo comienzo“.
La portavoz del museo, Sara Griffin. afirmaba
que la institución continuaba trabajando para traer arte procedente de Cuba al
Bronx, y que la cuestión de mantener a las piezas seguras —sin la posibilidad
de que sean confiscadas— había sido referida a los gobiernos de Estados Unidos
y Cuba.
“Si tenemos que posponer la apertura de
la exposición Wild Noise/Ruido Salvaje
en el Bronx lo haremos, pero el museo se mantiene comprometido con la
asociación”.
“Nadie creía que seríamos capaces de
montar con éxito la exhibición del Museo del Bronx en Cuba el pasado año”, continuaba.
“Pero perseveramos y lo logramos”.
Blanco también había expresado su
preocupación por el proyecto de realizar una copia de la estatua de José Martí
en el Parque Central y enviarla a Cuba, al costo de $2,5 millones. En el
memorando señaló que el presupuesto del museo era de $3,2 millones, y que se
había brindado “información inadecuada” a la junta en pleno sobre el proyecto
de José Martí, que había sido “inflado” a $2,5 millones de los $1,5 millones
originales.
Por su parte, Griffin enfatizó que los
esfuerzos de recaudación de fondos para la estatua de José Martí habían sido
realizados de forma completamente separada del presupuesto de operaciones del
museo, y que no resultaba relevante la comparación de ambas cifras.
“El museo tiene una vulnerabilidad
financiera mínima en este proyecto”, recalcó, “así que la comparación con el
presupuesto operativo del museo carece de relevancia”.
Lo señalado por Griffin resultó ser
cierto en cuanto al dinero. La realización de la copia de la estatua se financió
con donaciones privadas. Pero en el proyecto estuvo involucrado extensamente el
Museo del Bronx, como se ha reconocido incluso por Cuba.
Al mismo tiempo, en un mensaje
electrónico, Joshua Stein, un abogado de bienes raíces, también miembro de la
junta directiva, señaló que bajo la dirección de Block el museo había llevado a
cabo “un amplio rango de proyectos, desde los estrechamente locales a los muy
internacionales”, y añadió que estos “han ayudado a colocar al museo en el
mapa, al tiempo que servido a la comunidad inmediata del Bronx”.
“El proyecto José Martí y Wild Noise, en particular, fueron
llevados a cabo con el apoyo total de la junta”, señaló, añadiendo que el
proyecto Martí “encaja muy bien con nuestros intereses, como institución, en el
arte cubano”.
Aquí quedaba claro el interés de cierto
sector empresarial estadounidense, y de ciudadanos de este país en realizar
negocios con Cuba. Señalar el hecho no constituye una valoración de dicho
empeño, pero es necesario —desde el punto de vista periodístico— para dejar en
claro los intereses en juego, que no se limitan al arte y el intercambio
cultural.
Hay que agregar que algunos artistas del
Bronx consideraron entonces que el museo era selectivo respecto a los artistas
cubanos, al destacar aquellos que vivían en la Isla mientras rechazaban a los
cubanos de la localidad.
“Ellos únicamente realizan la
presentación de los artistas cubanos que mantienen sus vínculos con el Gobierno
o que viven en Cuba”, expresó el fotógrafo Geandy Pavón. “Los artistas del
exilio no encuentran ser representados aquí”.
Una
exhibición dilatada
Tras la llegada a la Casa Blanca de
Donald Trump aumentaron aún más las dificultades para la segunda parte de Wild Noise/Ruido Salvaje, que se
encontraba en preparación desde 2016.
“No recibimos un no de parte de ellos[,] pero
tampoco obtuvimos el sí final”, le dijo Block a The New York Times, en
enero de 2017, sobre la respuesta de Cuba al préstamo de obras.
Según el plan original, La Habana estaba
supuesta a enviar 60 obras para una exhibición en 2016, que venía dilatándose
sin resultados.
Ante la negativa del Gobierno cubano de
un préstamo vital para esta segunda exhibición —la primera, con 80 obras de
artistas estadounidenses ya se había efectuado en La Habana en 2015—, el museo optó
por llevar a cabo una versión reducida del proyecto, con obras de su propio
fondo artístico y otras prestadas por coleccionistas privados, que se inauguró
el 17 de febrero de 2017.
Aunque no por ello la exhibición estuvo
libre de críticas.
Tania Bruguera, con obras en la colección
del Bronx, vetada en Cuba y sometida a arresto domiciliario en la Isla, pidió
al museo no ser incluida en la presentación.
A Bruguera se le había negado la entrada,
en el Museo Nacional de Cuba, para ver la primera parte Wild Noise/Ruido Salvaje, según había reportado The New York Times. Bruguera le había
solicitado a Block que interviniera al respecto.
“Se lo pedimos, pero ella nunca ha firmado
nada en protesta sobre lo que me ha pasado a mi o a cualquier otro artista en
Cuba, en las ocasiones en que hemos sido reprimidos”, dijo Bruguera a The New York Times.
Por su parte, Block dijo que ella sí
intervino, aunque sin resultados, y agregó que, de hecho, Bruguera estaba
tratando de ver otra muestra diferente en el museo cubano cuando se le negó el
acceso.
Cabeza
Abajo/Head Down es el título de la obra de
Bruguera con la que cuenta el Museo del Bronx, un vídeo performance de 1996, y
que la institución pensaba incluir en la exhibición, pero que retiró para
cumplimentar con la petición de la artista.
Posteriormente Bruguera criticó al museo
por presentar una muestra poco crítica con el Gobierno cubano.
Sin embargo, aunque la presentación no
fue tan “salvaje” como su título anunciaba, no estuvo ausente de obras críticas
con la situación cubana. Entre la treintena de artistas presentados —la
exposición se refiere al arte realizado a partir de 1970—, hay una variedad de
tonos que van de los más matizados y sedados a los más fuertes y agrestes.
Entre los artistas representados
figuraron José Bedia, Pedro Pablo Oliva, María Elena González, Glenda León,
Humberto Díaz, Los Carpinteros, María Magdalena Campos-Pons, Kcho, Ana
Mendieta, Belkis Ayón y Wilfredo Prieto.
Por otra parte, si el Gobierno cubano
hubiera accedido a brindar obras que pertenecen al Museo Nacional, el resultado
habría sido menos “politizado” aún, según señaló Holland Cotter en The New York Times.
Pompa
y circunstancia
La inauguración de la replica de la
estatua ecuestre de Martí en La Habana se limitó a un acto protocolar, el
terreno donde se mueve con mayor comodidad el Gobierno cubano. Toda esta
historia de acuerdos y desacuerdos, incumplimientos, críticas, intransigencias
—donde entran distintos posicionamientos y empeños‑
— guarda relación con los complejos nexos
entre el arte y la política. Aquí entran desde cualquier forma de oportunismo
hasta los diversos grados de temor y docilidad, así como el sometimiento y
estirar principios y fines para lograr un propósito. De funcionarios, artistas
y adulones habla esta historia de empeños, frustraciones, falsedades e
intereses ajenos al arte y más aún a la rebeldía: Martí reducido, una vez más,
a esa sumisión, pompa y ceremonia de la que era tan ajeno.